La iluminación espiritual

Unión de religiones

Armonía de los Profetas

Por una parte, Bahá’u’llah nos enseña que todos los profetas eran portadores de auténticos Mensajes de Dios; que cada uno en su propia época reveló las más altas enseñanzas que la gente de entonces podía recibir y educó a los hombres a fin de que estuviesen preparados para recibir las enseñanzas futuras a fin de que estuviesen preparados para recibir las enseñanzas futuras de sus sucesores.

Recomienda a los adherentes de cada religión, que no nieguen la inspiración divina de sus propios Profetas, sino que reconozcan es inspiración en todos los demás Profetas, para que se den cuenta de que las enseñanzas de todos está esencialmente en armonía, y todos formamos parte para anunciar, a todos los vientos, la educación y la unificación de la humanidad.

Exhorta a los creyentes de todas las sectas a que demuestren su reverencia por su Profetas, dedicando sus vidas al trabajo de obtener esa unidad por la que todos los Profetas trabajaron y sufrieron. ¡OH pueblo! Las palabras son reveladas de acuerdo con la capacidad, para que los principiantes puedan hacer progresos.

Religión y Política

Los bahá’ís creen que la religión y la política no se mezclan bien.

Las enseñanzas bahá’ís claramente delimitan a la religión y la política como dos esferas separadas de la actividad humana:

La religión está relacionada con las cosas del espíritu, y la política con las cosas del mundo. La religión tiene que actuar en el mundo del pensamiento; en cambio, el campo de la política está situado en el mundo de las circunstancias externas.

‘Abdu’l-Bahá habló directamente sobre el contraste entre la actividad política y la espiritual muchas veces, pero su charla sobre el tema en París en 1911 definitivamente presenta el ideal bahá’í de la separación de la religión y la política de una nueva manera – enfocándose en el amor:

Debemos encontrar el modo de difundir el amor entre los hijos de la humanidad.

  • ¡El amor es ilimitado, sin fronteras, infinito! Las cosas materiales son limitadas, circunscritas, finitas. Nunca podréis expresar adecuadamente el amor infinito con medios finitos.
  • El amor perfecto requiere un instrumento desprovisto de egoísmo, absolutamente libre de cualquier clase de restricciones.
  • El amor a la familia es limitado; el vínculo de sangre no es el lazo más fuerte. Con frecuencia, miembros de una misma familia están en desacuerdo, e incluso llegan a odiarse unos a otros.
  • El amor patriótico es finito; el amor al propio país que despierta el odio hacia los demás, no puede ser un amor perfecto. E incluso los mismos compatriotas no están libres de disputas entre ellos.
  • El amor por la raza es limitado; en éste se muestra una cierta unión, pero no es suficiente. ¡El amor debe estar libre de fronteras!
  • El amor por nuestra propia raza puede significar el odio a las demás y, con frecuencia, individuos de la misma raza se tienen aversión.
  • El amor político también está muy ligado con el odio de un partido hacia otro; este amor es muy limitado e incierto.
  • El amor por el servicio al interés común es igualmente fluctuante; con frecuencia surge la competencia que conduce a los celos y, con el tiempo, la envidia reemplaza al amor.

Hace unos años, Turquía e Italia mantenían un entendimiento político amistoso; en la actualidad están en guerra.

Todos estos vínculos de amor son imperfectos. Es evidente que estos limitados vínculos materiales son insuficientes para expresar adecuadamente el amor universal.

El gran amor desinteresado por la humanidad no está limitado por ninguna de estas imperfecciones, de estos lazos semi egoístas; éste es el único amor perfecto, posible para toda la humanidad, y que solo puede alcanzarse por el poder del Espíritu Divino. Ningún poder de este mundo puede lograr el amor universal.

Dado que la Fe Bahá’í enseña que el amor por toda la humanidad puede revitalizar el mundo y llevarlo a la unidad, los bahá’ís entienden que escogiendo un lado u otro en las divisiones políticas partidaristas de nuestro tiempo solo llevaría a continuar la fragmentación y la desunión.

Esta perspectiva no significa que los bahá’ís eviten involucrarse en sus respectivas sociedades. De hecho, Bahá’u’lláh insta a los bahá’ís a que tomen una parte activa en la sociedad civil, a trabajar ardua y laboriosamente para el mejoramiento de sus aldeas, pueblos, ciudades y localidades:

Preocupaos fervientemente de las necesidades de la edad en que vivís y centrad vuestras deliberaciones en sus exigencias y necesidades.

Claro que los bahá’ís votan, participando en las elecciones en sus países, y votando por la persona que ellos sienten haría el mejor y más ético trabajo. Los bahá’ís no votan por líneas partidistas, se identifican con los partidos políticos o aceptan cargos políticos, sino que prefieren dedicar sus energías al crecimiento espiritual de la humanidad:

La política se ocupa de las cosas materiales de la vida. Los maestros religiosos no deberían invadir el campo de los políticos; deberían preocuparse de la educación espiritual de la gente; deberían dar siempre buenos consejos a las personas, tratando de servir a Dios y a la raza humana; deberían esforzarse por despertar la aspiración espiritual, y tratar de aumentar el entendimiento y el conocimiento de la humanidad, de mejorar la moral y de incrementar el amor a la justicia.

Que voluntariamente se sometan a todo rey justo y que sean buenos ciudadanos para todo gobernante generoso. Que obedezcan al gobierno y no se mezclen en asuntos políticos, sino que se dediquen al perfeccionamiento del carácter y del comportamiento, y fijen su mirada en la Luz del mundo.

Esta relación única entre la Fe Bahá’í y los cientos de naciones y culturas donde existe, significa que los bahá’ís concentran sus esfuerzos en construir una nueva comunidad global. El partidarismo, como señala ‘Abdu’l-Bahá, nunca puede construir unidad entre todos los pueblos – solo una basada en amor universal y la paz puede. Los bahá’ís creen que el mundo ha entrado en un período de transición de un conjunto de reglas políticas a otros – que los viejos principios divisivos de la política partidarista eventualmente darán paso a un nuevo cuerpo político, ahora en proceso de formación, que en última instancia unificará las naciones y pueblos en contienda de todo el mundo.