Pensamientos para despertar conciencias
Los pensamientos de Alan Watts son un valioso legado para reflexionar y despertar conciencia. Una selecta colección de pequeñas píldoras de sabiduría.
ALAN WATTS
PÍLDORAS DE SABIDURÍA
Una selecta colección de pequeñas píldoras de sabiduría.
Los pensamientos de Alan Watts son un valioso legado para reflexionar y despertar conciencias. Se trata de sentencias que invitan a ampliar nuestro espectro visual y mental para ir más allá. Una colección de pequeñas píldoras de sabiduría que tener siempre presentes en nuestro camino de evolución personal. Son un tesoro al que recurrir si queremos cuestionarnos y llegar a conocer la verdad. Un valioso legado en el que profundizar para retirar esos velos que nos impiden ver con claridad y alcanzar el bienestar.
NATURALEZA
La naturaleza tiene un carácter integralmente relacional.
Aparece cada vez más que no estamos situados en mundo segmentado. Las groseras divisiones entre espíritu y naturaleza, alma y cuerpo, sujeto y objeto, son considerados cada vez más como odiosas convenciones del lenguaje. Son términos vacíos que no se aplican a un universo donde todo es interdependencia, un universo donde todo se halla en interdependencia, un universo que se presenta como un vasto complejo de relaciones sutilmente equilibradas. La naturaleza tiene un carácter integralmente relacional, y una interferencia en un punto desencadena imprevisibles reacciones en cadena.
Al centro de esta nueva manera de encarar las cosas, encontramos la idea de un mundo unitario sin la menor atadura, tejido de interacciones mutuas, donde una cosas no se entiende solo en la medida que se entienda otra y recíprocamente. Es imposible, en esta perspectiva de considerar el hombre aisladamente en la naturaleza.
En esta nueva manera de pensar, espíritu y materia se resuelven en procesos, mientras que las cosas se hallan transformadas en acontecimientos. El descubrimiento de nuestra total imbricación con la naturaleza es de una tal magnitud que la comprensión del nudo de las relaciones revela una importancia primordial, que implicaría comprender la naturaleza del interior.
La conciencia de una solidaridad indisoluble del hombre con la naturaleza puede ser acablante o evidente para algunos. Pero aparece como humillante a una civilización donde el hombre siempre ha sido considerado como el coronamiento de la creación y su amo y poseedor.
El Occidente profesa una filosofía volcada hacia el futuro, pero su actitud efectiva es una contradicción con este ideal. Su mirada no llega más allá de mañana puesto que explota los recursos terrestres (y modifica el medioambiente) con un conocimiento muy fragmentario de la red de relaciones ahora desequilibrada por su obra.
SEPARACIONES
Perdimos la capacidad de sentir la naturaleza desde adentro.
Es para la civilización occidental una idea fija que el universo consiste en cosas distintas, o entidades. El hombre se considera de esa forma como una parte, introducida en el ensamblaje total de la naturaleza. El funcionamiento del universo natural es concebido en términos de leyes lógicas; el orden de las cosas está sujeto a la mecánica lineal de una serie de causas y efectos, en las limitaciones de una conciencia que no percibe que una sola cosa a la vez. Si la naturaleza nos parece ser un mecanismo, es que nuestra actitud mental solo retiene solo lo que concuerda con una analogía mecánica o matemática. Una tal actitud impide de nunca jamás ver la naturaleza, solo percibe sus formas geométricas que ha logrado a proyectar.
Entendemos la naturaleza desintegrándola, luego pensamos que ella misma no es más que un amas de fragmentos.
Se tiende a considerar actualmente las leyes como instrumentos humanos, un poco como instrumentos cortantes que permiten cortar la naturaleza en porciones susceptibles de ser digeridos. Hay un tipo de hombre que aborda el mundo lleno de estos instrumentos duros y cortantes, por medio del cual corta y cataloga el universo en categorías precisas y estériles afín de afeitarse.
Una vez dotados de su poder de razonamiento y de ejercer conscientemente nuestra atención, los hombres fueron ciertamente fascinados por estos nuevos instrumentos, al punto de olvidar todo el resto, un poco como las gallinas hipnotizadas que no pueden desprenderse el pico de una tiza. Todas nuestras posibilidades de percepciones fueron identificadas en sus funciones parciales, habiendo perdido la capacidad de sentir la naturaleza desde adentro y de percibir nuestra unidad sin falla con el universo.
INTELECTO
El modo analítico de percepción nos oculta el hecho de que las cosas y los acontecimientos no existen de forma independiente los unos de los otros. El mundo es una totalidad superior a la suma de sus partes por la misma razón que sus partes no se adicionan sino que son una correlación. La totalidad es una estructura que subsiste, mientras que van y vienen las partes, al igual que el cuerpo humano es una estructura dinámica dotada de permanencia, a pesar de la rapidez con la cual nacen y mueren las células.
Las palabras y moldes de pensamiento analítico son impotentes e insuficientes para abarcar este mundo de relaciones, salvo para las analogías que no son nunca jamás satisfechas. Admitir que los elementos fundamentales de la naturaleza son relaciones en vez de cosas puede parecer terriblemente sutil y abstracto tanto es así que no se ha percibido que las relaciones son eso mismo que tocamos y sentimos, y que no hay algo más concreto.
Comprender la naturaleza con el pensamiento analítico, es como poder distinguir los contornos de una gruta con un pincel de luz intensa, pero muy delgada. El trayecto de la luz y la serie de sus punto de impactos son retenidos por la memoria, y el aspecto general de la gruta laboriosamente reconstituida a partir de recuerdos.
El estudio analítico de estas interacciones acumulan una suma creciente de informaciones que su abundancia y su complejidad hacen difícil a utilizar en vista de prever precisamente los cambios. La forma de pensamiento lineal del intelecto le prohíbe comprender y entender realmente un sistema de relaciones donde todo pasa simultáneamente. Llega en todo caso a representárselo de forma aproximada. Este modo de conciencia serial solo puede considerar un pensamiento y una cosa a la vez.
Para entender grandes conjuntos, el hombre se ve entonces obligado a recurrir a la intuición. La intuición se apoya sobre una forma inconsciente de la inteligencia que no procede de forma laboriosamente lineal, y se muestra capaz de abordar de una sola vez vastos campos de detalles en mutua interacción.
IDENTIDAD
El modo de pensamiento analítico teniendo como soporte las palabras, nos ha acostumbrado, para definir algo, de enunciar lo que la distingue y la convierta en característico, en resumen lo que define su identidad. Habiéndose acostumbrado a pensar que una identidad es una cuestión de separación, por ejemplo que mi identidad reside en la manera particular como difiero de los otros, subrayando la diferencia como siendo lo esencial. En estas condiciones el mundo me aparece como una cosa con la cual debo ESTABLECER una relación, y no como una cosa con la cual TENGO ya una relación
De la misma forma, nos concebimos a nosotros mismos escindidos en dos partes: un centro bien delimitado de atención, yo, un vasto y complejo organismo, Yo, cuyo conocimiento que tenemos oscila entre los sentimientos confusos y la tecnicidad abstracta de las nociones biológicas. El hombre concebido por la cultura occidental es extranjero a sí-mismo, así que al medio natural del cual hacer parte su organismo...
La estrechez de la conciencia y su modo serial de almacenamiento de impresiones en la memoria, tales son los medios que nos permiten tener el sentido del YO. Si el YO se desvaneciera, o mas exactamente, se revelaría ser una simple ficción útil, no habría más esa dualidad sujeto-objeto, pero simplemente una corriente de percepción continuo.
En verdad, es solo para el pensamiento que la piel separa el cuerpo del resto del mundo. Para la naturaleza, la piel es un agente de relacionamiento al igual que de separación.
EGO
El YO lucha sin descanso contra la disolución que sería precisamente su liberación.
El YO es una imagen social a la cual el espíritu aprende a identificarse. Se le da el rol que la sociedad prescribe al individuo afín de poder darle un centro de acción estable del cual se puede prever el comportamiento opone una resistencia inquebrantable a los movimientos de la espontaneidad. Un extremo sufrimiento o la inminencia de la muerte le impiden tener ese rol, si bien que estas fatalidades se asocian a la vergüenza y a sus angustias amplificadas por el niño que fuimos cuando se trataba de volverse un YO aceptable para los demás. La muerte y la agonía son siempre temidas como una decrepitud, y el combate que les acompaña es un esfuerzo desesperado para intentar salvar un modo de sentir y de actuar adquirido como un rango social.
La fascinación que ejerce la certeza de la muerte nos puede dejar estupefactos, hasta el momento en que una iluminación nos revela que no es la conciencia que muere, sino la memoria. Abrirse a esta verdad, es abrirse a un singular sentimiento de solidaridad -de identidad- con las otras criaturas y comenzar a comprender el sentido de la compasión. El YO lucha sin descanso contra la disolución que sería precisamente su liberación.
Podríamos concebir la liberación como la última profundidad del fracaso espiritual, un grado de fracaso donde ni siquiera se puede reivindicar sus vicios. En la conciencia de esta realidad momentánea y vacía, el Bodhisattva conoce una desesperanza más allá del suicidio. El Ego se desvanece con las ilusiones donde solo se encontraba el vacío en la resistencia empedernida a la vida, sufrimiento en la huída ante el sufrimiento, y contracción en el esfuerzo para de contractarse. Pero desvaneciéndose, se abandona al vacío mismo donde resplandece el sol, la luna y las estrellas.
ESPONTANEIDAD
La espontaneidad es perfecta cuando ella no requiere de ningún control.
La espontaneidad no es más que la suma total de sinceridad - la persona siendo toda íntegra en sus actos sin la menor reticencia - a la cual el adulto civilizado no es empujado que por una desesperanza extrema, un sufrimiento intolerable, o de la inminencia de la muerte. De ahí el dictón: el desastre del hombre es la ocasión de dios.
La espontaneidad de los niños, indudablemente rebeldes a una integración social, es una espontaneidad embrionaria, todavía descoordinada. Parece entonces impensable socializar estos niños permitiendo que esta espontaneidad se desarrolle, y se busca a integrarlas socialmente implementando un sistema de resistencias y de miedos.
El organismo se encuentra entonces escindido en un centro de decisión, y un centro de inhibición. También es rara encontrar una persona dotada de una espontaneidad que se controla a sí-misma, esta formula nos parece en apariencia contradictoria. Es como si aprendiésemos a nuestros niños a caminar levantando sus piernas con las manos, en vez de empujarlos desde el interior.
Cuando decimos de un pianista o de un bailarín que controla perfectamente sus movimientos, nos referimos en verdad a una cierta combinación de control y de espontaneidad. El control del artista define una zona al interior de la cual puede abandonarse sin reserva a su espontaneidad.
Todas las artes comportan reglas hasta un cierto punto, (...) pero subsiste siempre esta indefinición que distingue el verdadero dominio. La espontaneidad es perfecta cuando ella no requiere de ningún control, cuando lo de adentro es tan armonioso que no requiere de la vigilancia de la conciencia. Controlar, es inhibir, y un sistema enteramente inhibido es bloqueo.
Lejos de ser una fuerza, la dureza y la dureza rigidez masculina que afectamos no es más que una parálisis emocional. Nos atamos, no porque somos maestros de nuestros sentimientos, sino porque tenemos miedo, como tenemos miedo de todo lo que es, en nosotros, símbolo de femineidad y de abandono.
El que conoce la virilidad pero contiene la femineidad
se convertirá en una fuente donde se acumula la fuerza del Mundo
Como es una fuente para el mundo, no podrá ser separado de la fuerza eterna,
y así podrá volver al estado de la infancia.
-Tao Te King, XXVIII-
RELIGIÓN
Para actuar o desarrollarnos de forma creativa, tenemos que comenzar ahí donde estamos, pero todo enteros, sin reserva y sin lamento. Falta de aceptación sí mismo, estamos en divorcio perpetuo con nuestro punto de partida, siempre desconfiando en el terreno donde nos hallamos, tan divididos contra nosotros-mismos que no podemos actuar con una auténtica sinceridad. Fuera de esta aceptación, concebida como fundamento del pensamiento y de la acción, en toda tentativa de disciplina moral o espiritual permanece el combate estéril de un espíritu escendido y de mala fe.
Es así que llegamos a aceptarnos a nosotros mismos por delegación, por el intermedio de un Dios liberalizado cuyo amor y el perdón son infinitos. Es él que nos acepta totalmente y no directamente nosotros mismos. A veces nos otorgamos el derecho de aceptarnos, pero a condición de pagar el precio sufriendo una disciplina aplastante o franqueando una serie de obstáculos espirituales. Luego, la aceptación es aun consolidado por la autoridad colectiva de una confería de iniciados representando alguna tradición venerable.
La iluminación, o acuerdo consciente con el Tao, no puede sobrevenir tanto tiempo que se la considera como un estado particular por el cual existiría criterio y normas. La iluminación, es ante todo la libertad de ser el fallido que somos.
VIVIR
El misterio de la vida no es un problema para resolver, pero una realidad por vivirse.
La liquidación de premisas erróneas no es acordado solo a aquellos que descienden hasta la raíces de su pensamiento para descubrir la naturaleza. La esencia del círculo vicioso consiste en perseguir o huir un término inseparable de su opuesto, a una velocidad que se acelera cada vez más hasta tanto no se haya percibido la solidaridad de los dos términos. Así, huir el dolor y perseguir el placer se convierte en una sola y misma actitud contractada de la conciencia.
Vemos en los sentimientos negativos un desorden del espíritu que justifican cuidados apropiados. En verdad, lo que se llama cuidados es la resistencia interior a estos sentimientos, la resistencia que nos precipita en la acción para intentar suprimirlas, en vez de esperar que el sentimiento se vaya de sí mismo.
El espíritu no deja de hacer esfuerzos: para cazar el aburrimiento cuando está deprimido, para calmar un miedo, para lograr el máximo de placer, para obligarse a sí mismo a estar lleno de amor, de paciencia, de atención. Se da el esfuerzo de ser feliz. Y cuando se le dice que va por mal camino con tantos esfuerzos, entonces se esfuerza de no esforzarse!
De la misma forma es a veces necesario callarse para escuchar lo que tienen que decir los demás, el pensamiento el mismo debe hacer silencio para poder pensar a otra cosa que a sí mismo.
SATORI
Momento de no-mente y de presencia total.
Somos un haz de luz o una colección de diferentes percepciones que se suceden con una inconcebible rapidez, y que están en un flujo y un movimiento perpetuo. Porque nada lo detiene, el curso de las emociones adquiere una cualidad particular de libertad, o vacuidad, que los Taoístas y los Budistas denominan ausencia de Ego, no-mental, donde las reacciones naturales se suceden sin obstáculos, como un corcho que flota sobre el curso del agua.
Dar curso libre al sentimiento, es observarlo sin interferencia, considerarlo sin nombrarlo; es reconocer que su movilidad prohíbe comprenderlo en términos estáticos, lo que excluye igualmente juzgarlo según el bien y el mal.
Considerada de esta forma la complejidad desconcertante de la naturaleza se vuelve una danza, sin otro objetivo que las figuras ejecutadas. Tomada de la ilusión del tiempo y de la finalidad, la danza y el ritmo extático de las cosas están ocultas, y aparecen como una caza, una lucha contra el retraso y el obstáculo. Una vez reconocido el no sentido último de esta caza, el espíritu se calma y percibe el ritmo del cosmos; descubre que la intencionalidad (intemporal) del proceso alcanza su fin a cada instante.
Cuando el espíritu resbala a ocultas en una actitud receptiva, llega a ser gratificado de una percepción mágica del mundo. Las impresiones afectan los espíritus agitados y perpetuamente en búsqueda de algo y se hallan infelices interferidos por la velocidad a la cual ellos las reciben, si bien el ritmo de las formas del mundo pasa desapercibido, y que sus colores parecen aplanadas y sin irradiación interior.
La existencia del sabio es una vida que se abandona sin cálculo al presente. Al mismo momento en que se desea coger el instante presente que pasa afín de sacar algo, éste parece escaparnos. Quien sea que busca sacar algo de su experiencia presente se encuentra separado por esta misma: es sujeto, y ella es objeto. No ve que el ES esta experiencia, y que esforzarse de sacar algo viene a ser perseguirse a sí mismo.
Si bien todas las cosas resuenan en el espíritu, el espíritu debería queda como si no hubiera jamás resonado a las cosas, éstas no deberían quedar en él. El punto mas elevado que un hombre puede alcanzar es la sorpresa. Cuando un fenómeno originario suscita en él sorpresa, se debe estimar satisfecho. Nada más grande puede serle concedido, no podría buscar más allá.
Definir significa fijar y, en última instancia, la verdadera vida no es fija ni estática.