La iluminación espiritual

Se vende agua del río

Cuento Zen (103)

Aquel día, el sermón del Maestro se redujo a una sola y enigmática sentencia. Se limitó a sonreír con ironía y a decir: «Todo lo que yo hago aquí es estar sentado en la orilla y vender agua del río».

Y concluyó su sermón...

MORALEJA

El aguador había instalado su puesto a la orilla del río y acudían miles de personas a comprarle agua. Todo el éxito de su negocio dependía de que aquellas personas no vieran el río. Cuando, al fin, vieron el río, él cerró el negocio.

El predicador tuvo un enorme éxito. Venían a él por millares a adquirir sabiduría. Cuando obtuvieron la sabiduría, dejaron de acudir a sus sermones.

Y el predicador no podía ocultar su satisfacción, pues había logrado su propósito, que no era sino el de retirarse lo antes posible, porque en el fondo sabía que él tan solo ofrecía a la gente lo que esta ya poseía, con tal de que fuera capaz de abrir los ojos y mirar.

«Si yo me voy», dijo Jesús a sus discípulos; «Despertará en vosotros el Espíritu Santo».

Puedes despertar en cualquier momento.

Cualquier situación puede hacer que despiertes.

El sueño es la distancia. Por supuesto, para soñar hay que dormir, pero en el momento que despiertas el sueño desaparece, y con él desaparece también todo el mundo de los sueños.

La verdad es que el despertar es la realidad que está más cerca de ti, está justo a tu lado. No está lejos, por eso no puede convertirse en un objetivo. Todos los objetivos pertenecen al sueño, todos los logros pertenecen al sueño.

El despertar no puede ser un objetivo porque el hombre que está dormido ni siquiera puede pensar en lo que sería el despertar. Mientras sueña, no puede hacer del despertar su objetivo, eso es totalmente imposible. O el objetivo que formule será totalmente diferente de la realidad de la iluminación.

La iluminación es parte de tu consciencia de vigilia.