La iluminación espiritual

La verdad

Cuento Zen (174)

1.er, CUENTO

La verdad no está en los nombres...

Llegado el momento de poner un nombre a su primogénito, un hombre y su mujer empezaron a discutir. Ella quería que se llamase igual que su abuelo materno, y él quería ponerle el nombre del abuelo paterno. Finalmente, acudieron al rabino para que solventara la cuestión.

¿Cuál era el nombre de tu padre?... Preguntó al marido.

Abiatar.

¿Cuál era el nombre de tu padre?... Preguntó a la mujer.

Abiatar.

Entonces, ¿cuál es el problema?, preguntó perplejo el rabino.

Verá usted, rabino, dijo la mujer. Mi padre era un sabio, y el suyo un ladrón de caballos. ¿Cómo voy a permitir que mi hijo se llame igual que un hombre como ese?

El rabino se puso a pensar en el asunto muy seriamente, porque se trataba de un problema verdaderamente delicado. No quería que una de las partes se sintiera vencedora y la otra perdedora. Al fin, dijo: Os sugiero lo siguiente: llamad al niño «Abiatar»; luego esperad a ver si llega a ser un sabio o un ladrón de caballos, y entonces sabréis si le habéis puesto el nombre correcto.

2.do, CUENTO

La verdad no está en las palabras...

Ardo en deseos de aprender la espiritualidad, le dijo un vecino al sabio.

¿Querrías venir a mi casa y hablarme de ello?

El sabio no quiso comprometerse, porque, aun cuando veía que aquel hombre era algo más inteligente que la mayoría, también se daba cuenta de que abrigaba la ilusión de que el misticismo puede transmitirse con palabras.

Algunos días más tarde, el vecino le llamó a gritos desde la terraza: Sabio, ¿podrías ayudarme a soplar mi fuego? Las brasas se están apagando.

Naturalmente que sí, dijo el sabio. Tienes a tu disposición mi aliento: ven a mi casa y toma todo lo que puedas.

MORALEJA

Los místicos del mundo insisten en decir que la verdad se conoce a través del silencio. Cuando dejas las palabras conoces la realidad, porque todas las palabras crean una barrera en tu mente.

Las palabras tomadas literalmente o sostenidas como la verdad última pueden mantenernos estancados y atascados, aferrándonos a viejas ideologías.

Recuerda, nunca podrás entender la verdad más allá de las palabras, discutiendo y platicando sin haber tenido una experiencia previa.