Moralejas ligeras - Cuento

Se decía que un santo, cada vez que salía de su casa para ir a cumplir sus deberes religiosos, solía decir: Ahora te dejo, Señor. Me voy a la iglesia.

MORALEJAS

CUENTOS RAPIDOS

La Oración de la rana

Una noche, mientras se hallaba en oración, el hermano Bruno se vio interrumpido por el croar de una rana. Pero, al ver que todos sus esfuerzos por ignorar aquel sonido resultaban inútiles, se asomó a la ventana y gritó: ¡Silencio! ¡Estoy rezando!

Y como el hermano Bruno era un santo, su orden fue obedecida de inmediato: todo ser viviente acalló su voz para crear un silencio que pudiera favorecer su oración.

Pero otro sonido vino entonces a perturbar a Bruno: una voz interior que decía: Quizás a Dios le agrade tanto el croar de esa rana como el recitado de tus salmos.. ¿Qué puede haber en el croar de una rana que resulte agradable a los oídos de Dios? fue la displicente respuesta de Bruno. Pero la voz siguió hablando: ¿Por qué crees tú que inventó Dios el sonido?

Bruno decidió averiguar el por qué. Se asomó de nuevo a la ventana y ordenó: ¡Canta! Y el rítmico croar de la rana volvió a llenar el aire, con el acompañamiento de todas las ranas del lugar.

Y cuando Bruno prestó atención al sonido, éste dejó de crisparle, porque descubrió que, si dejaba de resistirse a él, el croar de las ranas servía, de hecho, para enriquecer el silencio de la noche.

Y una vez descubierto esto, el corazón de Bruno se sintió en armonía con el universo, y por primera vez en su vida comprendió lo que significa orar.

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Poco después de que muriera el Rabino Mokshe,
preguntó a uno de sus discípulos de éste el rabino Mendel de Kotyk:
¿Qué era a lo que tu maestro concedía mayor importancia?

El discípulo, tras reflexionar durante unos momentos, respondió:
A lo que estuviera haciendo en ese momento.

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El médico:

Este dolor que siente usted en la pierna es producto de su avanzada edad.

El paciente:

¿Se cree usted que yo soy tonto? ¡La otra pierna tiene la misma edad!

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Se decía que un santo, cada vez que salía de su casa para ir a cumplir sus deberes religiosos, solía decir:

Y ahora te dejo, Señor. Me voy a la iglesia.

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Un hombre se perdió en el desierto. Y más tarde, refiriendo su experiencia a sus amigos, les contó como, absolutamente desesperado, se había puesto de rodillas y había implorado ayuda a Dios. ¿Y respondió Dios a tu plegaria?, le preguntaron.
!Oh, no!. Antes de que pudiera hacerlo, apareció un explorador y me indicó el camino.