La iluminación espiritual

La tienda de la verdad

Cuento Zen (229)

No podía dar crédito a mis ojos cuando vi el nombre de la tienda. Así que allí vendían la verdad, por lo tanto, me apresure a comprarla. La correctísima dependienta me preguntó qué clase de verdad deseaba yo comprar: verdad parcial o verdad plena.

Respondí que, por supuesto, verdad plena. No quería fraudes, ni apologías, ni racionalizaciones. Lo que deseaba era mi verdad desnuda, clara y absoluta.

La dependienta me condujo a otra sección del establecimiento en la que se vendía la verdad plena.

El vendedor que trabajaba en aquella sección me miró compasivamente y me señaló la etiqueta en la que figuraba el precio.

El precio es muy elevado, señor, me dijo.

¿Cuál es? Le pregunté yo, decidido a adquirir la verdad plena a cualquier precio.

Si usted se la lleva, me dijo, el precio consiste en renunciar a todas las percepciones ilusorias de la mente.

MORALEJA

Solo la mano que borra puede escribir lo verdadero.

Muchos aún no están listos para pagar el precio por la Verdad. Aunque ansían la paz y el descanso, prefieren engañasen un poco a sí mismos con sus justificaciones y sus racionalizaciones. Siguen buscando aún el refugio en sus creencias incontestables.

Eres muy afortunado si tienes el deseo por la verdad, pero en tu búsqueda de la verdad, lo que es buscado es una imagen, o una idea. Estas son todas cosas mentales. Puede que sean cosas hermosas, pero incluso los conceptos más sutiles siguen siendo cosas.

La paradoja de la verdad por excelencia: el universo no es lo que vemos, ni somos lo que creemos que somos; el verdadero universo es una corriente de existencia, conciencia y bienaventuranza indiferenciada, cuya esencia primaria es la identidad de todo lo existente.