La iluminación espiritual

Tu en el milagro del universo

POR: PATROCINIO NAVARRO

Imagen; Tu en el milagro del universo; Patrocinio Navarro

DIOS NO JUEGA A LOS DADOS

Muchos se hacen la pregunta de si existen los milagros, y de existir, ¿qué podría ser considerado como tal? En el diccionario María Moliner se define la palabra milagro de la siguiente manera: Suceso que ocurre contra las leyes de la naturaleza, realizado por intervención sobrenatural de origen divino. Podemos preguntarnos si tal definición no encierra una contradicción en sí misma, pues ¿acaso las leyes de la naturaleza no son de origen divino? Y de serlo, ¿cómo podría ser posible que hubiese una intervención sobrenatural, o sea, del mismo Dios, contra Sus propias leyes? Si tal cosa fuese posible, tendríamos que admitir que Dios es un ser caprichoso que juega con Su creación, y que además deja que otros lo hagan por Él, por ejemplo los llamados santos. También podríamos pensar que Dios ideó el Universo, del que forma parte la Naturaleza, según criterios aleatorios, lo que inevitablemente conduciría al caos aquí o allá antes o después. Sin embargo, observamos que tanto el Universo como la Naturaleza se rigen por inalterables leyes físicas que son los aspectos visibles de un orden espiritual que se manifiesta ya en el mundo subatómico mediante paquetes de energía espiritual llamada subcuántica, que nutre a los cuantos, los paquetes de energía material descubiertos por Max Planck. Y todo este movimiento, que es el movimiento que rige el mundo material y que procede de la energía divina, obedece a leyes que la Física Cuántica, que es ahora mismo la vanguardia de la Ciencia, apenas si comienza a conocer. Esto nos da una idea del enorme grado de ignorancia que existe sobre las causas profundas del funcionamiento de las leyes naturales, y por supuesto, acerca del papel de Dios en todo ello, máxime cuando todavía tantos científicos se declaran ateos y tantos creyentes viven en la creencia de que Dios es un ser capaz de alterar sus leyes según le convenga para favorecer a unos o castigar a otros, incluso con el Infierno.

En la Biblia, para bien o para mal, según la intención de la casta sacerdotal elaboradora de los textos, hay numerosos ejemplos de supuestos milagros, algunos de ellos hasta convertidos en dogmas por la Iglesia, como el de la ascensión al cielo con su cuerpo físico de María, la madre de Jesús, o este otro de que Cristo aparezca en la hostia cuando cura el cura la bendice en la misa. Cualquiera puede encontrar en los textos bíblicos esta clase de cosas extrañas que son absurdas por contrarias a las divinas leyes de la Naturaleza. Dios, como decía Einstein, no juega a los dados, ni, por supuesto contra Su propia Creación.

La dificultad de explicar racional, científica e intelectualmente ciertos hechos como las curaciones de Jesús a leprosos, paralíticos, ciegos, etc., el verlo caminar sobre las aguas, calmar los vientos, u otros hechos asombrosos ha hecho que muchos, incluso cristianos como el mismo Tolstoi,- tan avanzado en otros aspectos del cristianismo- hayan negado la posibilidad de los milagros. No digamos de ateos, racionalistas o científicos. Tras esta negación, en el fondo no tenemos más que la oposición del intelecto humano, que al fin y al cabo es un aparato sumamente imperfecto. Y es que el intelecto, como instrumento del ego, se suele arrogar el derecho de juzgar a Dios, porque cree estar por encima desde la Caída.

Sin embargo, cuando pensamos en el poder de Cristo en Jesús de Nazaret no nos parece nada extraño que haya sido capaz de hacer todo eso que narran los Evangelios, e incluso que Lázaro despierte de una muerte aún reciente cuando su alma no se ha ido del todo, etc. Todo esto era posible para Jesús, así lo entiendo, porque conocía perfectamente las leyes del mundo espiritual y material, y podía intervenir sin alterar su esencia, siempre en beneficio en última instancia del alma de aquellas personas a las que ayudaba, y nunca pensando en el cuerpo físico, pues es sabido que quien sana su alma puede sanar su cuerpo, y que al revés no funciona.

Pero si pensamos en milagros como hechos maravillosos aunque no conozcamos al detalle por qué ocurren, ¿no es acaso milagroso que en cada respiro tomemos la energía vital del Universo, de Dios, que nos mantiene? ¿No es milagroso engendrar y parir un ser humano en el que un alma espera pacientemente integrarse en el cuerpo al que acompañó desde fuera en el proceso de la gestación hasta el instante exacto en que el bebé llora por vez primera? ¿no es un milagro que los átomos se agrupen de tantas maravillosas maneras en el universo material desde una estrella a un Planeta hasta una simple flor perfumada? ¿No es un milagro nuestra presencia como especie en el Cosmos infinito? Creo que todo esto son milagros y que su fuente de energía no es otra que el amor de Dios, sepamos o no el por qué suceden las cosas. De lo que sí podemos estar seguros es de que Einstein llevaba razón: Dios no juega a los dados.


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