La iluminación espiritual

Las costumbres de los monjes

Cuento Zen (64)

Dos monjes tenían la costumbre de caminar juntos en silencio. Un día, todo fue estupendamente, pero, pasado el día, un monje dijo: «Estoy dudando si he cerrado la puerta de mi celda antes de salir del monasterio, he tenido la costumbre de cerrarla, pero hoy no estoy seguro».

Y dijo el otro: «¡Estúpido! ¡Acostumbramos a guardar silencio, y vienes tú a romperlo con esa tontería!».

Entonces este le respondió: «¿Y tú, qué? ¡También tú acabas de romper la costumbre!».

Cuando el maestro los vio discutir les dijo: «Siembra una costumbre y cosecharás un carácter. Siembra un carácter y cosecharás un destino. Siembra un destino y cosecharás un acto. Siembra un acto y cosecharás una costumbre. No siembren costumbres y cosecharán meditación y amor».

Lo que están haciendo como costumbre, lo están haciendo dependientes porque se lo han programado. Solo lo que surge de dentro sin programación es de ustedes y los hará libres.

MORALEJA

Has vivido a base de costumbres, eso significa que las costumbres viven básicamente por medio de ti. La costumbre persiste, tienen una energía propia, claro que esa energía te la quita a ti, pero tú cooperaste en el pasado y sigues cooperando en el presente. Poco a poco, la costumbre se convertirá en tu señor y tú serás solo un sirviente. La costumbre dará las órdenes, será quien mande y tú tendrás que obedecer.

Las costumbres te obligan a hacer ciertas cosas. Cada acción que repites o cada pensamiento adquieren más poder y más poder cada vez, y entonces ya estás en sus garras. Eres prisionero de la costumbre, vives como un preso, como un esclavo. Y la prisión es muy sutil porque la prisión está construida con tus costumbres y condicionamientos y con los actos que has realizado, rodea todo tu cuerpo y estás atrapado en ella, pero tú sigues pensando que eres tú quien actúa engañándote a ti mismo.

Todo acto y todo pensamiento se autoperpetúan. En cuanto cooperas con él, le estás dando energía. Tarde o temprano se convierte en habitual. Lo harás y no serás tú el que actúa, lo harás solo por la fuerza de la costumbre. La gente dice que la costumbre es una segunda naturaleza y no es una exageración, de hecho, la costumbre acaba por convertirse en la primera naturaleza, y la naturaleza pasa a un segundo plano. La naturaleza se convierte en algo parecido al apéndice de un libro, y la costumbre pasa a ser el texto principal del libro.

Cuando te enfureces, crees que lo estás haciendo tú. Lo racionalizas y dices que la situación lo exigía, así es como tu ego sigue pensando que todavía eres tú quien manda. Pero no eres tú. La ira surge de antiguas pautas que vienen del pasado, y cuando surge la ira, tú procuras encontrar una excusa. Los psicólogos han experimentado con esto y han llegado a la misma conclusión que la psicología esotérica oriental: el hombre es una víctima, no es el que manda.

Te sientes bien, te sientes mal, y esas sensaciones burbujean desde tu propio subconsciente, desde tu propio pasado. Nadie es responsable excepto tú. Nadie puede ponerte furioso y nadie puede ponerte contento. Si no te das cuenta de esto, seguirás siempre siendo un esclavo.

El dominio de uno mismo se adquiere cuando uno se da cuenta: «Soy absolutamente responsable de todo lo que me ocurre. Ocurra lo que ocurra, sin condiciones, el responsable absolutamente soy yo». Al principio esto te pondrá muy triste y te deprimirá, porque si puedes cargar a otro con la responsabilidad, te sentirás bien porque no has actuado mal.

Si sigues echando la culpa a otros, recuerda que seguirás siempre siendo un esclavo, porque nadie puede cambiar a los demás. ¿Cómo vas a cambiar a otro? ¿Alguien ha cambiado alguna vez a otro? Uno de los deseos más incumplidos del mundo es el de cambiar a otro. Nadie lo ha conseguido jamás. Es imposible, porque el otro tiene su propia existencia y tú no puedes cambiarle.

El cambio básico que se necesita, debes hacerlo en tu interior.