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Impermanencia y tiempo en el Budismo

POR: BUDISMO

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IMPERMANENCIA Y TIEMPO

El concepto de la impermanencia y de el tiempo y en el budismo.

Cuando un discípulo le preguntó a Siddhartha Gautama, el Buda, qué era el tiempo, él le contestó: No tengo ningún tiempo. No existe el tiempo. El tiempo es solo la conciencia individual de cada persona de lo largo y de lo corto, eso es todo. Para el Buda, el tipo de tiempo que llamamos Tiempo Físico o Tiempo Absoluto newtoniano no existe. Solo reconocía el tipo de tiempo que llamamos tiempo psicológico o tiempo subjetivo. Para él, si somos felices el tiempo pasa rápido; si no, pasa lentamente.

El tiempo depende de las cosas; sin ellas, no existiría. Por eso las enseñanzas del Buda y el Budismo sobre el tiempo están basadas en la doctrina de la impermanencia. Tanto en el nivel macrocósmico como en el microcósmico: Todos los seres nacen, envejecen, se enferman y mueren. De la misma manera., El sistema del mundo llega a ser, alcanza estabilidad, decae y deja de ser, a través de ciclos, que son el resultado de una Compleja red de causas kármicas producidas por los distintos seres vivos que componen este sistema. Lo mismo se puede aplicar a cada momento del pensamiento, es decir, el alma humana llega a ser, permanece, decae y desaparece.

De acuerdo a las enseñanzas del Buda, no hay un Dios creador, y nunca señaló si hubo o no un comienzo del Universo. Los seres humanos, vemos este Universo como una serie sin fin de transformaciones de materia, energía y mente al través del tiempo. Esta visión no es real, pertenece al reino de la ilusión. Entonces, los seres vivos no tienen ningún origen, y el alma humana no es eterna; la creencia en su eternidad es una ilusión.

La impermanencia es la doctrina Budista que afirma, básicamente, que nada permanece igual en dos momentos consecutivos. Debe ser usada como un instrumento para ayudarnos a penetrar profundamente en la realidad y obtener una visión liberadora. Sin impermanencia, la vida no sería posible. Ella permite la transformación de nuestro sufrimiento, la justicia social, la esperanza, el devenir. Nuestro sufrimiento es producto de nuestra creencia de que las cosas son permanentes, no de la impermanencia. Si fuéramos conscientes de ésta, nos volveríamos positivos, amantes y sabios. Ella es sinónimo de buenas nuevas, es decir, del cambio para bien y no para mal. Abre las puertas para este cambio y para nuestra liberación.

Víctor Mansfield, profesor de Física y de Budismo, cree que la visión del tiempo que tiene el budismo, tiene algo relevante para aportar a la Física Moderna Occidental. De acuerdo a las escuelas, la doctrina de la impermanencia está relacionada con el concepto de vacío o vacuidad. La vacuidad niega la existencia inherente o independiente de los fenómenos objetivos y subjetivos del mundo. Para el Budismo, las esencias no existen. Cuando analizamos profundamente un fenómeno objetivo o subjetivo para encontrar su esencia, lo que encontramos es que el hipotético objeto independiente está profunda e inextricablemente relacionado con su entorno y el observador, el sujeto que está haciendo el análisis. La creencia en la existencia inherente de los fenómenos es la base de nuestros deseos y aversiones. Sólo cuando podamos arrancar de raíz de nuestra alma esta falsa creencia, podremos realizar nuestra potencialidad para lograr el estado de Buda, o para convertirnos en FAROS de compasión y sabiduría.

Cada fenómeno es dependiente en tres maneras diferentes:

  1. De las causas y condiciones, es decir, de la vasta red de factores causales y condiciones que lo hacen posible.
  2. De las relaciones entre el todo y sus partes, y sus interrelaciones. La creencia en su existencia independiente nos hace imaginar que tiene una esencia unitaria, que no puede dividirse en partes. Sin embargo, sí tiene relaciones entre su totalidad y sus partes componentes, por ejemplo: un árbol con su tronco, sus ramas, raíces, etc.
  3. De la clasificación mental del sujeto (formalización). El sujeto recibe constantemente gran cantidad de información que analiza, clasifica, nombra, etc., extrayendo de los datos empíricos aquellos que nos ayuden a comprender formalmente lo recibido. Esto es parte del trabajo normal de la mente humana. Lo que sería ilegítimo es creer que estos objetos que analizamos efectivamente tienen existencia independiente. Esta creencia la proyectamos sobre el mundo que estamos construyendo, y luego sufrimos las consecuencias de esta proyección. Debemos eliminar esta creencia y así podremos salir del mundo del sufrimiento y de la rueda de samsara, o de las reencarnaciones. En verdad, todos los fenómenos existen solo como un conjunto de relaciones o dependencias entre sus partes, los otros objetos y el observador, que mentalmente los denomina. No existe nada aparte de estas relaciones de dependencia y nombres.

En otras palabras, dependen de las causas y condiciones, del todo y sus partes, y de la designación mental. La vacuidad o falta de existencia independiente de los fenómenos es lo que les permite funcionar a través de sus relaciones. Si los fenómenos existieran independientemente, por necesidad, el mundo sería inmutable e impotente, incapaz de actuar sobre nosotros, y nosotros sobre él.

El pináculo de esta visión de los fenómenos del mundo viene cuando nos planteamos la vacuidad de la existencia independiente de mi propio yo. El budismo afirma esta vacuidad: el yo no existe independientemente del mundo. Todo nivel identificable de subjetividad carece de existencia independiente. Por el contrario, la creencia en esta manera de existir, nos encadena al sufrimiento de la rueda de samsara; es la fuente de nuestros deseos y aversiones, nos lleva al egoísmo, a poner nuestros asuntos y deseos por encima de todo.

La negación de la existencia independiente no implica la inexistencia de los objetos, no es un nihilismo extremo. La tarea fundamental de la doctrina del budismo El Camino del Medio es evitar la confrontación de los opuestos, en este caso, entre el dogmatismo del realismo y el escepticismo del nihilismo. Los objetos tienen una existencia convencional y nominal, proveyéndonos de ayuda o dolor, pero no son independientes. Esta idea está formalizada en la Doctrina de las Dos Verdades: todos los fenómenos objetivos o subjetivos carecen de existencia independiente en realidad, pero en el mundo de la acción diaria, tienen una existencia convencional; funcionan así y deben utilizarse en este nivel.

La doctrina de la vacuidad o falta de existencia independiente es la que garantiza que todos los fenómenos sean impermanentes, evolucionando sin cesar, madurando, decayendo, transformándose, en otras palabras: deviniendo. La vacuidad y la impermanencia son dos caras de la misma moneda de la existencia.

Vivir un día y saborear muy profundamente el significado de la impermanencia es mejor que vivir 100 años y no tocarla. Buda


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