La iluminación espiritual

Capitalismo la agonía de la bestia

POR: PATROCINIO NAVARRO

Imagen; Capitalismo la agonía de la bestia; Patrocinio Navarro

LA AVARICIA ROMPE EL SACO

Es noticia mundial el desconcierto que sacude los mercados del dinero hasta el punto de que el propio gobierno de los EEUU (el corazón de la bestia capitalista) se ha visto obligado a renunciar nada menos que a los principios del propio capitalismo, y ahora viene a nacionalizar los grandes bancos que allí quiebran, que ya suman dos, y la aseguradora global AIG. Cual no será el pánico y cual no será su reflejo a nivel internacional que hoy mismo los seis grandes bancos centrales del mundo globalizado por ellos se han visto obligados a hacerse trasvases multimillonarios de dinero en un intento desesperado por salvar al mercado de las leyes del propio mercado, (oh, ironía) hasta el punto que Chávez, hoy mismo, debe estar muerto de risa al ver cómo los jerifaltes del capitalismo han sido convencidos de la necesidad de socializar los bancos después de haber sido presentado ante el mundo como un peligroso nacionalizador. Pero no nos engañemos; no vayamos a creer que el capitalismo se ha hecho marxista. Pragmáticamente intenta, movido por la fuerza del miedo, a saltarse sus propias reglas, pero a cambio de socializar las pérdidas de los capitalistas privados. O sea: cuando ganan estafándonos a todos, se quedan con la pasta, pero cuando dicen que se arruinan, los bancos centrales cogen el dinero de nuestros impuestos, que controlan nuestros gobiernos y se les ayuda para que vuelvan a salir a flote. Es decir: volver a robar como antes. ¿Bonitos propósitos, no les parece? Crecimiento ilimitado a costa de nuestros depauperados ingresos y del Planeta que se están cargando sin miramientos mientras ven si hay vida posible para ellos en otros.

PERO ESTA HISTORIA NO FUNCIONARÁ

Recordemos que el origen del problema es que los bancos se han pasado de la raya roja de la codicia y la mentira y como dice el refrán " la avaricia rompe el saco". Efectivamente el saco se rompió, pero ninguno de los buitres financieros quiso reconocerlo y ocultó datos jugando al póquer de farol intentado hacer creer que los perros se atan con sus longanizas. Pero no eran tales, como vemos, sino maromas podridas, lo que sujetaba sus cuentas, y ahora comienzan a romperse y caer contra el duro suelo de la realidad y dejan salir lo que había dentro sus cajas acorazadas: aire viciado. Viciado por su falta de ética más elemental, sus toneladas de embrollos, sus manipulaciones codiciosas, y su egocentrismo insolidario y violento contra los pobres del mundo.

Pretenden los bancos y sus aliados naturales, los gobiernos de todo el mundo, que los endeudados por ellos, cuyos ahorros administra cada Estado, que acudan a salvarlos encima de que están siendo estafados por ellos con hipotecas escandalosas. Pues va a ser que no, señores banqueros, que fueron tan lejos de casa que ahora por más combustible que se les regale a sus mercedes no es suficiente para que lleguen a las islitas de oro donde residen sus sueños y sus vientres mimados. Esto es como un moribundo que por más transfusiones de sangre que se le hagan, se muere sin remedio. Y les contaré cómo funciona: los bancos no se fían unos de otros, (tampoco los bancos centrales, como es natural, ni los gobiernos que los respaldan), y eso altera el ritmo del flujo del dinero a las industrias, y además lo encarece. Poco a poco desparecerán las industrias menos competitivas, empezando por las pequeñas y medianas (como está sucediendo con los bancos) y luego irán las otras en cascada. Estamos ante una crisis industrial irreversible de la que los primeros síntomas alarmantes son el pinchazo de la burbuja inmobiliaria, la del automóvil y todas las industrias anexas, y así. Y no habrá suficiente dinero ni suficiente nivel de confianza entre Bancos Centrales para afrontar el efecto dominó de la caída industrial. Pero esto no acabará ahí, sino que las consecuencias sociales serán tremendas: desempleo a niveles desconocidos, salarios a la baja para compensar a los pobres capitalistas, y fin del llamado Estado del Bienestar asistencial (que no hay que confundir con Justicia Social) para el tercio mundial que aún goza de esa limosna compensatoria de sus derechos.

Este conjunto de factores pinta mal el inmediato presente. Están asegurados los conflictos sociales, pues el descontento crecerá por días, pero los gobiernos no acudirán en nuestra ayuda como hacen con los bancos, sino que aumentarán los policías y las demás fuerzas armadas, y los gastos sociales se convertirán en gastos militares que justificarán cínicamente para proteger nuestra seguridad. De modo que las democracias, ya de por sí raquíticas y manipuladas se parecerán cada vez más a las premoniciones del Gran Hermano de Orwell y a su Granja Animal. Para entendernos rápidamente: el capitalismo se acaba, y como todos los monstruos agonizantes no puede esperarse de él otra cosa que violentos estertores de los que conviene prevenirse.

Afortunadamente, no es el fin del mundo: solo el fin del capitalismo.

Después de esto vendrá algo que difícilmente puede ser peor. Pero eso depende de cada uno de nosotros. Por ser pasivos y dejar hacer, miren a lo que hemos llegado por ese camino.

Es el momento del pensamiento alternativo.

Es la hora de la verdad.


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