Jesús era budista - Religión
Jesús se fue de su casa a fin de estudiar las grandes Leyes del Buda. Pasó seis años aprendiendo de maestros y escrituras budistas en ciudades santas.
JBN LIE
¿JESÚS ERA BUDISTA?
¿Cristo discípulo del Buda?
Me voy a referir sobre este asunto, en base a un libro aparecido en el año 1894 escrito por un periodista ruso Nicolás Notovitch. Este periodista viajó a India, visitó los monasterios Mulbekh que es la puerta de entrada del budismo. En un de ellos un lama le dijo que en los archivos de Lhasa, capital del Tíbet, sede del Dalai Lama, había antiguos rollos de escrituras, de unos 2000 años, en los que se hablaba de la vida del profeta Issa,(Jesús en tibetano). Que en muchos de los monasterios había copia de los rollos, y que en algunos se refería al Santo Issa. Pasado un tiempo consiguió ganar la confianza para que le mostraran una biografía de este santo, la cual consistía en 244 versos donde se contaba que un hombre llamado Jesús, cerca de los 13 años, abandonó secretamente la casa de sus padres en Jerusalén, porque sus ideas eran muy diferentes a las de su entorno. Viajó por la ruta de la seda con la idea de perfeccionarse en La Palabra Divina. hace 5 años.
PROFETA ISSA
Información adicional
Así que Jesús se fue de su casa a fin de estudiar las grandes Leyes del Buda. Pasó seis años aprendiendo de maestros y escrituras budistas en Juggernaut, Rajagriha, Benarés y otras ciudades santas. Entró en conflicto con la casta sacerdotal de los brahmanes y los castrillas, por que Jesús, en lugar de obedecer a los brahmanes predicó en contra de ellos. Enterados la casta sacerdotal planearon dar muerte a Jesús. Como los sudras recibían sus enseñanzas y sabiendo lo que planeaban advierten al Maestro y por la noche escapó de Juggernaut hacia el pié del Himalaya, en el Nepal meridional, en una zona en la que hacía cinco siglos había nacido Gautama Buda. Luego de seis años de enseñanzas regresó a Palestina a los 29 años.
Esta es la versión que se lee en dichos documentos.
La Vida del Santo ISSA, el mejor de los hijos del hombre
Capítulo I
La tierra ha temblado y los cielos llorado por un gran crimen que se ha cometido en la tierra de Israel. Pues han torturado y condenado a muerte al grande y justo Issa, en quien habita el alma del universo. El cual fue encarnado como un simple mortal para hacer el bien a los hombres y exterminar sus malos pensamientos. Y para devolver al hombre degradado por sus pecados una vida de paz, amor y felicidad, y recordarle al Creador único e invisible, cuya piedad es infinita y no tiene límites.
Escucha lo que los mercaderes de Israel nos relatan sobre el tema.
Capítulo II
SEMBRADOS EN EGIPTO
El pueblo de Israel, que habita una tierra fértil que da dos cultivos al año y posee grandes rebaños, causó con sus pecados la cólera de Dios. Quien les infligió un castigo terrible, separándolos de su tierra, su ganado y sus posesiones. Israel se vio reducida a la esclavitud por los poderosos y ricos faraones que reinaban entonces en Egipto.
Estos trataron a los israelitas peor que a animales, encomendándoles las tareas difíciles y cargándoles de cadenas. Cubrieron sus cuerpos de moretones y heridas, sin darles alimento ni permitirles habitar bajo techo, para mantenerles en estado de continuo terror y privarles de toda semejanza humana. Y en su gran calamidad, el pueblo de Israel recordó a su protector celeste y, dirigiéndose a él, imploró su gracia y su piedad.
Reinaba entonces en Egipto, un faraón ilustre que se hizo famoso por sus numerosas victorias, las riquezas que había amontonado y sus vastos palacios que habían erigido sus esclavos para él con sus propias manos. Este faraón tuvo dos hijos, el más joven de los cuales se llamaba MOSSA. Los israelitas instruidos le enseñaron diversas ciencias.
Llamaron a Mossa en Egipto por su bondad y la compasión que mostraba por todos los que sufrían. Viendo que los israelitas, a pesar de los sufrimientos intolerables que soportaban, no abandonaban a su dios para venerar a aquellos hechos por la mano del hombre, que eran los dioses de la nación egipcia, Mossa creyó en su Dios invisible, quien no permitía que les abandonaran las fuerzas.
Y los preceptores israelitas excitaron el ardor de Mossa y recurrieron a él, rogándole para que intercediera ante su padre, el Faraón, en favor de sus correligionarios. Por eso el Príncipe Mossa fue ante su padre, suplicándole que mejorara el destino de esos desgraciados. Pero el Faraón se enfadó con él y solo aumentaron los tormentos sufridos por sus esclavos. (Nótese que aquí hay un error, pues, en realidad, el Faraón (padre) ya había fallecido, y es su hijo quien toma el poder. Con él habla Moisés. Moisés es nombrado como su hijo, el segundo, cuando no lo fue realmente, sino rescatado del las aguas del Nilo).
Sucedió que poco tiempo después, un gran mal visitó Egipto. La pestilencia llegó a diezmar a los jóvenes y a los ancianos, a los débiles y a los fuertes; y el faraón creyó en el resentimiento de sus dioses contra él. Pero el Príncipe Mossa le dijo a su padre que era el Dios de los esclavos quien estaba intercediendo en favor de esos desgraciados, castigando a los egipcios.
El Faraón dio entonces a Mossa, su hijo, la orden de llevarse a todos los esclavos de raza judía, conducirlos fuera de la ciudad y fundar a gran distancia de la capital otra ciudad en donde habitara con ellos. Mossa hizo entonces saber a los esclavos hebreos que él les había liberado en el nombre de su Dios, el Dios de Israel, y se fue con ello de la ciudad y de la tierra de Egipto.
Les condujo a la tierra que habían perdido por sus numerosos pecados, les dio leyes y se unió a ellos para rezar siempre al Creador Invisible cuya bondad es infinita. A la muerte del Príncipe Mossa, los israelitas observaron con piedad sus leyes, por lo que Dios les recompensó por los males que les había expuesto en Egipto. Su reino se hizo el más poderoso de todos los de al tierra, sus reyes se hicieron famosos por sus tesoros y una larga paz reinó entre el pueblo de Israel.
Capítulo III
ISRAEL
La gloria de las riquezas de Israel se extendió por toda la tierra y las naciones vecinas les envidiaron. Pero el Supremo mismo conducía los ejércitos victoriosos de los Hebreos y los paganos no se atrevían a atacarles. Desgraciadamente, como el hombre no siempre es fiel consigo mismo, la fidelidad de los israelitas para con un dios no duró mucho. Empezaron a olvidar a todos los favores que se habían amontonado sobre ellos, solo raramente invocaban su nombre y buscaron la protección de magos y brujos.
Los reyes y capitanes sustituyeron por sus leyes a las que Mossa había escrito para ellos. El templo de Dios y la práctica de la veneración fueron abandonados. El pueblo se entregó al placer y perdió su pureza original.
Varios siglos habían pasado desde que se fueron de Egipto cuando Dios decidió volver a castigarles. Extranjeros empezaron a invadir la tierra de Israel, devastando el país, arruinando los pueblos y levando en cautividad a sus habitantes. Y llegaron allí los paganos del país de ROMELES, del otro lado del mar. Sometieron a los hebreos y establecieron entre ellos jefes militares que les gobernaban por delegación del César.
Destruyeron los templos, obligaron a los habitantes a dejar de venerar al Dios Invisible y a sacrificar víctimas a las deidades paganas. Hicieron guerreros de los que habían sido nobles, las mujeres fueron separadas de sus esposos y las clases inferiores, reducidas a la esclavitud, fueron enviadas por miles mas allá de los mares. En cuanto a los niños, fueron pasados por l espada. pronto, en toda la tierra de Israel, solo se oían gemidos y lamentaciones. En esta situación extrema, el pueblo recordó a su gran Dios. Imploraron su gracia y pidieron que les perdonara, y Nuestro Padre, en su piedad inagotable, escuchó sus ruegos.
Capítulo IV
JESÚS
En ese tiempo llegó el momento en el que el Juez todo misericordioso eligió encarnarse en el ser humano. Y el Espíritu eterno, habitando en un estado de inacción completa y de suprema beatitud, despertó y se separó del Ser Eterno por un período indefinido, para mostrar, bajo la apariencia de la humanidad, los medios de auto identificación con la divinidad y de alcanzar la felicidad eterna.
Y para demostrar con el tiempo cómo el hombre puede alcanzar la pureza moral y, separando su alma de su envoltura mortal, el grado de perfección necesario para entrar en el Reino de los Cielos, que es inmutable y donde la felicidad reina eternamente. Poco después, un niño maravilloso nacía en la tierra de Israel, hablando el propio Dios por la boca de ese niño sobre la fragilidad del cuerpo y la grandeza del alma.
Los padres del niño recién nacido eran pobres, pertenecían por nacimiento a una familia de notable piedad, que olvidando su antigua grandeza sobre la tierra, alababa el nombre del Creador y le agradecían los males con que quería probarles. Para compensarles por no apartarse del camino de la verdad, Dios bendijo al primer hijo de esa familia. Lo tomó como su elegido y lo envió para ayudar a los que habían caído en el Mal y a curar a los que sufrían.
El niño divino, a quien dieron el nombre de ISSA, empezó desde sus más tiernos años a hablar del Dios único e indivisible, exhortando a las almas de los que se habían perdido, al arrepentimiento y la purificación de los pecados de los que eran culpables.
De todas partes llegaron gentes para oírle y se maravillaban de los discursos procedentes de su boca infantil. Todos los israelitas estaban de acuerdo al decir que el Espíritu Eterno habitaba en ese niño.
Cuando Issa alcanzó la edad de trece años, la época en la que un israelita puede tomar esposa, la casa en donde sus padres se ganaban la vida con un oficio modesto empezó a ser lugar de reunión de ricos y nobles, deseosos de tener como yerno al joven Issa, famoso ya por sus discursos edificantes en el nombre del Poderoso.
Fue entonces cuando Issa abandonó la casa de sus padres en secreto, se fue de Jerusalén y partió con los mercaderes hacia Sind, con el objetivo de estudiar las leyes de los grandes Budas.
Capítulo V
RAIPUTANA
En el curso de su decimocuarto año, el joven Issa, bendecido por Dios, llegó a este lado del Sind y se estableció entre los arios en la tierra amada por Dios. La fama extendió la reputación de este niño maravilloso por todo el Norte del Sind y, cuando cruzó el país de los cinco ríos y el Rajputana, los devotos del dios Jaine le rogaron para que se quedara entre ellos.
Pero abandonó a los veneradores erróneos de Jaine y fue a Juggernaut, en el país de Orissa, donde reposan los restos mortales de Vyasa-krishna, y donde los sacerdotes blancos de Brahma le dieron una alegre bienvenida. Ellos le enseñaron a leer y a entender los Vedas, a curar por medio de la oración, a enseñar, a explicar las Sagradas Escrituras a la gente, y a sacar los espíritus malignos de los cuerpos de los hombres, restaurándoles su cordura.
Pasó seis años en Juggernaut, en Rajagriha, en Benarés, y en otras ciudades santas. Todo el mundo le amaba, pues Issa vivía en paz con los vaisyas y los sudras, a quienes instruía en las Sagradas Escrituras.
Pero los brahmanes y los kshatriyas le dijeron que estaba prohibido por el Gran Brahma acercarse a aquellos a quien él había creado de su costado y de sus pies; que los vaisyas solo estaban autorizados a escuchar la lectura de los vedas en los días festivos; que los sudras tenían prohibido no solo asistir a la lectura de los vedas, sino también contemplarlos, pues su condición era la de servir a perpetuidad como esclavos de los brahmanes, los kshatriyas e incluso los vaisyas.
Solo la muerte les puede liberar de su esclavitud, dice el Para-Brahma. Déjales entonces y ven a venerar con nosotros a los dioses que se pondrán en contra tuya si les desobedeces. Pero Issa no escuchó su discurso y se dirigió a los sudras, predicando contra los Brahmanes y los kshatriyas.
Condenó el acto de un hombre que se abrogara el poder de privar a sus semejantes de sus derechos de humanidad, diciendo: pues Dios, el padre, no hace diferencias entre sus hijos; para él todos son igualmente queridos.
Issa negaba el origen divino de los vedas y los puranas. Y les enseñaba a sus seguidores: Pues ya ha sido dada una ley al hombre que lo guíen en sus acciones: Teme a tu dios, arrodíllate solo ante él y solo a él llévale las ofrendas de tus ganancias.
Issa negaba el Trimurti (Trinidad) y la encarnación del Parabrahma en Vishnu, Shiva y otros dioses, pues decía: El Juez Eterno, el Espíritu Eterno, comprende la única e indivisible alma del Universo, que ella sola, crea, contiene y vivifica todo.
Él solo ha querido y creado, él solo ha existido desde toda la eternidad, y su existencia no tendrá fin. Él no tiene igual ni en los cielos ni en la tierra. El Gran Creador no ha compartido su poder con ningún ser vivo, menos aún con objetos inanimados, tal como os han enseñado, pues solo él posee omnipotencia. Él lo quiso y el mundo apareció. En un pensamiento divino, en un pensamiento divino reunió las aguas, separándolas de la parte seca del globo. Él es el principio de la existencia misteriosa del hombre, en quien ha alentado una parte de su ser. Él ha subordinado al hombre la tierra, las aguas, los animales y todo lo que ha creado y lo que él mismo conserva en un orden inmutable, fijando para cada cosa duración. La cólera de Dios pronto se soltará contra el hombre; pues este ha olvidado a su Creador, ha llenado sus templos con abominaciones y venera a una multitud de criaturas que Dios ha hecho subordinadas a él. Pues para honrar a las piedras y metales, sacrifica seres humanos en los que habita una parte del Espíritu del Supremo. Pues humilla a los que trabajan con el sudor de su frente para adquirir el favor de un ocioso sentado en una mesa suntuosa. Los que privan a sus hermanos de la divina felicidad serán también ellos privados. Los brahmanes y kshatriyas se convertirán en sudras y con los sudras habitará el Eterno para siempre. Porque en el día del Juicio Final los sudras y los vaisyas serán perdonados por su ignorancia, mientras Dios, por el contrario, castigará con su cólera a los que se han arrogado sus derechos.
Los sudras y los vaisyas se llenaron de gran admiración y preguntaron a Issa que cómo podían rezar para no perder su felicidad eterna.
No veneréis a los ídolos pues ellos no os escuchan. No escuchéis los Vedas, pues su verdad es falsa. No os pongáis nunca en primer lugar y no humilléis nunca a vuestro prójimo. Ayudad al pobre, apoyad al débil, no hagáis mal a nadie, y no deseéis lo que no tenéis y veis que pertenece a otro.
Capítulo VI
SUDRAS
Los sacerdotes blancos y los guerreros, al conocer los discursos de Issa dirigidos a los sudras, decidieron su muerte y enviaron con esa intención a sus criados para que buscaran al joven profeta. Pero Issa, advertido del peligro por los sudras, abandonó la región de Juggernaut por la noche, llegó a la montaña y se estableció en el país de Gautamides, el lugar de nacimiento del Gran Buda Sakyamuni, en medio de un pueblo que veneraba al único y sublime Brahma.
Tras haberse perfeccionado en la lengua pali, el justo Issa se aplicó al estudio de las Escrituras Sagradas de los sutras. Seis años después, Issa, a quien había elegido el Buda para extender su santa Palabra, se había convertido en un perfecto intérprete de las escrituras Sagradas.
Abandonó entonces Nepal y las montañas del Himalaya, descendió al valle del Rajputana y fue hacia el Oeste, predicando a diversos pueblos la perfección suprema del hombre, que es: Haz bien a tu prójimo, pues ese es el medio seguro para fundirse rápidamente con el espíritu Eterno. El que haya recuperado su pureza original morirá habiendo obtenido el perdón de sus pecados y tendrá el derecho a contemplar la majestad de Dios.
Al cruzar territorios paganos, el divino Issa enseñaba que la veneración de dioses visibles era contraria a la ley de la naturaleza, pues al hombre no se le ha permitido ver la imagen de Dios, y sin embargo, él ha hecho una serie de deidades a semejanza del Eterno. Además, es incompatible con la conciencia humana sacar menos materia de la grandeza de la pureza divina que de los animales y objetos ejecutados por la mano del hombre en piedra o metal. El Legislador Eterno es uno, no hay otro dios salvo él. Él no ha compartido el mundo con nadie, ni ha informado a nadie de sus intenciones. Así como un padre actuaría con sus hijos, así Dios juzgará a los hombres tras su muerte, según sus leyes piadosas. Nuca humillaría a su hijo transmigrando su alma, como en un purgatorio, al cuerpo de un animal. La Ley Celestial -decía el creador por la boca de Issa- se opone a la inmolación de sacrificios humanos ante una imagen o un animal; pues ha consagrado al hombre todos los animales y todo lo que contiene la tierra. Todas las cosas han sido sacrificadas al hombre, quien está directa e íntimamente relacionado conmigo, su padre; por tanto el que me haya robado a mi hijo será severamente juzgado y castigado por la Ley Divina. El hombre no es nada ante el Juez Eterno, como el animal no es nada ante el hombre. Por lo tanto os digo, dejad vuestros ídolos y no realicéis ritos que os separan de vuestro padre, asociándoos con los sacerdotes de quienes los cielos se han apartado. Pues son ellos los que se han alejado del Dios verdadero y cuyas supersticiones y crueldades conducen a la perversión de vuestra alma y la pérdida de todo sentido moral.
Capítulo VII
ADORACION A LOS IDOLOS
Las palabras de Issa se extendieron entre los paganos en los países que atravesó y los habitantes renunciaron a sus ídolos. Viendo lo que los sacerdotes imponían sobre Él que glorificaba el nombre del Dios verdadero, razonó en presencia de las gentes los reproches que hacía contra ellos y demostró que sus ídolos no eran nada.
Issa les respondió: Si vuestros ídolos y vuestros animales son poderosos y poseen realmente una fuerza sobrenatural, dejad que me golpeen y me hagan caer sobre la tierra. Los sacerdotes contestaron: Haz, entonces, un milagro y que tu dios confunda a nuestros dioses, si es que ellos le inspiran desprecio.
Pero Issa respondió entonces: Los milagros de nuestro dios han actuado desde el primer día que fue creado el Universo; sucede todos los días en todos los momentos. Quien no los vea está privado de uno de los mayores dones de la vida. y no es contra trozo de piedra, metal o madera, inanimados, que la cólera de Dios caerá, sino que caerá sobre los hombres que, si desean su salvación, deben destruir todos los ídolos que hayan hecho. Hasta una piedra y un grano de arena, que nada son a la vista del hombre, esperan pacientemente el momento en que ÉL haga uso de ello. Así el hombre debe esperar el gran favor que Dios le concederá en su Juicio Final Así que afligíos enemigos de los hombres, si no es un favor lo que esperáis, sino mas bien la cólera de la divinidad, afligíos los que esperad milagros para presenciar su poder. Pues no es a ídolos a los que aniquilará en su cólera, sino a aquellos que los han levantado. Sus corazones se consumirán en el fuego eterno y sus cuerpos lacerados irán a saciar el hambre de las bestias salvajes. Dios separará al impuro de sus rebaños, pero atraerá de nuevo hacia ÉL a aquellos que se han perdido por no haber reconocido la parte de espiritualidad que tiene en ellos.
Viendo la falta de poder de sus sacerdotes, los paganos tuvieron todavía mayor fe en lo que decía Issa, y temiendo la cólera de la divinidad, rompieron en pedazos sus ídolos. Los sacerdotes huyeron para escapar a la venganza de las gentes. Issa enseñó también a los paganos a no esforzarse para ver el Espíritu Eterno con sus ojos, sino para sentirlo en sus corazones y hacerse digno de sus favores por la pureza del alma.
Les dijo: absteneos no solo de realizar sacrificios humanos, sino también de no inmolar a ninguna criatura que tenga vida, pues todas las cosas que existen han sido creadas para beneficio del hombre. No robéis los bienes de vuestro prójimo, pues le privaríais de lo que ha ganado con el sudor de su frente. No engañéis y no seréis engañados. esforzaos por justificaros ante el Juicio Final, pues entonces será demasiado tarde. No os abandonéis al libertinaje, pues eso violaría las leyes de Dios. Alcanzaréis la felicidad suprema no solo purificándoos a vosotros, sino también guiando a otros por el camino que les permita obtener la perfección original.
Capítulo VIII
JESÚS ES INTERROGADO
Las profecías de Issa resonaron en los países vecinos, y cuando entró en Persia, los sacerdotes se alarmaron y prohibieron a los habitantes escucharles. Y cuando vieron a todos los pueblos recibirle con alegría y escuchar devotamente sus sermones, dieron órdenes para arrestarle y llevarle ante el Sumo Sacerdote, donde sufrió el siguiente interrogatorio:
De qué nuevo dios hablas? ¿No sabes, desgraciado, que el santo Zoroastro es el único justo admitido al privilegio de comunión con el Ser Supremo? ¿Quién ordenó a los ángeles poner en escritura la palabra de Dios para el uso de su pueblo, las leyes que le fueron dadas a Zoroastro en el Paraíso? ¿Quién eres tú que te atreves aquí a blasfemar de nuestro dios y a sembrar la duda en el corazón de los creyentes?
Entonces Issa les dijo: No es de un nuevo dios de quien hablo sino de nuestro Padre celestial, quien ha existido siempre y seguirá existiendo al final de todas las cosas. Es de ÉL de quien hablo a las gentes, que como niños inocentes no son capaces todavía de entender a Dios con la fuerza simple de su inteligencia, ni de penetrar en su divina y espiritual sublimidad. Pero así como un recién nacido descubre en la oscuridad el pecho de su madre, así vuestras gentes, que han sido conducidas al error por vuestra equivocada doctrina y vuestras ceremonias religiosas, han reconocido por instinto a su padre en el Padre de quien yo soy el profeta. El Señor Eterno ha dicho a vuestras gentes, por medio de mi boca: no veneréis el sol, pues es solo una parte del mundo que yo he creado para el hombre. El Sol se eleva para calentaros durante el trabajo; se pone para permitiros el reposo que yo mismo he designado. Es a mí a quien debéis todo lo que poseéis, todo lo que encontráis en vosotros, por encima de vosotros y por debajo de vosotros.
Dijeron entonces los sacerdotes: ¿Pero cómo puede vivir un pueblo con las normas de justicia si no tiene preceptores? Respondióles entonces Issa: Cuando el pueblo no tenía sacerdotes, la ley natural les gobernaba y conservaba el candor de sus almas. Sus almas estaban con Dios, y para comulgar con el Padre no recurrían a un ídolo o animal, ni al fuego, como se practica aquí. Afirmáis que uno debe venerar al Sol, el espíritu del Bien y del Mal. Pues bien, yo os digo que vuestra doctrina es falsa, que el Sol no actúa espontáneamente sino de acuerdo con la voluntad del Creador Invisible que lo hizo. Y Él ha sido el que querido que sea la estrella que ilumine el día, que caliente durante el trabajo y cuando el hombre siembra. El Espíritu Eterno es el alma de todo lo que está animado. Cometéis un gran pecado al dividirlo en un espíritu del Mal y un espíritu del Bien, pues no hay Dios fuera del Bien. Bien, como un padre de familia, solo hace bien para sus hijos, olvidando todas sus faltas si estos se arrepienten. El espíritu del Mal habita en la tierra en los corazones de aquellos hombres que separan a los hijos de Dios del camino recto. Por tanto os digo: tened cuidado del día del Juicio, pues Dios infringirá un castigo terrible a aquellos que hayan conducido a sus hijos fuera del camino correcto y les hayan llenado de supersticiones y prejuicios, aquellos que hayan cegado a los que ven, contagiado a los sanos, y enseñado a venerar las cosas que Dios ha subordinado al hombre para su bien y su ayuda en el trabajo. Vuestra doctrina es, por tanto, el fruto de vuestros errores; pues deseando acercaros a la verdad de Dios, habéis creado falsos dioses.
Tras escucharle, los magos decidieron no hacerle daño. Pero por la noche, cuando toda la ciudad dormía, le condujeron fuera de las murallas y le abandonaron en el camino con la esperanza de que fuera pronto víctima de los animales salvajes. Pero, protegido por el Señor, nuestro Dios, el Santo Issa siguió su viaje sin molestias.
Capítulo IX
JESÚS REGRESA A ISRAEL
Issa, a quien el Creador había elegido para recordar a la humanidad depravada el verdadero Dios, había llegado a 29 años, cuando decidió regresar a la tierra de Israel. Desde que se había ido, los paganos habían infringido sufrimientos aún más atroces a los israelitas, que eran víctimas del desaliento más profundo.
Entre ellos, muchos habían empezado ya a abandonar las leyes de Dios. y las de Mossa con la esperanza de apaciguar a sus salvajes conquistadores. Frente a todo ese mal, Issa exhortó a sus compatriotas a no desesperar, por que el día de la redención de los pecados estaba cercano, y le confirmó en la creencia que tenían en el dios de sus padres.
Hijos, no abandonéis a la desesperanza, decía el Padre Celestial por boca de Issa, pues he oído vuestra voz y vuestros gritos han llegado hasta mí. No lloréis amados míos, pues vuestra pena ha conmovido el corazón de vuestro padre y ÉL os ha perdonado, incluso ha perdonado a vuestros antepasados. No dejéis que vuestras familias se hundan en el libertinaje y no perdáis la nobleza de vuestros sentimientos y no veneréis a ídolos que permanecerán mudos ante vuestras voces. Llenad mi templo con vuestra esperanza y paciencia y no abjuréis de la religión de vuestros padres; pues solo yo les he guiado y les he llenado de beneficios. Levantad a los que han caído, dad de comer al hambriento y ayudar al enfermo, para ser totalmente puros y justos en el día del Juicio Final que preparo para vosotros.
Los israelitas iban en multitud a oír la palabra de Issa, preguntándole dónde debían alabar al Padre Celestial, ya que el enemigo había derribado sus templos y derramado sus vasos sagrados. Issa les respondió que Dios no veía los templos erigidos por las manos del los hombres, y que el corazón humano era el verdadero templo de Dios. Entrad en vuestro templo, en vuestro corazón. Iluminadlo con buenos pensamientos y la paciencia y confianza inamovible que debéis tener en vuestro Padre. Y vuestros recipientes sagrados son las manos y los ojos. Ved y haced lo que es agradable para Dios, pues al hacer el bien a vuestro vecino realizáis un rito que embellece el templo en el que habita aquel que os dio la vida. Pues Dios os ha creado a su semejanza: inocentes, con almas puras y corazones llenos de bondad, destinados no a la concepción de planes malignos, sino a ser santuarios del amor y la justicia. Por tanto os digo, no ensombrezcáis vuestros corazones, pues el, Ser Supremo habita allí eternamente. Si deseáis realizar obras marcadas por el amor o la piedad, hacedlas con el corazón abierto y no dejéis que vuestros actos sean gobernados por cálculos o esperanzas de ganancia. Pues esas acciones no ayudarán a vuestra salvación y caerías en ese estado de degradación moral en el que el robo, la mentira y el asesinato pasan por actos temerosos.
Capitulo X
JESÚS VIAJA A TODA ISRAEL
El santo Issa fue de una cuidad a otra, fortaleciendo con la palabra de Dios el valor de los israelitas, quienes estaban preparados a sucumbir ante el peso de su desesperanza, y miles de hombres le seguían para escucharle predicar. Pero los jefes de las ciudades tuvieron miedo de él, le hicieron saber al Gobernador Principal que habitaba en Jerusalén que un hombre llamado Issa había llegado al país; que estaba animando con sus discursos al pueblo en contra de las autoridades; que la gente le escuchaba con asiduidad, despreciaba las obras del Estado y afirmaba que no pasaría mucho tiempo antes de que se libraran de sus gobernantes intrusos.
Entonces, Pilatos, el gobernador de Jerusalén, ordenó que arrestaran a la persona del predicador Issa, que le llevaran a la ciudad y le condujeran ante los jueces. Pero para no excitar la cólera del populacho, Pilatos encargó a los sacerdotes y ancianos hebreos instruidos que le juzgaran en el templo. Entre tanto Issa, siguiendo sus prédicas, llegó a Jerusalén; y al conocer su llegada, todos los habitantes, sabedores de su fama, salieron a saludarle.
Le saludaron con respeto y le abrieron las puertas de su templo para oír de su boca lo que había dicho en otras ciudades de Israel. E Issa les dijo: La raza humana perece por su falta de fe, pues la oscuridad y la tempestad han desbandado a los rebaños de la humanidad y han perdido sus pastores. Pero la tempestad no durará siempre, y la oscuridad no siempre tapará la luz. El Cielo volverá a ser más sereno, la luz celestial se extenderá sobre la tierra y los rebaños perdidos se reunirán alrededor de su pastor. No os esforcéis para encontrar caminos rectos en la oscuridad, para no caer en un foso: lo que debéis es reunir las fuerzas restantes y ayudaros unos a otros, poned vuestra confianza en Dios y esperad hasta que aparezca la luz. El que sostenga a su prójimo a sí mismo se sostiene; quien protege a su familia, protege al pueblo y al estado. Pues está cerca el día en que seréis librados de la oscuridad; os reuniréis de nuevo con una familia; y vuestro enemigo, que ignora lo que es el favor de Dios, temblará de miedo.
Los Sacerdotes y ancianos que lo escuchaban, llenos de admiración por su discurso, le preguntaron si era cierto que había tratado de poner al pueblo en contra de las autoridades del país, tal como se lo había dicho el Gobernador Pilatos.
¿Se puede incitar a la insurrección a hombres perdidos, a quienes la oscuridad ha ocultado la puerta y el camino? contestó Issa. Sólo he advertido a los desafortunados, como hago aquí en este templo, que no deben avanzar sobre el camino oscuro, pues un abismo se abre bajo sus pies. El poder terrenal no es de larga duración y está sometido a muchos cambios. ¿De qué sirve que el hombre se revuelva contra él, puesto que un poder sucede siempre al otro? Y así sucederá hasta la extinción de la humanidad. ¿No veis que los poderosos y los ricos siembran entre los hijos de Israel un espíritu de rebelión contra el poder eterno de los cielos?
Los ancianos preguntaron entonces: ¿Quién eres tú y de qué país vienes? No hemos oído hablar de tí antes y no sabemos ni siquiera tu nombre. Issa contestó: Yo soy un israelita. Desde el día de mi nacimiento vi los muros de Jerusalén y oí el llanto de mis hermanos reducidos a la esclavitud y las lamentaciones de mis hermanas llevadas por los paganos. Y mi alma se llenó de tristeza al ver que mis hermanos habían olvidado al auténtico Dios. De niño, abandoné la casa de mi padre y fui a habitar entre otros pueblos. Pero oyendo que mis hermanos sufrían todavía torturas mayores, he vuelto al país donde habitaron mis padres para recordar a mis hermanos la fe de sus antepasados que nos enseña paciencia en la tierra para obtener felicidad perfecta y sublime en el cielo.
Y los ancianos instruidos le hicieron esta pregunta: Se dice que niegas las leyes de Mossa y que enseñas al pueblo a abandonar el templo de Dios. E Issa respondió: No se puede demoler lo que nos ha dado nuestro Padre Celestial, ni lo que ha sido destruido por los pecadores; yo he liberado de toda mancha la purificación del corazón pues ese es el templo mauténtico de Dios. En cuanto a las leyes de Mossa, me he esforzado por establecerlas en los corazones de los hombres. Y os digo que no entendéis su verdadero significado, pues no es la venganza sino piedad lo que enseña. Sólo el sentido de esas leyes se ha pervertido.
Capítulo XI
JESÚS Y PILATOS
Tras haber oído a Issa, los sacerdotes y los ancianos decidieron no juzgarle, pues no hacía daño a nadie. Presentándose ante Pilatos, designado Gobernador de Jerusalén por el Rey pagano del país Romeles, se dirigieron a él de este modo: Hemos visto al hombre a quien tú acusas de iniciar a nuestro pueblo a la rebelión; hemos oído su discurso y sabemos que es nuestro compatriota. Pero los jefes de las ciudades te han hecho falsos informes, pues es un hombre justo que enseña al pueblo la palabra de Dios. Tras haberle interrogado le despedimos y pudo irse en paz.
Entonces el Gobernador se enfureció y envió junto a Issa a sus criados disfrazados, para que pudieran vigilar todas sus acciones e informar a las autoridades de la menos palabra que éste dirigiera al pueblo. Entre tanto, el santo Issa siguió visitando las ciudades vecinas, predicando los caminos auténticos del Creador, exhortando a los hebreos a tener paciencia y prometiéndoles una rápida liberación.
Durante todo ese tiempo, muchas personas lo siguieron donde quiera que fuese, varias de ellas no dejándole nunca, sino convirtiéndose en sus servidores. E Issa fijo: No creáis en milagros hechos por la mano del hombre, pues solo aquel que domina sobre la naturaleza es capaz de hacer lo que es sobrenatural, mientras el hombre no tiene poder para detener la cólera de los vientos o extender la lluvia. Sin embargo hay un milagro que el hombre puede realizar. Es cuando, lleno de creencia sincera, decide desenraizar de su corazón todos los malos pensamientos, y cuando alcanza su fin, termina en los caminos de la iniquidad. Y todas las cosas que se hacen sin Dios no son más que errores, seducciones y encantamientos, que solo demuestran hasta qué punto el alma que practica este arte está llena de desvergüenza, falsedad e impureza. No pongáis vuestra fe en los oráculos; solo Dios conoce el futuro: el que recurre a adivinadores profana el templo que tiene en su corazón y da una prueba de desconfianza hacia su creador. la fe en los adivinadores y sus oráculos destruye la simplicidad innata del hombre y su pureza infantil. un poder infernal toma posesión de él, obligándole a cometer todo tipo de crímenes y a venerar a ídolos. Mientras el Señor, nuestro Dios, que no tiene igual, es uno, todopoderoso, omnisciente y omnipresente. ÉL es el que posee toda la sabiduría y toda la luz. Es a ÉL a quien tenéis que dirigiros para consolaros en vuestras penas, para ser ayudados en vuestros trabajos y curados en vuestra enfermedad. Quien recurra a ÉL, no será negado. El secreto de la naturaleza está en las manos de Dios. Pues el mundo, antes de que apareciera, existía en la profundidad del pensamiento divino; se hizo material y visible por la voluntad del Supremo. Cuando os dirigís a ÉL os volvéis de nuevo como los niños; pues no conocéis ni el pasado, ni el presente ni el futuro, y Dios es el maestro de todos los tiempos.
Capítulo XII
JESÚS Y EL CESAR
Maestro justo, le dijo uno de los espías del Gobernador de Jerusalén, dinos si hemos de cumplir la voluntad de nuestro César o esperar nuestra pronta liberación. Pero Issa, reconociéndoles como la gente designada para seguirle, contestó: No he dicho que vayáis a ser liberados del César. es el alma sumergida en el error la que será liberada. Así como no puede haber familia sin una cabeza, no puede haber orden en un pueblo sin un César, a él se le debe obediencia implícita, y solo él responderá de sus actos ante el Tribunal Supremo.
Posee César un derecho divino?, le preguntaron de nuevo los espías. ¿Y es el mejor de los mortales? E Issa contestó: No debe haber mejores entre los hombres, pero están también los que sufren, a quienes deben cuidar los que fueron elegidos y encargados de esa misión, utilizando los medios conferidos por la Ley sagrada de Nuestro Padre Celestial. la Piedad y la Justicia son los atributos superiores de César; su nombre será ilustre si se adhiere a ellas. Pero el que actúa de otro modo, quien se excede de límite de poder que tiene sobre sus subordinados, llegando a poner sus vidas en peligro, ofende al Gran Juez y pierde su dignidad ante la vista de los hombres.
En ese momento, una anciana que se había aproximado al grupo para oír mejor a Issa, fue apartada por uno de los espías, colocándose delante de ella. Entonces Issa dijo: Un hijo no debe apartar a su madre, ocupando su lugar. Quien no respeta a su madre, el ser más sagrado después de su Dios, es indigno del nombre de hijo. Escuchad entonces lo que os digo: respetad a la mujer, pues ella es la madre del universo y toda la verdad de la creación divina está con ella. Ella es la base de todo lo que es bueno y hermoso, como también el germen de la vida y la muerte. De ella depende la existencia entera del hombre, pues ella es su apoyo natural y moral. Ella os parió en medio del sufrimiento. Con el sudor de su frente os crió, y hasta su muerte vosotros le causáis las más graves ansiedades. Bendecidla y veneradla, pues es vuestro amigo, vuestro único apoyo en la tierra. Respetadla, sostenedla. Actuando así os ganaréis su amor y su corazón. encontraréis favor a la vista de Dios y muchos pecados os serán perdonados. Del mismo modo amad a vuestras esposas y respetadlas, pues ellas serán madres mañana y cada una posteriormente la antepasada de una raza. Sed lenientes con la mujer. Su amor ennoblece al hombre, suaviza su corazón endurecido, domestica al bruto que hay en él y hace de él un cordero. la esposa y la madre son los tesoros inapreciables que os ha dado Dios. Son los más bellos ornamentos de la existencia, y de ellos nacerán todos los habitantes del mundo. Así como el dios de los ejércitos separó antiguamente la luz de la oscuridad y la tierra de las aguas, la mujer posee la facultad divina de separar en un hombre las buenas intenciones de los malos pensamientos. Por tanto os digo, después de Dios vuestros mejores pensamientos deben pertenecer a las mujeres y a las esposas, siendo la mujer para vosotros el templo donde obtendréis la felicidad más perfecta. Imbuiros en este templo con fuerza moral. Aquí olvidaréis vuestras penas y vuestros fracasos y recuperaréis la energía necesaria para poder ayudar a vuestro prójimo. No la expongáis a la humillación. Actuando así os humillaréis a vosotros mismos y perderéis el sentimiento del amor, sin el cual nada existe aquí abajo. proteged a vuestra esposa para que ella pueda protegeros a vosotros y a vuestra familia. Todo lo que hagáis por vuestra esposa, vuestra madre, por una viuda o por cualquier mujer en tribulación, lo haréis por vuestro Dios.
Capítulo XIII
JESÚS ES CONDENADO
El Santo Issa enseñó así al pueblo de Israel durante tres años, en todas las ciudades, en todos los pueblos, en los lados de los caminos y en las llanuras; y todo lo que él había predicho terminó pasando. Durante todo ese tiempo, los criados de Pilatos disfrazados le vigilaron de cerca sin oír nada semejante a los informes hechos contra Issa en años anteriores por los jefes de las ciudades.
Pero el Gobernador Pilatos, alarmándose por la gran popularidad del santo Issa, quien según sus adversarios trataba de mover al pueblo para proclamarse rey, ordenó a uno de sus espías que le acusara. Entonces mandaron soldados para arrestarle, y le encarcelaron en una celda subterránea en donde le torturaron de diversos modos con la esperanza de obligarle a hacer una confesión que permitiera condenarle a muerte.
El santo, pensando solo en la beatitud perfecta de sus hermanos, soportó los sufrimientos en el nombre de su Creador. Los criados de Pilatos siguieron torturándole y lo redujeron a un estado de debilidad extrema; pero Dios estaba con ÉL y no le permitió morir. Conociendo los sufrimientos y las torturas que estaba soportando su santo, los Sumos Sacerdotes y los ancianos sabios fueron a pedir al Gobernador que dejara en libertad a Issa en honor de una fiesta próxima.
Pero el gobernador se negó de redondo a hacerlo. Entonces le rogaron que permitiera a Issa presentarse ante el tribunal de los Ancianos para que fuera condenado o libertado antes de la fiesta, y a eso consintió Pilatos.
Al día siguiente, el Gobernador reunió a los principales capitanes, sacerdotes, ancianos y abogados para que pudieran juzgar a Issa. Le llevaron allí desde su prisión y le sentaron ante el Gobernador entre dos ladrones que iban a ser juzgados al mismo tiempo que ÉL, para demostrar a las masas que no sería el único condenado.
Y Pilatos, dirigiéndose a Issa, le dijo: ¡Oh, hombre! ¿Es cierto que incitas al pueblo en contra de las autoridades, en la intención de convertirte en Rey de Israel? E Issa contestó: Nadie se convierte en Rey por su propia voluntad, y han mentido los que te hayan dicho que yo incito al pueblo a la rebelión. Nunca he hablado de otro que del rey del Cielo, y a él enseño al pueblo a venerar. Pues los hijos de Israel han perdido su pureza virginal; y si no recurren la verdadero Dios, serán sacrificados y su templo caerá en ruinas. Como el poder temporal mantiene el orden en un país, les enseño a no olvidarlo. Les digo: Vivid conforme a vuestra posición y vuestra fortuna, para no perturbar el orden público. y les he exhortado también a recordar que el desorden reina en sus corazones y en sus mentes. Por eso el Rey del Cielo les ha castigado y suprimido sus reyes nacionales. Sin embargo les he dicho: Si os resignáis a vuestro destino, como recompensa el Reino os será reservado.
En ese momento los testigos se adelantaron, y uno de ellos dijo lo siguiente: Tú has dicho al pueblo que el poder temporal no es nada frente al rey que pronto gobernará a los israelitas del yugo pagano. E Issa contestó: Bendito seas por haber dicho la verdad. El Rey del Cielo es mayor y más poderoso que la ley terrena y su Reino sobrepasa todos los reinos de la Tierra. Y no está lejano el tiempo en que, conforme a la voluntad divina, el pueblo de Israel se purificará de sus pecados; pues se ha dicho que un precursor vendrá para proclamar la liberación del pueblo reuniéndolos en un solo grupo.
Y el Gobernador, dirigiéndose a los jueces, dijo: ¿habéis oído? El israelita Issa confiesa el crimen del que es acusado. juzgadlo entonces de acuerdo con vuestras leyes y pronunciad contra él la pena capital. Y los sacerdotes contestaron: No podemos condenarle. Tú mismo has oído que sus alusiones están hechas con respecto al rey del Cielo y que no ha predicado nada a los hijos de Israel que pueda constituir una ofensa contra la ley.
El Gobernador Pilatos envió entonces a por el testigo que, a instigación suya, había traicionado a Issa. El hombre se adelantó y se dirigió a Issa así: No te presentaste como rey de Israel cuando dijiste que aquél que reina en los cielos te ha enviado para preparar a su pueblo?
E Issa, tras bendecirle, dijo: ¡Serás perdonado por que lo que dices no proviene de tí!, entonces añadió dirigiéndose al Gobernador: ¿Por qué humillas tu dignidad y por qué enseñas a tus inferiores a vivir en falsedad, puesto que tienes poder para condenar al inocente?
Ante estas palabras el Gobernador se volvió muy colérico, ordenando que se condenara a muerte a Issa y se libertara a los dos ladrones. Los jueces, tras consultar entre ellos, dijeron a Pilatos: No queremos sobre nuestras cabezas el peso de condenar a un inocente y liberar a unos ladrones. eso iría en contra de la ley. haz lo que quieras.
Tras decir eso, los sacerdotes y los ancianos se fueron y se lavaron las manos en un recipiente sagrado, diciendo: Somos inocentes de la muerte de este hombre justo.
Capítulo XIV
JESÚS MUERE
Por orden del Gobernador, los soldados tomaron entonces a Issa y a los dos ladrones, a quienes habían llevado al lugar de la ejecución, donde les clavaron a cruces levantadas sobre el suelo. Durante todo el día los cuerpos de Issa y los dos ladrones permanecieron suspendidos, lo que era terrible contemplar, bajo la guardia de los soldados. las gentes estaban alrededor, los parientes de los que sufrían rezaban y lloraban.
Con la puesta del sol los sufrimientos de Issa terminaron. Perdió la conciencia, y el alma de este hombre justo abandonó su cuerpo para ser absorbida por la divinidad. Así terminó la existencia terrenal del reflejo del espíritu Eterno bajo la forma de un hombre que había salvado a pecadores endurecidos y soportado muchos sufrimientos.
Entre tanto, Pilatos, temeroso de su acción de el cuerpo del santo a sus padres, quienes lo enterraron cerca del lugar de su ejecución. Las masas fueron a rezar sobre su tumba y el aire estaba lleno de gemidos y lamentaciones.
Tres días después, el Gobernador envió a sus soldados a que se llevaran el cuerpo de Issa para enterrarlo en otro lugar, temiendo que de otro modo se produjera una insurrección popular.
Al día siguiente, las masas encontraron la tumba abierta y vacía. Enseguida se extendió el rumor de que el Juez Supremo había enviado a sus ángeles para que se llevaran los restos mortuorios del santo en el que habitaba en la tierra una parte del Espíritu Divino.
Cuando este rumor llegó a conocimiento de Pilatos, se encolerizó y condenó, bajo pena de esclavitud y muerte, a cualquiera que pronunciara el nombre de Issa o rezara al Señor por ÉL. Pero la gente siguió llorando y glorificando en voz alta a su maestro; por eso muchos fueron llevados en cautividad, sometidos a tortura y condenados a muerte.
Los discípulos del santo Issa abandonaron la tierra de Israel y se esparcieron entre los paganos, predicando que debían renunciar a sus errores, hablándoles de la salvación de sus almas y de la felicidad perfecta que espera a la humanidad en el mundo inmaterial de luz en donde, en reposo y en toda su pureza, el Gran Creador habita en perfecta majestad.
Los paganos, sus reyes y sus guerreros escucharon a los predicadores, abandonaron sus antiguas creencias y olvidaron a sus sacerdotes y a sus ídolos para celebrar la alabanza del Creador del Universo que todo lo sabe, el Rey de Reyes, cuyo corazón está lleno de infinita piedad.