El sonido del silencio
Cuento zen con moraleja
En cuanto seas capaz de oír el sonido del silencio, podrás entrar en los secretos de la existencia. Ya mereces que te sean revelados todos los misterios.
Cuento zen sobre el silencio
Un día, mientras permanecía inmóvil como siempre en el mismo sitio, un maestro vio aparecer en el horizonte una especie de bola de polvo. Aquella bola se hizo más y más grande y el maestro pronto reconoció a un hombre que se le acercaba corriendo y levantaba una enorme polvareda.
El hombre, que era joven, llegó hasta el maestro y se postró ante él.
– ¿Qué quieres?
El joven le contestó:
– Maestro, he venido desde lejos a oírte tocar el arpa sin cuerdas, quiero escuchar el sonido del silencio.
– Como quieras – le dijo el maestro.
El maestro no varió su postura lo más mínimo. No cogió ningún instrumento, no hizo nada. El maestro y el ferviente discípulo permanecieron inmóviles. Tras tres días en completo silencio, el joven dejó percibir, quizá por un gesto, una inclinación o un carraspeo, un incipiente cansancio.
– ¿Qué te pasa? – preguntó el maestro.
El joven dudó un poco. Comenzó a balbucear algunas palabras. Para poder ayudarlo, el maestro preguntó:
– ¿No has oído nada?
– No – contestó el joven con voz culpable.
– Entonces, ¿por qué no me has pedido que tocase más fuerte?
MORALEJA
El sonido del silencio está dentro de nosotros, en nuestro corazón. Es cuestión de saber escucharlo. Solo escuchas el sonido del silencio en la medida en que tu mente se calme y se aquiete. En la cima más elevada del silencio, se escucha el sonido del silencio.
Cuando no hay pensamientos ni sueños, proyecciones ni expectativas, cuando no hay ni una onda, cuando desaparece de tu ser todo lo demás, lo que queda es el sonido del silencio. Entonces, el lago de tu conciencia se queda en silencio, se convierte en un espejo. En esos insólitos momentos se puede oír el sonido del silencio. Esta es la experiencia más valiosa, no solo porque manifiesta la cualidad de la música interior, sino porque nos muestra también que nuestro interior está lleno de armonía, alegría y gozo. En la música del silencio está todo implícito.
No has de decirlo; si lo dices te perderás la verdadera experiencia. Tienes que oírlo, es algo que te envolverá de repente cuando estés absolutamente quieto y tranquilo; es una danza muy sutil. En cuanto seas capaz de oírlo, habrás entrado en los secretos mismos de la existencia. Te vuelves tan sutil que entonces ya mereces que te sean revelados todos los misterios.