La iluminación espiritual

¿A quien sirve el orden mundial?

POR: PATROCINIO NAVARRO

Imagen; ¿A quien sirve el orden mundial?; Patrocinio Navarro

ECONOMÍA, POLÍTICA Y RELIGIÓN

Los tres pilares del orden mundial.

El Orden Establecido se asienta sobre tres pilares fácilmente reconocibles: economía, política y religión. De ellos, como ramas de un árbol, derivan todas esas formas que adoptan nuestras sociedades en cada uno de esos campos íntimamente unidos entre sí por lo evidente: intereses materiales, de prestigio y de poder. Esa es la savia negra que cohesiona los variados grupos de este nuevo orden feudal mundial, y no es una fuerza política lo que hay detrás, ni una filosofía, ni siquiera una forma común de análisis social sino otra cosa que intentaremos ver.

Ante todo, ¿es algún tipo de orden este llamado Nuevo Orden Mundial o Neoliberalismo? Y en el caso de que lo fuese, ¿en qué tipo de orden podría ser encuadrado? ¿En el orden de Dios o en el orden del enemigo de Dios?

Una rápida mirada al mundo nos descubre sus profundas convulsiones, sus enormes desigualdades, sus lacerantes injusticias, su violencia establecida de un modo permanente entre naciones. ¿Puede darse el nombre de Orden a todo este conjunto de desafueros, degradaciones e infamias que tienen su origen inmediato en esos tres pilares llamados economía, política y religión? Solo un profundo desorden es lo que podemos percibir y que se nos vende como el orden social normal protegido por el Derecho y las fuerzas llamadas con todo cinismo fuerzas del orden.

Insistamos en esta idea. ¿En dónde reside la fuerza que sostiene a cada uno de esos tris pilares del desorden mundial y termina por unirlos? Pues si la ley es que los iguales se atraen, ¿qué es en ellos lo igual? No puede ser otra cosa que el estar contra Dios. Por ello el orden mundial es un orden satánico que solo podemos eludir en la medida que hayamos superado en nuestro interior lo que tenemos en común: nuestro ego o yo humano inferior. Esa es nuestra gran prueba y aprendizaje en este mundo.

EL PEQUEÑO EGO

Lo que más conviene a nuestro yo egoísta.

El pequeño ego de cada uno tiende a agrandarse con los años, y a medida que vamos creciendo y nos vamos insertando en la sociedad concretamos en nuestras relaciones personales y laborales todos aquellos programas originales añadidos a los aprendidos en los primeros contactos de relación con el mundo, incluyendo a nuestras familias y medio ambiente social inmediato (vecinos, calle, barrio). Naturalmente, hay pocas discrepancias entre ellos, y si las hay nos quedamos con la que más conviene a nuestro yo egoísta, no a nuestro yo altruista y desinteresado, normalmente de menor desarrollo en todo el mundo. Esto suele ser lo común del hombre común, y a este turbio equipaje donde nunca están lejos la presencia de la envidia, los celos y la ambición caiga quien caiga, se le suele definir como la condición humana, una condición ciertamente miserable, que suele aceptarse con una especie de molesto fatalismo y con un encogimiento de hombros. Qué le vamos a hacer, si somos así, parece ser una especie de mantra social. Pero este ser así, nos lleva a desconfiar a los unos de los otros. En última instancia nos tememos, pues no sabemos qué puede hacer o pensar un semejante ante lo que hago o pienso yo si me sincero totalmente, y por tanto solemos vivir las relaciones con un estado de conciencia no amoroso, sino desconfiado, donde siempre nos guardamos algún as en la manga por si acaso. Y ¿quién puede sentir amor cuando hay desconfianza? ¿Quién puede sentir siquiera el eco de la fraternidad? A menudo tenemos compañeros de viaje, pero nunca perdemos de vista nuestra mochila.


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