La iluminación espiritual

¿Quien no ama la paz?

LOS CAMINOS DE LA PAZ

¿Quién no ama la paz, aunque sea egoístamente, para uno mismo?

Siendo así, ¿Por qué es tan difícil para uno mismo y para la humanidad? ¿Tiene eso alguna relación entre sí? Los sentimientos de uno, ¿Se quedan en uno o forman olas expansivas como la piedra arrojada en un estanque?

...Y sin embargo, la paz parece algo frágil, está siempre en peligro, y no hay apenas personas ni lugares del mundo donde se encuentre representada al ciento por ciento. Esto es en cierto modo natural porque en cada uno sucede lo mismo. Después de todo, ¿Quién está en paz al cien por cien durante todo el tiempo de cada día y de su vida toda? Pocos son los afortunados que pueden cantar victoria en la guerra diaria contra el ego y sus inclinaciones en forma de rechazo, enfado, o agresión mental o física contra las personas que le rodean. Las páginas de sucesos de peleas de toda índole cubrirían el Planeta a diario. En estas condiciones se puede afirmar que vivimos en una emergencia del estado de paz mundial, y las guerras resultan finalmente una muestra de las peores consecuencias de la fragilidad de la paz. Pero si las guerras son crímenes organizados a gran escala, premiar con el Nobel de la Paz a personajes belicistas como Kysinger, Obama y la presidenta actual de Myanmar, por poner algún ejemplo entre varios, no solo resulta escandaloso y una burla a la gente pacífica, sino que desacredita el valor de estos premios y pone en duda la catadura moral de los organizadores. Se puede afirmar la existencia de un frente mundial de la oscuridad contra la paz que a través del tiempo igualmente asesinaba a Sócrates a Jesús el Cristo, como a Gandhi, a Luther King, o a John Lennon, por citar ejemplos altamente significativos de víctimas de la violencia organizada del mundo oscuro y de sus representantes contra la paz en el mundo.

En medio del estado de conciencia general, lamentablemente inclinado hacia la somnolencia, la pasividad y el egocentrismo, dos grandes corrientes dominan el mundo: una es la que proviene de los gobiernos y las religiones y lleva a la guerra, la destrucción medioambiental y la pobreza y esclavitud de los pueblos. La otra es pacifista, ecologista, clama por la igualdad de derechos y la justicia social y defiende la libertad en todos los sentidos y la democracia participativa. Tanatos contra Eros: la muerte contra la vida: el Sistema contra los pueblos. ¿Cuál ha de prevalecer? Sin duda aquella corriente de energía que más fuertemente arraigue en las conciencias individuales según su propia condición evolutiva, y que terminará por hacerse visible en todos los campos de la actividad humana. Naturalmente, el Sistema se emplea a fondo para dominar conciencias y hacerlas proclives al enfrentamiento de unos contra otros por las razones que más convienen a sus poderosos- y normalmente ricos- inductores.

La muerte se obstina en superar a la vida, lo cual es hasta científicamente imposible, pero la obstinación del Sistema puede eliminar a muchos antes del fin de la batalla. ¿Y de qué batalla hablamos? De la batalla de la sombra contra la luz; de la mentira contra la verdad, del neo esclavismo presente contra la justicia y la libertad; de la miseria contra la abundancia. El bien y el mal frente a frente dentro y fuera de cada uno. De esa batalla hablamos y solo la puede ganar la conciencia individual. Por tanto, la suma de las conciencias individuales deberá ser suficiente para formar eso que se llama una masa crítica, un frente suficientemente amplio como para neutralizar a los enemigos de la vida, que son enemigos de la paz, siempre activos y dispuestos a bloquear el triunfo de la evolución espiritual, moral y social sin miramiento alguno y sin poner límites a los medios.

El diablo siempre juega sucio, la batalla es larga, los principios se conocen, los opositores también, y los frentes son permanentes a lo largo de la Historia. El pacifismo de Jesús de Nazaret fue suficiente para el despertar espiritual de la humanidad y el inicio de la vuelta a Casa de todos nosotros, pero apareció la Iglesia y se opuso a Cristo mientras se alineó con el César de aquí o de allá de todas las épocas, con los resultados que todos conocemos y con el agravante de que sus dirigentes pretenden ser – dicen- Sus seguidores y representantes. El diablo juega siempre sucio.

El pacifismo de Gandhi consiguió el suficiente número de seguidores como para expulsar a los ingleses de la India, sin embargo no fue suficiente como para que sus seguidores, tras su muerte, volvieran a los enfrentamientos religiosos que terminaron por dividir al pueblo en dos naciones, India y Pakistán, ambas potencias nucleares, sin importar el precio que paga sus poblaciones en hambre y miserias de toda clase.

Fracasos de tal magnitud fueron posibles porque el pacifismo como norma de vida no se practicó individualmente en la medida necesaria ni antes ni ahora, aunque los dirigentes de todas las religiones- ya sean hindúes, musulmanes o católicos- afirmen que la suya es pacífica. De haber sido así, no existirían guerras religiosas en la historia. Y esta hipocresía no contribuyó a la revolución espiritual del mundo, sino que favoreció la inmoralidad, la desconfianza y finalmente la violencia. Y de paso, creó muchos ateos del verdadero Dios, confundidos con el falso de los libros llamados sagrados.

Pero el Planeta, pese a quien pese, es un ser vivo en evolución, junto a la totalidad del Sistema solar. Se encamina a una frecuencia vibratoria más elevada, como muestra su afán depurador presente en forma de cambio climático, y esto significa también un reto para elevar cada uno la frecuencia espiritual o energética de nuestra conciencia y de nuestros cuerpos físicos. Es, pues, la hora de una revolución espiritual total que tiene, sin embargo, dos fuertes enemigos: nuestro egocentrismo y el Sistema Capitalismo- Religión con todas sus variantes. Contra ellos no es posible luchar con sus armas, sino con las armas del Espíritu como Cristo principalmente nos vino a enseñar en el Sermón de la Montaña y la promesa de Su Reino de Paz en la Tierra con la fuerza impulsora de la justicia: Lo que quieras que te hagan a ti hazlo tú primero a otros, y No hagas a nadie lo que no quieras que te hagan a ti, dice el Cristo. Todo un programa simple que puede transformar el mundo hacia la paz.

Los impacientes quisieran ver ya el triunfo del pacifismo y objetan que esta vía es demasiado lenta. ¿Es así?: ¿Es demasiado lenta la vía pacífica?... Una de las acusaciones más frecuentes que recaen sobre quienes defendemos el pacifismo revolucionario por razones espirituales, filosóficas, ecológicas o de cualquier otro tipo es la que hace referencia a la lentitud del proceso. Algunos de estos impacientes soñadores equivocados han organizado revoluciones sociales para eliminar la violencia institucional que han partido de la violencia, se han mantenido con violencia y han acabado en el mismo punto en que se iniciaron, pero muchos millones de muertos y desgracias en medio. ¿De qué sirvió todo eso?

A los partidarios de imponer la paz por la violencia habría que recordarles las palabras de Kant: En la vida del universo, los miles de años son como un día. Debemos trabajar con paciencia en esa realización y esperarla.