El oficial de mal humor

Cuento zen con moraleja

El mal humor es el resultado de una vida sin sabiduría. Acuérdate. Si ves a alguien sin sentido del humor, ten por seguro, que este no es ningún sabio.

Imagen del cuento: El oficial de mal humor

Cuento zen sobre el humor

Un oficial del gobierno muy serio y de mal humor, visita una finca para una investigación que le fue encomendada por su superior y habla con su dueño, un señor ya entrado en años y con mucha experiencia. Le dice al dueño que desea inspeccionar su finca.

El anciano le dice que lo haga, pero que por favor no pase por el terreno cercado.

El guardia, demostrando su autoridad como digno funcionario, le dice:

Mira, viejo: yo soy muy serio en mis cosas, yo tengo la máxima autoridad del gobierno que cabalmente represento, y este «carnet» que tú ves aquí me califica para ir dónde me dé la gana, meterme en cualquier propiedad que me dé la gana, sea esta de quién sea, sin preguntas, y tampoco debo dar respuestas. Lo que significa que nada ni nadie puede impedir que yo haga mi trabajo.

¿Me has entendido, hombre viejo o es que no me he sabido explicar?

El viejo simplemente se encogió de hombros y siguió con sus quehaceres.

Pasado un rato, el ganadero escucha unos gritos y logra ver al funcionario corriendo por su vida, seguido muy de cerca por un toro semental a toda velocidad detrás de él.

El toro va ganándole terreno y el tipo, aterrado pide ayuda a todo pulmón: auxilio, alguien venga por mí, socorro, no quiero morir.

El viejo de inmediato deja todo lo que estaba haciendo y va corriendo hasta la cerca, gritándole a su vez muy fuerte:

¡El carnet, muéstrale el carnet!

MORALEJA

El mal humor es el resultado de una vida sin sabiduría.

Un hombre de sabiduría alcanza un sentido del humor. Acuérdate siempre de esto. Si ves a alguien sin sentido del humor, ten por seguro, que este hombre no es ningún sabio. Si te encuentras con un hombre serio, ten por seguro que es un farsante. El saber aporta sinceridad, pero la seriedad desaparece. El saber aporta alegría, el saber aporta sentido del humor. El sentido del humor es un requisito.

Si te encuentras con un iluminado que no tenga sentido del humor, no es un iluminado. Imposible. Su seriedad misma revela que no ha llegado. Una vez alcanzas experiencias propias, te vuelves muy juguetón, te vuelves muy inocente, como un niño.

Toda nuestra educación es tal que va en contra del placer, en contra de gozo, en contra del sentido del humor, en contra de disfrutar de las cosas pequeñas de la vida: cantar una canción o tocar la flauta. Nadie te va a llamar iluminado por tocar la flauta bellamente; excepto yo.

La vida tiene que tomarse de manera juguetona, con un gran sentido del humor. En los buenos tiempos y en los malos tiempos, cuando las cosas suceden y cuando no suceden, cuando llega la primavera y cuando, a veces, la primavera no llega.