La iluminación espiritual

El halcón y el águila

Cuento Zen (110)

Una hermosa leyenda india...

Cuenta una vieja leyenda de los indios sioux que, una vez, hasta la tienda del viejo sabio de la tribu llegaron, tomados de la mano, Toro Bravo, el más valiente y honorable de los jóvenes guerreros, y Nube Alta, la hija del cacique y una de las más hermosas mujeres de la tribu.

Nos amamos empezó, el joven. Y nos vamos a casar, dijo ella. Y nos queremos tanto que tenemos miedo, por eso queremos un concejo, algo que nos garantice que podremos estar siempre juntos, que nos asegure que estaremos uno al lado del otro hasta encontrar el día de la muerte.

Por favor, repitieron, ¿hay algo que podamos hacer?

El viejo los miró y se emocionó de verlos tan jóvenes, tan enamorados, tan anhelantes esperando su palabra.

Hay algo, dijo el sabio, Nube Alta, ¿ves el monte al norte de nuestra aldea? Deberás escalarlo sola y sin más armas que una red y tus manos, deberás cazar el halcón más hermoso y vigoroso del monte. Si lo atrapas, deberás traerlo aquí con vida y sin lastimarlo el tercer día después de la luna llena. ¿Has comprendido?

La joven asintió en silencio.

Y tú, Toro Bravo, siguió el sabio, deberás escalar la montaña del trueno y cuando llegues a la cima, encontrar la más bravía de todas las águilas y solamente con tus manos y una red deberás atraparla sin heridas y traerla ante mí, viva, el mismo día en que vendrá Nube Alta.

Salgan ahora...

Los jóvenes se miraron con ternura y después de una fugaz sonrisa salieron a cumplir la misión encomendada, ella hacia el norte, él hacia el sur…

El día establecido, frente a la tienda del sabio, los dos jóvenes esperaban con sendas bolsas de tela que contenían las aves solicitadas.

El viejo les pidió que con mucho cuidado las sacaran de las bolsas. Los jóvenes lo hicieron y expusieron ante la aprobación del viejo los pájaros cazados. Eran verdaderamente hermosos ejemplares, sin duda lo mejor de su estirpe.

¿Volaban alto? Preguntó el sabio.

Sí, sin dudas. Como lo pediste… ¿Y ahora? Preguntó el joven. ¿Los mataremos y beberemos el honor de su sangre?

No, dijo el viejo.

Los cocinaremos y comeremos el valor de su carne, propuso la joven.

No, repitió el viejo. Hagan lo que les digo. Tomen las aves y átenlas entre sí por las patas con estas tiras… Cuando las hayan anudado, suéltenlas y que vuelen libres.

El guerrero y la joven hicieron lo que se les pedía y soltaron los pájaros.

El águila y el halcón intentaron levantar el vuelo, pero solo consiguieron revolcarse en el suelo. Unos minutos después, irritadas por la incapacidad, las aves arremetieron a picotazos entre sí hasta lastimarse.

Este es el concejo. Jamás olviden lo que han visto. Son ustedes como un águila y un halcón; si se atan el uno al otro, aunque lo hagan por amor, no solo vivirán arrastrándose, sino que, además, tarde o temprano, empezarán a lastimarse uno al otro. Si quieren que el amor entre ustedes perdure, vuelen juntos, pero jamás atados.

MORALEJA

La existencia te pasa de un sentimiento a otro y te enseña por medio de los opuestos, para que tengas dos alas para poder volar. Así mismo ocurre con las personas, no lo dude que llegara tu opuesto para que puedas volar.

Los humanos no hemos aprendido a volar juntos, no hemos aprendido el sencillo arte de vivir como hermanos porque nuestros egos no nos lo permiten. Pero llegará el día que podamos aprender a volar juntos como hermanos o a lastimarnos a picotazos juntos como necios.

Cuando la humanidad se ame, ocurre una de las paradojas más grandes de la vida, uno de los fenómenos más hermosos: están unidos y a la vez estar conscientemente solos. Estaremos tan unidos que parecerá que somos una sola unidad.

Amar, es mirar juntos en la misma dirección.