La iluminación espiritual

La sospecha

Cuento Zen (281)

El hombre perdió su hacha y comenzó a sospechar del hijo de su vecino. Observó que el joven caminaba de manera similar a la de un ladrón, tenía una expresión facial parecida a la de un ladrón y hablaba de la misma manera que un ladrón. En resumen, todos los gestos y acciones del joven lo hacían parecer culpable de robo.

Pero más tarde, encontró su hacha en un valle. Y después, cuando volvió a ver al hijo de su vecino, todos los gestos y acciones del muchacho le parecían muy diferentes de los de un ladrón.

MORALEJA

La justicia y la sospecha no pueden vivir juntos: en la puerta donde este entra, el otro hace su salida, porque en el momento que existe sospecha de una persona, todo lo que hace la mente y nuestras ideas preconcebidas es contaminar la realidad. Si eres un observador, verás que la verdad se manifiesta por si sola, justa y sin dañar.

Cuando mejor es uno, tanto más difícilmente llega a sospechar de la maldad de los otros. No tengas sospecha contra tu hermano, que perderás la pureza de corazón, porque el que juzga a la gente, no tienes tiempo para amarla.

Atestigua sin juzgar.

Recuerda que un niño confía sin límites. Confía en todo lo que le dices. Te ama. Todavía no duda, todavía no sospecha. ¿Cómo podría sospechar? Es tan puro... es solo pura consciencia, puro amor.

Pero cuando surge siquiera una ligera sospecha en tu mente, entonces dejaras de ser justo inmediatamente. Porque esta ligera sospecha es un resquicio para ser justos. Entonces, no estás ya protegido por el sello de tu divinidad, de tu alma pura.