Observar a sus ojos

Cuento zen con moraleja

Los ojos que ven lo exterior y se rigen por las normas, están ciegos. No son verdaderos ojos. Son primitivos. Los ojos que ven el interior son más reales.

Imagen del cuento: Observar a sus ojos

Cuento zen sobre el valor de la observación

El comandante en jefe de las fuerzas de ocupación le dijo al alcalde de la aldea: Tenemos la absoluta seguridad de que ocultan ustedes a un traidor en la aldea. De modo que, si no nos lo entregan, vamos a hacerles la vida imposible, a usted y a toda su gente, por todos los medios a nuestro alcance.

En realidad, la aldea ocultaba a un hombre que parecía ser bueno e inocente y a quien todos querían, Pero ¿qué podía hacer el alcalde, ahora que se veía amenazado el bienestar de toda la aldea? Días enteros de discusiones en el Consejo de la aldea no llevaron a ninguna solución. De modo que, en última instancia, el alcalde planteó el asunto al cura del pueblo.

El cura y el alcalde se pasaron toda una noche buscando en las Escrituras y, al fin, apareció la solución. Había un texto en las Escrituras que decía: Es mejor que muera uno solo por el pueblo y no que perezca toda la nación. De modo que el alcalde decidió entregar al inocente a las fuerzas de ocupación, si bien antes le pidió que le perdonara tal decisión. El hombre le dijo que no había nada que perdonar, que él no deseaba poner a la aldea en peligro y que por amor a su aldea permitiría ser ejecutado.

Veinte años después pasó un profeta por la aldea, fue directamente al alcalde y le dijo: ¿Qué hiciste? Aquel hombre estaba destinado por Dios a ser el salvador de este país. Y tú le entregaste para ser torturado y muerto. ¿Y qué podía hacer yo?, alegó el alcalde. El cura y yo estuvimos mirando las escrituras y actuamos en consecuencia.

Ese fue vuestro error, dijo el profeta. Solamente te dejaste guiar por las escrituras, pero nunca te detuviste a observar a sus ojos.

MORALEJA

Los ojos que solamente ven lo exterior y se rigen solo por las normas, están ciegos. Aún no son verdaderos ojos. Son primitivos, rudimentarios. Los ojos que ven el interior son más reales.

¿Has observado a los ciegos? En sus caras descubrirás siempre una cierta gracia. Incluso los ciegos corrientes aparentan mucha dignidad, aparentan ser muy silenciosos. No tienen ninguna de las distracciones del mundo exterior.

Los verdaderos ojos poseen cierta gracia, porque los ojos en realidad son el espejo del alma. Poco a poco, los que pueden ver verdaderamente descubren que ver es una bendición. Se hacen conscientes de infinitas verdades en su interior, de un mundo real que empieza a abrírseles.

Cuando te vuelves espiritual, entonces surge la actitud observadora. Entonces no ves con los ojos abiertos, ni ves con los ojos cerrados. ¡Simplemente, ves al que ve! No te preocupas por la experiencia, observas al testigo. Entonces el amor se convierte en luz. Sé simplemente un observador en la colina. Olvídate de las normas, de las escrituras, olvídate de tu cuerpo, olvídate de que eres una mente y sé solamente un testigo; y entonces habrás llegado a lo trascendental.

Pero la espiritualidad lo trasciende todo. La espiritualidad es la de la mente superconsciente, la mente trascendental. La espiritualidad ni es normativa ni dogmática, lo trasciende todo. Es suficiente, más que suficiente, si eres capaz de ver al que ve. Si puedes ver al que ve, si puedes ser tu consciencia, tu atención, eso es suficiente. Todo está a tu alcance. Te has convertido en Dios; no necesitas nada más. Lucha por este estado de ser.