La iluminación espiritual

La reputación

Cuento Zen (150)

En una aldea de pescadores, una muchacha soltera tuvo un hijo y, tras ser vapuleada, al fin reveló quién el padre de la criatura era el maestro Zen, que se hallaba meditando todo el día en el templo situado en las afueras de la aldea.

Los padres de la muchacha y un numeroso grupo de vecinos se dirigieron al templo, interrumpieron bruscamente la meditación del Maestro, censuraron su hipocresía y le dijeron que, puesto que él era el padre de la criatura, tenía que hacer frente a su mantenimiento y educación.

El Maestro respondió únicamente: Muy bien, muy bien.

Cuando se marcharon, recogió del suelo al niño y llegó a un acuerdo económico con una mujer de la aldea para que se ocupara de la criatura, la vistiera y la alimentara. La reputación del Maestro quedó por los suelos. Ya no se le acercaba nadie a recibir instrucción.

Al cabo de un año de producirse esta situación, la muchacha que había tenido el niño ya no pudo aguantar más y acabó confesando que había mentido. El padre de la criatura era un joven que vivía en la casa de al lado.

Los padres de la muchacha y todos los habitantes de la aldea quedaron avergonzados. Entonces acudieron al Maestro, a pedirle perdón y a solicitar que les devolviera el niño. Así lo hizo el Maestro.

Y todo lo que dijo fue: Muy bien, muy bien...

MORALEJA

El hombre despierto sabe que la reputación no difiere demasiado del mundo de los sueños, su conciencia es suficiente para servir a los demás y que la reputación es una vida imaginaria en la vida de los demás; una cosa fuera de nosotros sin ningún asiento real.

Para la mente es imposible sostener la autoridad y la reputación si se erigen sobre la confusión y la falsedad. El hombre despierto presiente que esa construcción puede derrumbarse, y eso humilla a su conciencia.

El hombre despierto es generoso, no con la intención de obtener una buena reputación o de ser aceptado, él solo actúa como un ser iluminado.