La iluminación espiritual

Caos: El ultimo acto

POR: PATROCINIO NAVARRO

Imagen; Caos: El ultimo acto; Patrocinio Navarro

UN PLANETA EN CRISIS

Un mundo donde campan a sus anchas innumerables anomalías.

Cuando somos niños, o si somos ingenuos o ignorantes, caminamos sobre la piel de este mundo creyendo andar sobre un organismo sano y ordenado, pero en cuanto nos detenemos a observar esa piel vemos que campan a sus anchas innumerables desastres ecológicos, innumerables enfermedades y crisis personales y económicas, formas diversas de terrorismo, guerras y refugiados de guerras, que son rechazados aquí y allí; presiones y agresiones laborales, políticas y sociales, ataques a las libertades, machismo patriarcal, represión policial, injusticias revestidas de derecho legal, manipulación de la verdad y frecuentes asesinatos a sus defensores.

Si miramos superficialmente a nuestro alrededor podemos tener la impresión de hallarnos en un mundo ordenado, donde cada cosa parece estar en el lugar que le corresponde y que deberíamos dejarnos conducir por aquellos que contribuyen a que el mundo funcione como lo hace: expertos, profesores, políticos, industriales, comerciantes, banqueros, científicos, intelectuales, jueces, periodistas, religiosos, etc. Se supone que todos ellos tienen como objetivo, precisamente, ese: que el mundo funcione. Y efectivamente, funciona... Pero ¿funciona bien? ¿Es este el mejor de los mundos posibles dados los conocimientos que poseemos y los recursos de todo tipo de que disponemos?… ¿Estamos de verdad en buenas manos?

EL MAYOR DE LOS DESEOS

La felicidad es el mayor de todos.

Si preguntamos a cualquier persona por el mayor de sus deseos, pocos dudarán en responder que la felicidad es el mayor de todos. La felicidad, sin embargo, no va nunca sola; precisa de compañías tan necesarias como la paz, la seguridad, el trabajo, el amor, la armonía y la salud misma como parte de la armonía. Y estas a su vez necesitan ciertas condiciones para hacerse efectivas. La paz, por ejemplo, exige respeto ajeno y justicia social. La seguridad, precisa de la paz y del trabajo como fuente de recursos, pues sin trabajo aparece la pobreza en sus múltiples aspectos y con todos sus efectos secundarios. Y trabajar debe garantizar una vida digna que permita la seguridad personal, la salud, la educación y el acceso a la cultura y al bienestar, lo que a su vez no es posible sin una justa distribución de la riqueza social que el trabajar produce, y que debe estar íntimamente unido al respeto a las leyes de la Naturaleza, sin cuya observancia no existe la salud física ni espiritual, tan ligadas entre sí. Y ya se sabe que sin ellas la vida se convierte en algo dramático Así que alcanzar la felicidad forma una especie de puzle en que cada pieza debe ocupar su lugar.

Allá donde el puzle se completa no hallan cobijo las guerras, la explotación, los conflictos laborales, las diversas discriminaciones por ser pobre, de otra religión o de otra raza y muchas cosas más cuyas raíces son las carencias espirituales, la incultura y los desgarros de todo tipo que surgen en el mundo social como consecuencia de esas carencias. A pesar de esto, quienes tienen los mandos en el gobierno del mundo no tienen interés alguno en facilitar la felicidad de aquellos que lo habitamos. No hay más que leer la prensa para saberlo. Los que tienen el timón de la nave del mundo solo piensan en cómo llegar a su propia isla del tesoro, a su propio paraíso fiscal, el único que desean alcanzar.

Sabemos por tanto que esta clase de mundo tan mal dirigido como mal digerido, no nos puede garantizar la añorada felicidad colectiva, sino que la obstaculiza ; que este no es un mundo ordenado, sino que nos hallamos ante un desorden real; ante un desorden hostil y no solo a nuestras vidas, sino al orden de la vida en nuestro Planeta sumido ahora mismo en un dramático cambio climático.

Si no hemos perdido nuestra capacidad crítica podemos preguntarnos por las causas profundas de todo eso, preguntarnos si todo el complejo y desgraciado engranaje del funcionamiento de este mundo tiene algo que ver con el orden universal, o con las leyes de Su Creador. Pues, ¿acaso podemos prescindir de las leyes que rigen el universo y a nosotros como parte del mismo ?...

Si hasta ahora muchos coinciden en ver los males que nos aquejan , lo cierto es que según el nivel de conciencia se ven unos u otros males, y se valoran de muy diferente manera las causas, olvidando por lo general su lado espiritual, por lo que las soluciones aportadas son tan variadas como inútiles.

Hasta hoy, a lo más que suele aspirar la mayoría de la gente y de sus organizaciones es a ganar, gastar y consumir con el signo más por delante de cada una. Y para ello viven y trabajan mientras pueden bajo la batuta de los poderosos. Pero son los diferentes grados de desarrollo espiritual, social y cultural del género humano lo que conduce inevitablemente a que este Planeta sea como es. Es la falta de criterios unitarios y de metas comunes y el alejamiento personal y colectivo de las leyes por las que el cosmos se rige y cada uno de nosotros como parte suya, lo que nos aleja del ansiado mundo feliz que en el fondo todos deseamos habitar. Sacrificamos nuestra felicidad, que es un fruto espiritual resultante de nuestro trabajo interior, al bienestar material y finalmente esto es lo que hay: ni una cosa ni la otra. Pero en nuestras manos está que cambie este signo.

LOS MAESTROS

Guías para volver a nuestro hogar celestial.

A lo largo de los siglos, nuestro Creador ha ido enviando a este mundo un buen número de Maestros que han desvelado las leyes divinas para que cada uno de nosotros sea capaz de cambiar el rumbo de nuestras existencias para volver a nuestro hogar celestial. Hasta Jesús de Nazaret, diversos profetas y sabios transmitieron las verdades que la humanidad de entonces podía comprender. Con Moisés, conocimos los Diez Mandamientos; con los maestros hinduistas y budistas la ley del karma y la reencarnación. Con Jesús, el Sermón de la Montaña, y el hecho extraordinario que ningún otro Maestro ha aportado: el de ser nuestro redentor espiritual, prestándonos una parte de Su propia energía para poder cambiar y volver a Casa. Y es actualmente, a través de la última profetisa, Gabriele, como el Eterno y Cristo nos transmiten todo cuanto precisamos realizar para superar nuestro yo humano inferior y nuestras cargas y así poder regresar a nuestro verdadero Hogar y que se resume en dos poderosas corrientes: los Diez Mandamientos y el Sermón de la Montaña.

Entre tanto, y a medida que cada uno lleve a la práctica estas enseñanzas de la Sabiduría divina, el mundo irá cambiando hasta llegar a ser lo que está profetizado que será un día : el Reino de Paz de Cristo. Cada uno de nosotros está llamado a formar parte de ese mundo.


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