Ir al templo obligado
Cuento zen con moraleja
Si vas al templo obligado, vas en total ignorancia. Es una hipótesis que el templo contenga a Dios, pero yendo cada día, una y otra vez, creerás que sí.
Cuento zen sobre la programación
Un niño recuerda que en su infancia su padre le obligaba a ir al templo, que era necesario ir a visitar a Dios.
Yo le dije a mi padre: Me parece extraño que me obligues ir al templo a buscar a Dios, cuando sé que Dios está en mi interior. ¡Esta parece una forma un poco rara de buscar a Dios! Y no veo la necesidad.
Padre, te recuerdo que Dios no estará en ti por ir a un templo. Has estado visitando el templo durante toda tu vida -setenta años- y a Dios en tu interior nunca. ¡Y no pienso que te vayas a desprogramar! Ahora es el momento de que te llegue la muerte, no Dios. O sea, padre, no te dejes engañar por ese tipo de programación.
MORALEJA
Si vas a un templo obligado, vas en total ignorancia. Es una hipótesis el que el templo pueda contener algo, el que Dios exista ahí o no, pero yendo cada día, una y otra vez, repitiendo el ritual, las plegarias y cualquier cosa que el sacerdote diga y haciéndolo diariamente, año tras año, olvidarás el hipotético estado de mente que existía en un principio.
Con continuas repeticiones va entrando en la mente y empiezas a sentir que este es el templo, que Dios vive aquí, que esta es la morada de Dios. En este instante te has situado en el mundo de la programación.
Por eso es por lo que todas las religiones insisten en enseñar a los niños desde tan pronto como sea posible, porque una vez pasada la infancia es muy difícil convertir a la gente a cualquier religión, muy difícil.
Cuando nace el niño, carece de mente para razonar. No conoce lo que es el razonamiento. Diga lo que uno diga le parece cierto, y si se lo repites el niño es hipnotizado. Así es como todas las religiones han explotado a la humanidad. El niño tiene que ser conformado según un modelo, y una vez que el modelo está profundamente arraigado, nada puede ya hacerse.
Si alguna vez esta tierra se vuelve verdaderamente espiritual no predicaremos ningún tipo de religión. Enseñaremos la oración, enseñaremos meditación, pero no sectas. No enseñaremos palabras y credos, enseñaremos modos de vida, enseñaremos a ser felices, enseñaremos el éxtasis. Enseñaremos como mirar a los árboles, como bailar con los árboles, cómo ser más sensitivos, cómo estar más vivos y cómo disfrutar de las bendiciones que Dios nos ha dado... pero no palabras, no credos, no filosofías, no teologías. No, no los llevaremos a un templo o a una iglesia o a una mezquita, porque estos sitios han corrompido la mente. Dejaremos a los niños en manos de la naturaleza; ese es el verdadero templo, la verdadera iglesia.