Cambiate ahora a ti mismo

Cuando has sentido tu incapacidad para cambiar al mundo y a los demás, ya solo te queda una opción: cambiarte a ti mismo. Si tú cambias, todo cambia.

ANTHONY DE MELLO

Si quieres cambiar el mundo, cámbiate a ti mismo

El texto que traigo hoy para su meditación podría ser autobiográfico.
¿Quién no ha sentido, en el ardor de su juventud, la llamada a cambiar el mundo?

Puede que te volcaras en la política, o en el voluntariado social… La sociedad no es justa, y hay que cambiarla. Son necesarias otras leyes, otra economía, otras relaciones internacionales… Pero el tiempo te lleva a comprobar que, pese a tus éxitos y logros, el mundo sigue siendo injusto… Y puede que te decepciones, y que consideres que cuanto has hecho ha supuesto un gran fracaso, pues no has logrado la meta anhelada.

Y puede que abandones o que, en el mejor de los casos, te lances a despertar conciencias, convencido de que si los demás fueran mejores todo mejoraría. Pero algunos no quieren despertar, prefieren seguir sumidos en el sueño en el que viven. Y puede que te decepciones, que aborrezcas a tu prójimo y que consideres que cuanto has hecho ha supuesto un gran fracaso, pues no has logrado la meta anhelada.

Cuando has sentido tu incapacidad para cambiar al mundo y a los demás, ya solo te queda una opción: cambiarte a ti mismo… Y la sorpresa que te espera es que, si tú cambias, todo cambia. No son las palabras las que transforman a los demás, sino los ejemplos… Las grandes ideas se transmiten de corazón a corazón, no a través de campañas ni grandes discursos. Tu cambio transforma a los demás, y al mundo, y a sus leyes y a su economía… Porque todo lo bueno y lo malo nace del corazón del hombre.

Anthony de Mello lo expresa con sencillez y ternura, como suele hacerlo… Disfruta de la lectura, y déjate transformar por sus palabras y -muy especialmente- por su ejemplo:

El sufí Bayazid dice acerca de sí mismo: De joven yo era un revolucionario y mi oración consistía en decir a Dios: ‘Señor, dame fuerzas par cambiar el mundo’. A medida que fui haciéndome adulto y caí en la cuenta de que me había pasado media vida sin haber logrado cambiar a una sola alma, transformé mi oración y comencé a decir: ‘Señor, dame la gracia de transformar a cuantos entran en contacto conmigo. Aunque solo sea a mi familia y a mis amigos. Con eso me doy por satisfecho’.

Ahora, que soy un viejo y tengo los días contados, he empezado a comprender lo estúpido que yo he sido. Mi única oración es la siguiente: ‘Señor, dame la gracia de cambiarme a mí mismo’. Si yo hubiera orado de este modo desde el principio, no habría malgastado mi vida.

Todo el mundo piensa en cambiar a la humanidad.
Casi nadie piensa en cambiarse a sí mismo.