La iluminación espiritual

Fortalecer las dictaduras del enemigo interior

POR: PATROCINIO NAVARRO

Imagen; Fortalecer las dictaduras del enemigo interior; Patrocinio Navarro

EL ENEMIGO INTERIOR

Dictador: persona o entidad que impone sus criterios a otros en beneficio propio y por medios no legítimos: violencia, extorsión, manipulación mental, emocional, etc.

La persistencia histórica de sujetos que han conseguido tomar el control sobre las vidas de otros siglo tras siglo, generación tras generación, nos debería inducir a pensar en las causas profundas de este fenómeno, más allá de las razones divulgadas por los historiadores. Preguntarnos qué hay en el interior de unos y otros para permitir ser dominados o convertirse en dominadores, el por qué de esos juegos de poder entre facciones, personas, ideologías o intereses partidistas con el objeto de controlar parece un asunto lo suficientemente atractivo debido a su extensión en nuestro mundo.

Conocemos historias pasadas y recientes de países cuyos destinos han sido alterados por la mano de hierro de algún personaje casi siempre uniformado cuya aparición propicia la de personas sin conciencia y sin decencia. Ante un golpe de Estado surgen inmediatamente auténticas plagas de sujetos serviles convertidos en funcionarios o aprendices de brujo, imitadores, aduladores, oportunistas, arribistas, grupos financieros, traficantes de todo tipo y de todos los tamaños, amas de llaves de las grandes multinacionales químicas, farmacéuticas, armamentistas, de energías sucias y tribus varias de expertos en artes manipuladoras de la comunicación pedagógicamente programada. Todos ellos forman la corte de los milagros de los dictadores : una enorme telaraña cuyos hilos diseñados y entrelazados de mil modos aseguren un banquete de víctimas al dictador y a sus amigos y protegidos. ¿Y quienes son las víctimas? En primer lugar están las víctimas involuntarias: son los perseguidos, los que sobran en el juego, los más despiertos, los testigos incómodos y los portavoces de la verdad, que jamás aceptarán servir al dictador ni se callarán. A estos se les persigue con fiereza para eliminarles (y para eso están los paseos, gulags, juicios sumarísimos sin pruebas, bombardeos selectivos, clínicas psiquiátricas, escuadrones de la muerte, paramilitares, y otros y métodos practicados por grupos y delatores que llevan a cabo estos actos criminales que nos son bien conocidos. Estas víctimas involuntarias y represaliadas representan, sin embargo, la luz del futuro que todo dictador teme y por ello se esfuerza en apagar.

Entre tanto, son mayoría entre los pueblos las víctimas sometidas, voluntarias o de mala gana, pero convertidas de cualquier modo en mayorías silenciosas ciudadanos pasivos, sumisos, indefinidos, acomodaticios, miedosos, ignorantes, amedrentados de una u otra manera por el poder de la araña dominante y sus métodos. Optan por aceptar su dominación y formar parte del banquete de todos ellos resignadamente cuando menos y aunque coman solo migajitas. Siguen las tradiciones que no molestan a los dictadores, se arremolinan en las plazas públicas donde se les convoca, participan en todos los roles y eventos sociales que se les demanda, y acaban por justificar o callar injusticias y crímenes, y por imitar las nuevas costumbres y métodos de actuación del Gran Dictador en ámbito doméstico o el laboral en la medida de su propio ascendiente.

Llegados a este punto de control, los ciudadanos son considerados ejemplares y el Gran Dictador habla de la madurez de los pueblos. A partir de este espaldarazo recibido por las mayorías sumisas, aumenta sobre cualquier disidente no solo la presión negativa de familia, amigos o compañeros de trabajo, sino la presión policial. De ese modo se hace más fácil la detección y la detención de los que no acatan la tiranía, y una parte de sociedad se convierte en consentidora y hasta delatora. Tenemos ejemplos históricos de sobra: los países del socialismo real y las dictaduras fascistas o parafascistas siempre dirigidas por los intereses del capital, aunque se llame capitalismo de Estado, neoliberalismo, socialdemocracia, o de cualquier otro modo.

¿Qué raíces tiene este árbol de frutos tan podridos? y todavía más: ¿qué hay en las mayorías sumisas para que tan pocos osen rebelarse contra quienes les maltratan, explotan y privan de libertad? ¿Qué hay en lo profundo del alma humana para consentir que sean posibles dominadores y dominados? Comenzamos a acercarnos a los elementos que sostienen a los sistemas de dominación.

Contestar estas preguntas puede ser oportuno, pues nos encaminamos a pasos de gigante a la configuración de los estados modernos como estados dictatoriales y policíacos con tendencia a agruparse bajo los tres conocidos principios demoníacos: ata, separa, domina. ¿Están estos principios lejos de nuestras vidas?

Llegados a este punto es preciso hablar de algo que a muchos ha de parecerles nuevo: se trata de las ANALOGÍAS. Y ¿qué es eso de las Analogías? ¿Son alguna nueva fórmula política, o alguna receta social? En absoluto: se trata de saber qué ingredientes existen en nuestras formas de pensar, sentir y actuar que nos inmovilizan, nos enfrentan o nos vuelven sumisos, blandos y manipulables. Hablamos de programas negativos de los que somos autores y que portamos en nuestro cerebro y en nuestro subconsciente y a los que reforzamos con nuestros actos y nuevos pensamientos de ese orden, y terminan por empujar a nuestra voluntad y dirigir nuestras vidas en la dirección correspondiente a esos programas. Si no auto programamos negativamente, energías negativas procedentes de fuera de nosotros nos influencian por el simple hecho de sintonizar con la frecuencia vibratoria de nuestras ondas cerebrales. Así es cómo somos manipulados mediante ondas de radio (HAARP, por ejemplo), o por almas afines atadas a la Tierra que quieren actuar a través de sus analogías con seres humanos. De este modo también somos influenciables por otras personas a las que consideramos superiores, lo que nos convierte en un canal receptor de sus propias analogías- para nosotros son sus proyecciones-, convirtiéndonos en víctima que le aporta energía mediante la admiración el respeto desmedido, la reverencia, etc. que han despertado en nosotros sus proyecciones. A la vez reforzamos en el otro, el que proyecta, sus propios programas de analogía mediante nuestro acogimiento, admiración y respeto. Este fenómeno es muy típico en las sociedades jerarquizadas, desde una familia hasta un Estado cualquiera, y se convierte así en un factor que fortalece todo sistema de poder.

Jesús dijo según el sentido: Sed sencillos como palomas y astutos como serpientes. Y también: No os hagáis llamar Maestro, porque Uno solo es vuestro Maestro: Cristo. Estas sencillas enseñanzas nos invitan a estar despiertos y nos previenen del orgullo, la sumisión y la auto importancia, que son carceleros de libertad.

Nos creemos libres porque tal vez vivimos en un país de los llamados democráticos o podemos tomar cierto número de decisiones personales sin tener que rendir cuentas a nadie. Nos creemos libres, sí, pero ¿en qué medida lo somos? Podríamos contestarnos con sinceridad y reconocer que solo en la medida que hemos superado nuestras analogías, lo programado; que somos libres en la medida que somos capaces de ejecutar lo que reconocemos como bueno y positivo según nuestro estado de conciencia. Mas si nos hallamos atrapados en los programas de las analogías, actuamos bajo la presión interior de nuestros propios programas, pues encontramos una resistencia que obstaculiza nuestra libertad y no son ya las leyes externas, sino nuestra propia ley personal, nuestra analogía.

Si somos envidiosos no nos alegramos de que asciendan a un compañero que suponemos con menos méritos que los nuestros, o que le toque la lotería a un vecino. Aunque por educación y con sonrisa de fachada felicitemos a uno y otro, en nuestro interior no estamos tan contentos como damos a entender. La envidia resulta ser la analogía causante de nuestra actitud interna. Así sucede con otras analogías como la ira, el odio, el deseo de dominar, el afán de reconocimiento, la ambición, los celos, y todos esos impulsos negativos que son nuestros carceleros internos y que solo nos procuran infelicidad, conflictos, tensan nuestro sistema nervioso y nos enfrentan siempre...¿Adivinan ya con quién?... Con quien tiene nuestras mismas analogías. Así es cómo vemos la paja en el ojo ajeno olvidando que miramos con una viga en el nuestro. Del mismo modo aprendemos a ver a otros como culpables de nuestras desgracias. Con estas bases podemos ser hasta colaboradores de cualquier dictador.

El no querer reconocer estos enemigos internos, el pretender siempre justificar nuestras acciones negativas culpando a otros o a las situaciones conduce a que ocupen más y más posiciones de fuerza en nuestro campo de pensamientos y sensaciones y arraiguen más en nuestro subconsciente todas esas causas que no produjeron estos indeseados. Desde ahí nos dirigen y quieren convertirse en palabras y actos. Estos son los programas que acaban por controlar nuestra vida a no que ser que los reconozcamos y los transformemos en otros positivos aumentando así nuestro nivel de consciencia y de paso liberemos parte de nuestro poder secuestrado.

El cristianismo originario dice cómo: Reconoce tu analogía, ( o pecado, como queramos llamarle) arrepiéntete del mal que hayas hecho a otros, reconcíliate con tu prójimo, pide perdón a Cristo, purifica con Su ayuda y no vuelvas a hacer nada igual o parecido. Para esto no es preciso ningún cura, ninguna iglesia, ningún rito ni ceremonia.

Las analogías, mientras tanto, por un lado son factores de desequilibrios personales, generadores de enfermedades y desavenencias, y desencadenantes de accidentes y otros golpes del destino, y por otro lado son los peligrosos topos que socavan nuestros cimientos y defensas mientras fortalecen los cimientos y defensas de todo sistema autoritario.

Oímos hablar mucho y hablamos muchos de libertad; ansiamos vivir en sociedades libres, justas, pacíficas y solidarias, donde reine el respeto y la comprensión, y eso es perfecto pero ¿pueden llegar a existir mientras portemos estas cargas de profundidad que dinamitan todas esas posibilidades?


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