La iluminación espiritual

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LA RELIGIÓN INTERNA

Son las realidades espirituales.

Hay un nuevo impulso civilizador en el mundo. Por vez primera, el conjunto de la humanidad vive conociendo otras realidades que empieza a sentir que le afectan: son las realidades espirituales, que no pertenecen a ninguna religión conocida, sino en todo caso a la religión interna, personal, de cada uno; a la forma en que cada alma se relaciona con su Creador sin intermediarios ni dogmas.

Una conciencia de aldea global nace, una aldea global que desea vivir en paz y armonía; una nueva atmósfera espiritual se anuncia en esta nueva Era (la Era de Acuario) que nos debe llevar al desarrollo sostenible y la paz perpetua con la que soñaron los filósofos y místicos desde la antigüedad. El más importante de todos ellos, y el ser más puro que puso sus pies en este planeta fue Jesús de Nazaret, el místico revolucionario en todos los sentidos, y a la vez el más manipulado por sus seguidores, todas esas ramas de impostores. Él dijo que al final de los tiempos vendría en nuestra ayuda como Cristo interno. Pues bien, al paso que vamos y vemos cotidianamente estamos llegando a ese final. El mundo materialista se hunde. Mientras tanto, lo palpamos, una nueva conciencia emerge. Cada vez se ven más grupos, más actividades, mayor conciencia inconformista que defiende a la Naturaleza, a los animales y a toda forma de vida y que parte de principios tan válidos como libertad, igualdad, pacifismo, y justicia. Otro mundo es posible. Por vez primera, los conocimientos para su construcción y la fuerza para realizarla están al alcance del conjunto de la Humanidad: es la fuerza redentora de Cristo y Su impulso evolutivo.

Un hombre nuevo es posible para un mundo nuevo, pero cada uno tiene que sacarlo de sí desde su ser espiritual. Ahí se encuentra esperando que se le preste atención.

REVOLUCIÓN INTERNA

¿En qué sustentar tal revolución interior?

La mayoría de hoy, esa mayoría silenciosa con su Silencio de los corderos, la forman quienes a su mucha comodidad y a su oscuro miedo a enfrentarse a la vida, unen sus miedos concretos y cotidianos a enfrentarse consigo mismos por diversas razones. Una de ellas, tal vez la más importante, es que no han encontrado aún las pistas suficientes como para revolucionar su existencia abriendo la caja de Pandora que se oculta tras la máscara o las máscaras que cubren su subconsciente y que con el tiempo confunden con su verdadero ser, con su yo real. Entonces su vida personal y su relación con el mundo pueden llegar a convertirse en un problema de salud mental y de convivencia. El resultado final es esta sociedad que se basa en la dominación y explotación de unos por otros; una sociedad que se ha convertido en un problema de dimensiones planetarias, en una enfermedad con múltiples síntomas que se extiende como una mancha sucia y sangrienta por todo el globo terráqueo.

Si uno percibe este mundo tal como es y no como nos lo presentan, debe empezar por saber que la revolución de la propia vida comienza por la revolución de la conciencia, y no hay otra posible. La revolución de la conciencia precisa de la mirada interior que conduce al reconocimiento de uno mismo, de nuestros defectos y cualidades con objeto de eliminar aquellos y potenciar estos. Para ello se necesitan conocimientos, experiencias y herramientas de trabajo. Y, sobre todo, perseverancia, método y huída de los fanatismos y supercherías de los abundantes mercaderes en estos asuntos.

El afirmarse a sí mismo como un ser libre, el enfrentarse contra los valores y máscaras que le han sido introyectados desde niño, arrojará por tierra muchos de los clichés incrustados en la mente por una educación estúpida y por todo tipo de adoctrinamientos religiosos, políticos y sociales ideados para que sus promotores dominen sobre gentes dormidas.

Ya hemos hecho revoluciones políticas y sociales que no han conseguido afianzar sus objetivos y siempre se retrocede a estados de dominación parecidos, y la causa fundamental es la ausencia de un proceso revolucionario que nos lleve a superar el famoso Mío, mi y para mí con que la gente corriente funciona mientras posibilita que los que gobiernan sus vidas vivan según esos mismos principios. Este revolución de la conciencia espiritual debe basarse en algo tan sencillo como el altruismo y el amor a los semejantes para poder llevar a la práctica al fin los maravillosos principios universales de libertad, igualdad, fraternidad, unidad y justicia, que constituyen el alimento espiritual de toda verdadera revolución. Sin estas cualidades, solo se cambia una forma de dominación por otra, como hemos aprendido con dolor.