No debes imitar al rey

CUENTO ZEN CON MORALEJA

El hombre pierde su propia naturaleza a causa de la imitación. Recuerda: Sólo puedes ser tú mismo. No hay otra posibilidad, simplemente no existe.

Cuento zen sobre la imitación

Cuando se interpretó por primera vez en Londres «El Mesías de Haendel», el Rey, que se encontraba presente, se sintió tan arrebatado por el sentimiento religioso durante el «Aleluya» que, olvidando los convencionalismos, se puso en pie para rendir un silencioso homenaje de respeto a la obra maestra que estaba escuchando.

Al verlo, todos los nobles que allí se encontraban trataron de imitar el ejemplo del rey y se pusieron también en pie. Naturalmente, aquello era una señal inequívoca de que todo el mundo debía ponerse en pie.

Desde entonces se considera obligado ponerse en pie siempre que suena el «Aleluya», independientemente de lo que uno sienta o de la calidad de la interpretación.

MORALEJA

Nunca imites a nadie, por ejemplo: Observa las flores de los árboles. Los árboles también son fieles a sí mismos. Ninguna flor está tratando de imitar de forma alguna a ninguna otra flor. No hay imitación, ni competencia, ni celos. La flor roja es simplemente roja, y tremendamente feliz de ser roja. Nunca le ha dado por pensar en ser otra cosa.

¿Dónde ha estado errado el hombre?

El hombre pierde su propia naturaleza a causa de la imitación. El hombre es el único ser en la Tierra que no es fiel a sí mismo, cuyo río no está sintonizado consigo mismo; que siempre se está yendo a otra parte, que siempre está mirando a algún otro; que siempre está intentando ser otro. Esa es la desgracia, la calamidad. Sólo puedes ser tú mismo. No hay otra posibilidad, simplemente no existe.

Cuanto antes lo comprendas, mejor. No puedes ser Buda, no puedes ser Jesús, y no es necesario. Sólo puedes ser tú mismo.

Pero todos están intentando ser otra persona. Por eso seguimos alejándonos más y más de la fuente original. La distancia se crea a causa de la imitación. Has perdido tu armonía, tu autenticidad, tu verdad. Recuerda una cosa: sólo puedes ser tú mismo; no hay otra manera. Todas las demás maneras te alejan de ti mismo.

Tú eres el ideal, tú eres el destino. Vive en tu propia y verdadera morada. Esto significa simplemente ser uno mismo, no intentar imitar a otra persona.