Suponer y observar

CUENTO ZEN CON MORALEJA

Demasiadas suposiciones a priori y tu inteligencia pierde rapidez, intensidad. Se enturbia y se vuelve indiferente. Y la indiferencia mata al observador.

Cuento zen sobre las suposiciones y la observación

Tres sabios decidieron emprender un viaje, porque, a pesar de ser tenidos por sabios en su país, eran lo bastante humildes para pensar que un viaje les serviría para ensanchar sus mentes y mejorar su poder de observación.

Apenas habían pasado al país vecino cuando divisaron un rascacielos a cierta distancia. ¿Qué podrá ser ese enorme objeto?, se preguntaron. La suposición más obvia habría sido: Id allá y averiguadlo. Pero no: eso podía ser demasiado peligroso, porque ¿y si aquella cosa explotaba cuando uno se acercaba a ella? Era muchísimo más prudente decidir lo que era, antes de averiguarlo. Se expusieron y se examinaron diversas teorías; pero, basándose en sus respectivas experiencias pasadas, las rechazaron todas. Por fin, y basándose en las mismas experiencias -que eran muy abundantes, por cierto-, decidieron que el objeto en cuestión, fuera lo que fuera, sólo podía haber sido puesto allí por gigantes.

Aquello les llevó a la conclusión de que sería más seguro evitar absolutamente aquel país. De manera que regresaron a su casa, tras haber añadido una más a su cúmulo de experiencias.

MORALEJA

Las suposiciones afectan a la observación. La observación engendra convencimiento. El convencimiento produce experiencia. La experiencia crea comportamiento, el cual, a su vez, confirma las suposiciones.

El ojo que tiene prejuicios está ciego, el corazón lleno de conclusiones está muerto. Demasiadas suposiciones a priori y tu inteligencia comenzará a perder rapidez, belleza, intensidad. Se enturbia. Muy frío, frío, absolutamente indiferente. Y la indiferencia mata al observador.

Si realmente quieres tener la experiencia de un gran observador, tendrás que abrir una nueva puerta en tu ser. Escucha los pájaros, ¡y no de una forma científica! Mira las flores, y no de una forma científica, porque cuando miras una rosa de una forma científica, estás mirando otra cosa completamente distinta. No es la misma rosa que experimenta el poeta.

La experiencia no depende del objeto, la experiencia depende del experimentador, de la capacidad de experimentación.

La inteligencia obtusa es lo que se denomina intelecto, es la reina de las suposiciones. Los así llamados intelectuales no son realmente inteligentes, sólo son intelectuales especuladores.

Estar vivo es una cuestión completamente distinta.

Si quieres ser observador tendrás que entrar por otra puerta, desde otra dimensión completamente distinta. La dimensión de la mente es la dimensión de la ciencia, y la dimensión de la meditación es la dimensión del observador.

Cuando empieza a haber una unidad tan profunda en muchos aspectos de tu vida, cuando las nubes están vagando por el cielo en el interior y el exterior, y tú no estás, cuando hay un silencio absoluto en lo que a ti respecta; cuando dentro de ti no hay nadie, sólo puro silencio, silencio inmaculado, imperturbable, sin alterarse por el razonamiento, el pensamiento, la emoción, el sentimiento, este es el momento de meditación.

La mente ha desaparecido, y cuando desaparece la mente aparece el observador.