La iluminación espiritual

El elefante y la hormiga

Cuento Zen (235)

Se hallaba un elefante bañándose tranquilamente en un remanso, en mitad de la jungla, cuando, de pronto, se presentó una hormiga y se puso a insistir en que el elefante saliera del agua.

No quiero, decía el elefante. Estoy disfrutando y me niego a ser molestado.

Insisto en que salgas ahora mismo, le dijo la hormiga.

¿Por qué?, preguntó el elefante.

No te lo diré hasta que hayas salido de ahí, le respondió la hormiga.

Entonces no pienso salir, dijo el elefante.

Pero, al final, se dio por vencido. Salió pesadamente del agua, se quedó frente a la hormiga y dijo:

Está bien; ¿para qué querías que saliera del agua?.

Para comprobar si te habías puesto mi bañador, le respondió la hormiga.

MORALEJA

La verdad es extremadamente difícil de adaptar a nuestras preconcepciones, mucho más difícil que para un elefante ponerse el bañador de una hormiga.

Este cuento es una metáfora que se utiliza para expresar la dificultad de comprender y aceptar la verdad tal y como es, en lugar de tratar de acomodarla a nuestras propias ideas y prejuicios. La comparación entre el elefante y la hormiga se utiliza para representar la enorme diferencia entre la verdad y nuestras ideas limitadas acerca de ella. La idea del elefante no poniéndose un bañador de hormiga, muestra lo absurdo e imposible de que la verdad se ajuste a nosotros, y más bien nos invita a esforzarnos en comprenderla tal como es, sin preconcepciones o limitaciones.

La verdad libera, y nada más. Todo lo demás crea una atadura, una carga. Y la verdad no se puede encontrar mediante el esfuerzo intelectual, porque la verdad no es una teoría, es una experiencia. Para conocerla tienes que vivirla, y en eso es donde millones de personas yerran. Piensan que si pueden aferrarse a una creencia, les ayudará a encontrar la verdad. Poco a poco se asientan en la creencia, y la creencia no es la verdad. Es una teoría sobre la verdad: como si alguien se contentase solo con palabras, escrituras, doctrinas, dogmas; como si un ciego empieza a creer que la luz existe, o alguien hambriento lee un libro de cocina, y cree en esto o en aquello, pero sigue hambriento. Esa no es la forma de satisfacer el hambre.

La verdad es un alimento. Hay que digerirlo, asimilarlo; hay que permitir que circule por la propia sangre, que lata en el propio corazón. La verdad tiene que ser asimilada en tu unidad orgánica. La creencia nunca se asimila, sigue siendo siempre un fenómeno sin relacionar.

Puede que seas hindú, pero el hinduismo sigue siendo tan solo un concepto intelectual. Puede que seas cristiano, o mahometano, pero esas religiones no son partes orgánicas de tu ser. En lo profundo de ti, la duda continúa.

No tengas miedo a la duda. La duda no es el enemigo; la duda es amiga. La duda simplemente te está diciendo que no has buscado en tu interior; por eso aparece la duda. Observa tu propia realidad, y la duda desaparece como la oscuridad. Trae la luz...