La iluminación espiritual

Yoga para alcanzar el Samadhi

UNA GUÍA PARA LLEGAR A SAMADHI

Samadhi es el estado de conciencia que se alcanza cuando, durante la meditación, la persona siente que se está fundiendo con el universo.

Samadhi es un tema de moda en los círculos de yoga. Algunos practicantes creen que samadhi e iluminación son sinónimos. Otros piensan que samadhi lleva a la iluminación, mientras otro grupo está convencido de que samadhi hace que la mente se ponga en blanco. Algunos esperan que samadhi caiga en sus manos si oran con suficiente fervor y otros creen que las técnicas de yoga y meditación los acercarán a samadhi o atraerán a samadhi hacia ellos. En mis 30 años de carrera como maestro, he conocido a muchos estudiantes y personas de diferentes estilos de vida que buscan la verdad. Me he dado cuenta de que son buenas personas, que son muy sinceros. Todos ellos tienen una cualidad en común – un gran deseo de experimentar samadhi.

Tratar de alcanzar samadhi sin tener una idea clara de lo que es, sin adoptar una estrategia sistemática y sin completar los pasos preparatorios, es como tratar de construir un rascacielos sin haber visto uno, sin un proyecto impreso y sin saber cómo establecer sus cimientos. Perderás tu tiempo y tu energía. Así como dominar cualquier materia – ya sea cirugía, física o música – requiere una preparación prolongada y sistemática, lo mismo para alcanzar el más alto objetivo del yoga. Este objetivo solo es alcanzable por aquellos que siguen un sistema.

El Bhagavad Gita, uno de los textos de yoga más aclamados, delinea los prerrequisitos elementales. Sostiene que la práctica de yoga está libre de dolor para aquellos que, en su vida diaria, balancean adecuadamente sus hábitos alimenticios, su rutina de ejercicios, su forma de pensar, sus hábitos de dormir y sus acciones. Estos cinco elementos son esenciales para establecer los fundamentos de una práctica de meditación. Los que comen demasiado o no comen lo suficiente tienden a enfermarse. Los que hacen demasiado ejercicio o muy poco, sufren de agotamiento físico o pereza. Los que piensan demasiado o que no usan su mente apropiadamente, se convierten en víctimas de ansiedad o estupor. Los que duermen demasiado o muy poco sufren de inercia o alucinaciones. Los que actúan sin entender la importancia de sus actos y sus consecuencias sufren de dudas y miedo. Cuando diseñamos nuestra práctica con la guía de estos cinco elementos, nuestra vitalidad, resistencia, comprensión, frescura y espontaneidad se expanden. Y cuando estas cualidades se expanden, también lo hace nuestra capacidad de concentración.

Sobre este fundamento sólido empiezas a construir los tres pilares de la práctica del yoga:

  1. Dharana (concentración)
  2. Dhyana (meditación)
  3. Samadhi (absorción espiritual).

Estos tres pilares son como las tres etapas de una peregrinación. Supongamos que para profundizar en el tema de la espiritualidad, decides hacer una peregrinación al Monte Kailash. Durante varias semanas antes de partir te concentras en preparar el viaje – en reunir todo el equipo y la ropa necesaria, empacar, y después tomar el largo vuelo hacia Nepal. Una vez en Nepal, te preparas mentalmente para sobrevivir el viaje de seis días en jeep a lo largo de caminos de tierra llenos de hoyos hacia el Monte Kailash. Casi no puedes respirar por la altura y el polvo tan denso, el sol te ciega y los saltos en el jeep son tantos que sientes que tu espalda te está matando. Tienes calor todo el día, frío en la noche, te sientes débil y cansado casi todo el tiempo. Entonces, llega el día de la ardua escalada alrededor del monte Kailash y después el descenso. Durante este trayecto de tres días solo te queda respirar y dar un paso a la vez.

Al principio necesitas todas tus fuerzas, pero una vez que encuentras tu propio ritmo, es como si la montaña misma te levantara y te llevara. Al llegar a la cima te sientes lleno de dicha y de un sentimiento de logro. Cuando regresas a casa, te toma casi un mes recuperarte, pero el gozo exquisito que sentiste al llegar a la cima permanece en tu recuerdo. Ese sentimiento sublime se queda contigo como un dulce susurro llamándote a regresar a tu yo interior. Eso es lo que implica esta triple práctica progresiva: primero, esfuerzo concentrado, conocido como dharana; segundo, el continuar sin esfuerzo y permanecer con plena conciencia de ti mismo y tu entorno, conocido como dhyana; y tercero, volverte uno con la experiencia resultante de este fluir sin esfuerzo. Esto es samadhi.

Los Yoga Sutras, el texto más importante de filosofía y práctica del yoga, se refiere a estos tres pasos como samyama. Al unir progresivamente los tres pilares -dharana, dhyana y samadhi- el término técnico de samyama nos dice que hay un proceso natural para iniciar nuestra práctica y llegar al objetivo final. La mayoría de los aspirantes deben seguir este procedimiento. Hay algunas raras excepciones – una que llega de la completa entrega a la voluntad de Dios, la cual no sucede frecuentemente. La gracia de Dios tiene su propio proceso de selección, cuando llega, llega; y cuando no, simplemente no llega. Por lo tanto, concentrémonos en los tres elementos que dependen del esfuerzo humano: dharana, dhyana y samadhi.

DHARANA

Primer paso: Dharana, se traduce libremente como concentración.

Los Yoga Sutras dan una definición específica a esta palabra: confinar a la mente o fijarla en un espacio bien definido. El espacio es infinito. Y como no tiene forma ni color, identificar al espacio es muy difícil. Por lo tanto, para confinar la mente a un espacio, primero hay que separarla del resto del espacio infinito poniendo límites alrededor de ella. Al hablar sobre concentración, el sabio Vyasa, el comentador más importante de los Yoga Sutras, nos recomienda traer la mente a un espacio que esté bien definido, tal como el área alrededor del ombligo, el centro del corazón, el espacio entre las cejas o a un punto externo tal como la llama de una vela o una imagen en particular.

Una vez que has decidido el lugar al que traerás tu mente, debes seleccionar un objeto que ocupe ese espacio. El objeto que selecciones – ya sea la cruz, la Estrella de David, una imagen de Ganesha, un yantra o un mantra – facilita a la mente estabilizarse dentro de los confines de ese espacio. Aun así, cuando centres tu mente en ese objeto, pronto notarás que también estás contactando muchos otros objetos además del que habías elegido. En otras palabras, la mente está distraída.

La distracción es la tendencia que tiene la mente de entrar en contacto con varios objetos a una gran velocidad, olvidarse del objeto principal de cual se suponía que tenía que estar consciente, así como del espacio en el cual ese objeto iba a estar confinado. En lugar de darte por vencido ante este hábito de la distracción, regresa tu atención hacia el objeto elegido y permite a la mente centrarse en él. Al practicar este proceso de regresar a la mente una y otra vez, desarrollarás el hábito de mantener ese objeto en tu campo mental por un periodo más largo. Si el objeto de concentración se queda en tu mente por un periodo de tiempo más largo que el objeto que te distrajo, has llegado a un estado de concentración. La concentración y la distracción corren una al lado de la otra. La única diferencia es que una de las corrientes – la de la concentración – es más fuerte, más pesada, más llena que la otra. Eso define a la concentración. No es que tu mente ya no se distraiga, sino que el objeto de concentración permanece más tiempo en tu mente que el objeto de la distracción.

DHYANA

Segundo paso: Conforme la concentración madura, se convierte en meditación, o dhyana.

La meditación empieza cuando el proceso de centrar tu mente en el objeto que ocupa ese espacio ya no es interrumpido por ningún otro pensamiento, o que la mente permanece en ese objeto por un largo periodo de tiempo sin tantas interrupciones. Así que dhyana es una continuación de dharana; la meditación es un estado más maduro de la concentración.

Los estudiantes frecuentemente se preguntan en qué punto el proceso de concentración se convierte en meditación. Muchos sabios y yoguis dicen que si tu mente permanece concentrada en un objeto durante por lo menos 12 respiraciones, has alcanzado un estado de meditación. Si, dentro del periodo de 12 respiraciones tu mente se mueve de un objeto al otro, aún estás en la etapa de concentración. Piensa en el proceso de vaciar aceite de un contenedor a otro. El aceite es grueso y viscoso, así que fluye de una manera continua. El constante fluir de la conciencia es meditación. Y cuando este proceso de conciencia constante se hace más largo, madura al tercer paso, que es samadhi.

SAMADHI

Tercer paso: Samadhi empieza cuando la mente se absorbe completamente en el objeto que ocupa el espacio que le ha sido asignado.

En samadhi, el proceso de concentración, el objeto de concentración, y la mente que está tratando de concentrarse o meditar, todos se han convertido en uno. La mente ya no está centrada en el objeto de una manera objetiva. Todo lo que permanece en la consciencia es el contenido, la esencia de ese objeto. En otras palabras, en samadhi estás consciente solo de la esencia, y no de los detalles. Por ejemplo, si has estado meditando en la cruz, ya no estás consciente de que está hecha del más fino marfil, o de que está cubierta de oro. Todo lo que permanece es la consciencia de un objeto con un gran sentido de santidad y divinidad, y de tu relación con esa divinidad superior. Ese sentimiento está ahí, eso es todo. Y en ese sentimiento, parece como si el objeto no tuviera forma propia. Ya está totalmente desprovisto de forma. Todo lo que queda es consciencia pura. A eso se le llama samadhi.

Examinemos la diferencia entre meditación y samadhi. En meditación estás totalmente centrado, pero ese estar centrado solamente se refiere al hecho de que tu mente está centrada en un objeto. Si lo analizas, verás que en el fondo, la mente no está perfectamente centrada. Aún en meditación sigues consciente de ti mismo como un meditador, y al mismo tiempo estás consciente del objeto de la meditación y del proceso de la meditación.

Así que tres cosas se están llevando a cabo en tu mente:

  1. Sabes que está meditando.
  2. Sabes en qué estás meditando.
  3. Tienes consciencia de que eres tú el que está meditando.

Sin embargo, solo tienes una mente y esa mente no puede dividirse en partes. No es que una parte de tu mente esté en ti mismo y otra en el objeto de meditación. Es un asunto de intensidad. Cuando estás meditando, estás más consciente del objeto de tu meditación que de ti mismo o del proceso de meditar. Así, una corriente de consciencia es la corriente principal en tu campo mental y las otras dos corrientes son secundarias.

Tras practicar el centrar tu mente en el objeto de meditación que hayas elegido, eventualmente tu consciencia se vuelve tan centrada en ese objeto que no queda ni una sola parte de la mente para analizar, sentir y pensar que tú eres el meditador y que éste es el proceso de meditación. Se requiere una absorción absoluta en el objeto de tu meditación para que estas tres corrientes puedan llegar a unirse. Es por eso que samadhi es llamado absorción espiritual. No hay parte de la mente que pueda ocuparse de otra cosa que no sea el objeto de tu meditación.

Cuando eso sucede, no hay causa interna o externa que te distraiga. Simplemente estás en un estado de profunda quietud y tranquilidad. Y ese estado puede durar 30 segundos o dos minutos (mucho más cuando se tiene experiencia), y luego, de repente, te vuelves consciente de algún sonido externo, piensas en checar tu correo, o recuerdas que tienes que reunirte con alguien, y fluyes de samadhi hacia el exterior. Te das cuenta de que estás sentado en tu cojín de meditación y que aún te queda tiempo para seguir practicando, así que empiezas de nuevo, haciendo un esfuerzo para pasar de concentración hacia meditación y samadhi.

Si no tienes mucha práctica, regresar a samadhi puede tomar algo de tiempo, aunque aún está muy fresco en tu mente el recuerdo de ese gozoso estado y de cómo llegar a él. Si ya tienes experiencia practicando, no te llevará mucho tiempo.

Puede tomar solo una fracción de segundo salir de samadhi hacia concentración, pero también puedes ir de regreso muy rápidamente. La práctica diaria refuerza la experiencia gozosa de samadhi, haciendo a tu memoria más fuerte, más clara y profunda y así permitir traer ese recuerdo a voluntad. Esta práctica te dará la posibilidad de llegar a samadhi más rápido y con menos esfuerzo. Es por eso que una práctica diaria consistente es la mejor manera de llegar y retener la experiencia de samadhi.

SEÑALES DE PROGRESO ESPIRITUAL

Antes de llegar a samadhi, se experimenta una quietud que causa mucha emoción.

En esta quietud también surgen experiencias que pueden distraerte, tales como clarividencia o experiencias extrasensoriales. A estas experiencias se les llama siddhis – logros yóguicos para aquellos que nunca han experimentado samadhi, y obstáculos para aquellos que ya lo han experimentado. Estos siddhis, independientemente de cuán profundos o superficiales sean, qué tan significativos o no sean, son signos de que estás en camino hacia samadhi. Como practicante, no debes estar ansioso por estas señales ni tener miedo si es que aparecen. Simplemente mantente enfocado en tu destino, en tu objetivo final, que es samadhi en sí mismo. Además, el sentir ansiedad respecto a cuándo vas a llegar ahí, dudas acerca de si vas a llegar o no, temor de nunca llegar y preocupación sobre qué te pasará a ti y a tus seres queridos si es que efectivamente llegas, son el campo de cultivo de las distracciones. No preocuparse demasiado sobre samadhi, y al mismo tiempo esforzarse por llegar ahí, es la manera más natural de proteger a la mente de todas las distracciones posibles. Es por eso que los yoguis dicen, Trabaja fuerte pero no te lo tomes tan en serio. Logra lo más alto pero no le des tanta importancia. Esta actitud, llamada vairagya (desapego), es necesaria para proteger y nutrir tu práctica.

Habrás escuchado que la práctica hace la perfección. Pero es importante recordar que solo la práctica perfecta lleva a la perfección. Construir tu práctica puede compararse con construir una casa. Una casa puede ser grande o pequeña, simple o elaborada. Una casa puede contar con las mejores instalaciones o faltarle aún las más básicas. Es el mismo caso con la práctica. Puede ser profunda o superficial. Puede ser diseñada para llevarnos hasta samadhi o simplemente conformarse con las expectativas culturales. La función de la práctica determina la forma. Entre más elevada sea la forma y más grande la meta y el objetivo, más detallados deben ser los planes para llegar a ese objetivo.

El aspecto más importante en este plan, es construir unos cimientos que sean capaces de soportar la estructura que desees construir sobre ellos. Los fundamentos de cualquier práctica fructífera son los que nos dice el Bhagavad Gita, mencionados anteriormente: debemos balancear nuestra dieta, la cantidad de ejercicio que hacemos, nuestros pensamientos, nuestras horas de sueño, y nuestras acciones. Después de estos puntos, es necesario asegurarse de mantener una postura física adecuada durante la práctica. La postura más propicia es aquella en la que la cabeza, cuello y tronco están en línea recta, los hombros relajados y la respiración serena. Después hay que unir nuestra mente con la respiración. Unir las fuerzas de nuestra respiración y mente nos permite concentrarnos en el objeto que hayamos elegido con menos distracciones y por lo tanto por periodos de tiempo más largos. Una concentración prolongada se convierte en meditación, y la meditación en samadhi. La experiencia repetida de dharana, dhyana y samadhi profundizan nuestra memoria de samadhi.

En subsecuentes sesiones de práctica, esta memoria nos lleva hacia samadhi al mismo tiempo que atrae a samadhi hacia nosotros. Entonces llega un momento cuando este proceso se vuelve absolutamente libre de esfuerzo. Este estado de samadhi libre de esfuerzo es llamado dharma megha samadhi, un samadhi cargado con una nube de virtudes espiritualmente edificantes y experiencias iluminadoras. De aquí emerge un estado de conciencia indescriptible, libre de todo deseo, incluyendo el deseo de cualquier beneficio de samadhi otro que samadhi mismo. Este es el estado de nirbija samadhi – el más alto samadhi, que sabios como Patanjali y Buddha experimentaron. Ojalá nosotros, sus estudiantes, algún día alcancemos esa luminosa experiencia.