La muerte de Narciso
Cuento zen con moraleja
La muerte de narciso es un cuento sobre el origen del ego. Por medio de los espejos al hombre le llegan a interesar más los reflejos que la realidad.
Cuento zen sobre el EGO
Cuando murió Narciso las flores de los campos quedaron desoladas y solicitaron al río gotas de agua para llorarlo.
– ¡Oh! Les respondió el río. Aun cuando todas mis gotas de agua se convirtieran en lágrimas, no tendría suficientes para llorar yo mismo a Narciso: yo lo amaba.
– ¡Oh! Prosiguieron las flores de los campos.
– ¿Cómo no ibas a amar a Narciso?
– Era hermoso.
– ¿Era hermoso? Preguntó el río.
– ¿Y quién mejor que tú para saberlo? Dijeron las flores.
– Todos los días se inclinaba sobre tu ribazo, contemplaba en tus aguas su belleza.
– Si yo lo amaba, respondió el río. Es porque, cuando se inclinaba sobre mí, veía yo en sus ojos el reflejo de mis aguas.
MORALEJA
El hombre es el único ser que dibuja su imagen, su propia imagen. Ningún otro ser lo ha hecho nunca. No sólo dibuja imágenes de sí mismo; se para ante el espejo, se mira a sí mismo reflejado. No sólo eso, se para ante el espejo, mira su reflejo y se mira a sí mismo mirando su reflejo, y así sucesivamente. A causa de esto surge la autoconciencia. A causa de esto nace el ego. A causa de esto, al hombre le llegan a interesar más los reflejos que la realidad.
Un hombre que está constantemente preocupado por la impresión que causa en otros, qué aspecto tiene en los espejos, es un necio, porque está desperdiciando una gran oportunidad en la que son posibles tremendas experiencias. Pero no ha dado el primer paso, por miedo a parecer tonto. No tengas miedo a la necedad porque, si no, continuarás siendo un necio.
Obsérvate a ti mismo. Te pillarás con las manos en la masa muchas veces al día, pensando en ficciones en vez de en la realidad. Mirarse en el espejo y pensar que te estás mirando a ti mismo es una de las cosas más absurdas. El rostro que se refleja no es tu rostro; es sólo la superficie, es sólo la periferia. Ningún espejo puede reflejar tu centro. Y la circunferencia no eres tú. La circunferencia sigue cambiando a cada momento; es un flujo.
Recuerda: Un día u otro tienes que aceptar el hecho de que hasta ahora has estado viviendo en una profunda estupidez. Y si continúas viviendo de esa forma, a través de espejos, reflejos, opiniones, poco a poco pierdes tu individualidad, te haces parte de las masas, pierdes tu alma. Entonces no eres un individuo auténtico.
La mente observadora, la mente meditativa, funciona como un espejo. No atrapa la impresión; se queda completamente vacía, siempre vacía. Lo que se pone enfrente del espejo, se refleja. Si estás delante del espejo, re refleja. Si te vas, no podrás decir que el espejo traiciona. El espejo es simplemente un espejo. Cuando te has ido, no te refleja; ya no tiene obligación de reflejarte. Si se mira otro, reflejará a otro. Si no hay nadie, no reflejará nada. Es siempre fiel a la vida.
Pero en el espejo, si estás vivo, estás vivo; si estás muerto, estás muerto.
Buda dice: «Aprende a sentarte en silencio; conviértete en un espejo». El silencio hace de tu consciencia un espejo, luego funcionas momento a momento. Refleja vida. No vas cargando un álbum sobre tu cabeza. Tus ojos son limpios e inocentes, tienes claridad, tienes visión, y nunca le eres infiel a la vida.
Esto es vivir auténticamente.