La iluminación espiritual

El funeral de arroz y de flores

Cuento Zen (138)

Un hombre estaba poniendo flores en la tumba de un pariente, cuando ve a un chino poniendo un plato de arroz en la tumba vecina.

El hombre se dirige al chino, y le pregunta:

Disculpe señor, pero ¿Cree usted que de verdad el difunto comerá el arroz?

Sí, respondió el chino…

Cuando el suyo venga a oler sus FLORES.

MORALEJA

Respetar las opciones del otro, es una de las mayores virtudes que un ser humano puede tener. Las personas son diferentes, actúan diferente y piensan diferente. No juzgue, solamente comprenda.

La primera regla dejar de juzgar es no comparar. ¿Quién eres tú para comparar? Comparar irrespetuosamente es juzgar. ¿Quién eres tú para juzgar? Pero la mente quiere siempre juzgar, porque al juzgar se siente superior, te convierte en el juez, de modo que tu EGO se siente muy, pero muy bien. Alimentas al ego. Juzgando y comparando piensas que sabes.

No eres capaz de comprender siquiera a una flor corriente del jardín, y aquellas hermosas flores son el florecimiento supremo de la existencia. A menos que tú florezcas de la misma forma, no podrás comprenderles. Pero puedes comparar, puedes juzgar, y juzgando no captarás nada.

De modo que la primera regla para no ir a faltar al respeto es no juzgar nunca.

En la existencia real, las cosas existen sin ninguna comparación. Un árbol que se alza veinte metros al cielo y una muy diminuta florecilla es lo mismo, por lo que respecta a la existencia, pero tú los comparas y has destruido un bello fenómeno.

La comparación es una satisfacción para tu propio ego. En esta existencia todo es lo más grande. La existencia crea solamente lo más grande, todo es único. Pero eso no atrae a la mente porque entonces lo grande es muy común. ¿Todo el mundo grande? ¡Entonces qué utilidad tiene! Alguien ha de ser inferior. Tu mente ha de crear una jerarquía sin ningún tipo de respeto.

La historia de Adán y Eva dice que cuando comieron del fruto del Árbol del Conocimiento, por primera vez entendieron su desnudez y se sintieron avergonzados. Estaban ya desnudos, pero no se habían dado cuenta. La mente, la mente misma, crea una distancia. En el momento en que la mente interviene en algo, empiezas a juzgar. Entonces eres algo diferente de aquello. Por ejemplo, Adán estaba desnudo. Todo el mundo nace desnudo como Adán, pero los niños no se dan cuenta de su desnudez. No la juzgan, ni si es buena ni si es mala. No han desarrollado una mente programada y, por tanto, no son capaces de juzgar.

Recuerda: Los problemas surgen debido a la memoria psicológica. Tú la metes en todo para comparar, juzgar y condenar.