La iluminación espiritual

Mentira de la iglesia sobre la muerte y los santos

POR: PATROCINIO NAVARRO

Imagen; Mentira de la iglesia sobre la muerte y los santos; Patrocinio Navarro

SUPERCHERÍAS Y CEREMONIAS INÚTILES

En estos días muchas personas acuden a los cementerios para llevar flores a las tumbas y tal vez volver a llorar por los recuerdos de personas amadas. La Iglesia siempre ha favorecido el culto a los muertos, forma parte de su tradición y es la continuación de los cultos paganos heredados de la antigüedad greco romana y egipcia.

El culto a los muertos está tan extendido que hasta los altares de las iglesias, que han heredado del paganismo romano este culto- conservan una pequeña oquedad con restos de muertos venerados a los que llaman reliquias de santos y a los que está dedicado el mismo altar... Pero eso resulta tan necrofílico como absurdo, especialmente cuando las iglesias hablan de la vida eterna en los púlpitos (si es que todavía se usan). La iglesia- que siempre vende algo- vende mal la muerte porque quiere tener la exclusiva del poder sobre los vivos y hacer de intermediarios consoladores con todas esas supercherías y ceremonias inútiles. Esto es paganismo puro, pero da poder, prestigio y dinero, que es lo que buscan los ancianos príncipes purpurados que usurpan el nombre de cristianos en El Vaticano y sus delegaciones.

la Iglesia bautizó el 1 de Noviembre como Todos los Santos. Y uno se pregunta: ¿son santos los que mueren por el hecho de morir? No parece serio. Y ya que hablamos de santos ¿por qué no todos los Papas son proclamados santos? ¿Irán al Infierno por no serlo, y este 1 de Noviembre están excluidos de la fiesta? Y pos que son proclamados santos, pensarán que ya han igualado al mismo Dios, el único Santo? ¿Y qué hay de los papas y obispos que cometieron durante su vida terrenal crímenes, injusticias, abusos, etc.? ¿Están también entre los santos? Menos mal que no hay infierno, aunque eso parece que ya lo saben y por eso hacen lo que hacen y viven como viven.

Sabe de sobras cualquier creyente informado que solo Dios es Santo, y no hay ninguno más, por mucho que se empeñen en dar títulos falsos quienes carecen de toda autoridad y legitimidad moral. Y lo mismo podemos decir sobre la reencarnación, pues ¿cómo eliminar uno sus defectos si no tuvo ocasión de hacerlo en una sola existencia? Así que es lógico el volver a nacer, ya que la evolución nos exige el ir hacia delante, no estancarnos, pues somos hijos de Dios y Dios es la perfección absoluta a la que estamos llamados como sus hijos pródigos, empezando por hacer méritos en esta vida, pues tal cosa es lo que da sentido a nuestra existencia provisional aquí. Sin embargo, la Iglesia niega la reencarnación, porque eso forma parte del sistema de control y presión que ejerce sobre sus creyentes, a pesar de que Cristo predicó esa doctrina.

El culto a los muertos ya sabemos cuán extendido estaba en las civilizaciones antiguas y hasta en pueblos aborígenes contemporáneos de diversos lugares, pero no evidencia más que miedo a la muerte, miedo a los muertos, ignorancia sobre el más allá, tradiciones rancias que no se reflexionan para cambiarlas y cosas de este estilo. Por no hablar del negocio de las funerarias, compañías de seguros, curas que cobran por rezar, y floristas, que el 1 Noviembre hacen su agosto todos y cada uno.

Todos debemos dejar este mundo sencillamente porque no somos de aquí. De lo contrario, la Naturaleza, tan sabia y estricta en sus propósitos, habría cometido un error. El error lo cometemos nosotros cuando nos negamos a querer saber lo que hay tras el velo del morir, cuando nos aferramos a esta vida material por pensar que somos un error de cálculo de la naturaleza y al cerrar los ojos se acabó la vida. Y cometemos un error científico cuando ignoramos que la vida que nos alimenta es energía y como energía nos pertenece tanto como nosotros a ella, y es imperecedera. Así que la muerte no es un concepto defendible. Los muertos no existen: son seres vivos – también cada uno de nosotros- en otras estaciones a las que no llegó todavía nuestro tren. Y si de verdad queremos a los que ya partieron, podemos rezar por ellos desde el corazón sin necesidad de curas ni de iglesias ni de visitar el cementerio (dónde ya no hay nada de ellos), pero no convocarlos, no invocarlos. Eso resulta peligroso, pues algunos de los difuntos si fueron almas poco evolucionadas -y ya antes de morir poco recomendables como personas- se hallan próximas a la gente que es parecida a ellos o les invoca, circunstancias que les permiten entrar en contacto –inconsciente para el contactado-y ejercer influencia telepática sobre él. De ese modo pueden inducirle a actuaciones encaminadas a la satisfacción del difunto que se halla apegado a la Tierra y deambula como fantasma intentando inútilmente vivir como lo hacía antes practicando los mismos vicios a los que pretenderá arrastrar a su contactado para vivirlos a través de él. Por eso resultan tan peligrosos esos juegos en que se invocan espíritus y se les hacen preguntas, como la famosa Ouija.

Acabaré con una anécdota divertida sobre Sócrates. Estando en su lecho de muerte le preguntaron los amigos que en ese momento le acompañaban: ¿Dónde quieres que te enterremos? A lo que el buen filósofo respondió con su sorna habitual: Si podéis alcanzarme cuando parta, ya os diré dónde...


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