La iluminación espiritual

¿Respeto? ¿a quien? y ¿por qué?

POR: PATROCINIO NAVARRO

Imagen; ¿Respeto? ¿a quien? y ¿por qué?; Patrocinio Navarro

EL RESPETO ES OTRA

¿Qué es el respeto? A muchos les oímos decir que respetan aquello a lo que temen: a una persona, a una ley, a un uniformado, a una religión que predica el infierno y cosas así. Si alguien nos dice que lo definamos con una sola palabra podríamos decir que es un sentimiento que nace del amor con la misma naturalidad que una rosa nace de un rosal. Pero así como un rosal no puede ocultar su rosa, una persona sí puede fingir respeto y engañar con ese fingimiento para obtener beneficios materiales, seguridad protección, etc. También puede existir una confusión sobre el respeto cuya raíz podemos encontrar en una educación emocional incorrecta. Una de las más corrientes formas de confusión es la que existe entre respeto y miedo.

Confundir respeto con temor es una de las cosas que aprendemos en las escuelas donde los maestros juegan con ambos sentimientos y los manejan en la dosis que creen conveniente en cada momento para asegurarse el dominio sobre los niños y jovencitos. Asegurarse la sumisión mediante el doble juego miedo-respeto es también una de las especialidades de los gobiernos, pero también de los jefes y patronos de todo tipo de negocios o industrias, incluidos negocios e industrias eclesiásticos. El miedo a la cárcel hace a muchos respetar las leyes, el miedo a ser despedido puede asegurar la sumisión de un empleado, el cual saludará con respeto a su jefe por la cuenta que le trae. El miedo al infierno, por ejemplo, puede hacer que muchos se confiesen con un cura igual de pecador que el penitente, pero al que este se aferra para evitar las temidas calderas que nunca tienen crisis energética. Muchos hijos fingen respetar a padres cuando temen perder la herencia, y así podríamos citar casos y casos.

El respeto es otra cosa: es como uno de esos pilares que cuando se deteriora se convierte en una seria amenaza para un edificio y para sus ocupantes. Un pilar debe estar construido con materiales sólidos y estar bien equilibrado y cimentado, lo que le asegura una larga vida. El material del respeto es al amor; su equilibrio nace de la adecuada correspondencia entre el dar y el recibir y su cimentación la proporciona el vivir en armonía con las leyes universales divinas. Sin estas condiciones no es posible que exista respeto, sino conveniencia, componenda, apaños, disimulos, que son falsos materiales para la construcción de una relación.

Y es que es inevitable respetarnos o fingir que lo hacemos para podernos relacionar: consigo mismo (auto-respeto), con personas y formas de la sociedad ; con los reinos de la naturaleza o con Dios. No hay muchas más opciones, pero en todas ellas hay un tronco común: si no hay amor no existe nada más que ficciones del respeto, y entonces cada una de las personas que finge intentará antes o después colocarse por encima de los que son más débiles. De ahí surgirán desigualdades, encontronazos, violencia, miedos. Toda clase de conflictos encuentran aquí su medio natural para desarrollarse, actuando como carcoma en la madera de los pilares del mundo. Esta, es, creo yo, una de las razones más importantes- por no decir la mayor- por la que puede afirmarse que esta sociedad tiene sus cimientos podridos. Literalmente: podridos.


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