Felicidad sin una causa
La verdadera felicidad viene de arriba y os asombráis al descubrir en vosotros mismos, sin cesar, este es un estado de total conciencia superior.
OMRAAM MIKHAEL
FELICIDAD
Alguien dice: Soy feliz, porque…
Pues bien, ¡el solo hecho de atribuir una causa a su felicidad prueba que no posee la felicidad verdadera! Porque la verdadera felicidad es una felicidad sin causa. Sí, sois felices y ni siquiera sabéis por qué. Encontráis que es maravilloso vivir, respirar, comer, hablar, caminar… Nada especial os ha sucedido, ni éxitos ni regalos ni herencias ni un nuevo amor… Lo que os hace felices es (sí, porque finalmente siempre hay una razón) esta sensación de que algo que viene de arriba se añade a todo lo que hacéis, un elemento espiritual que ni siquiera depende de vosotros… Como un agua que mana del Cielo y que os atraviesa.
Para la mayoría de los humanos la felicidad está ligada a las posesiones: casas, dinero, condecoraciones, gloria… o bien un marido, una mujer, unos hijos. No, la verdadera felicidad no depende de ningún objeto, de ninguna posesión, de ningún ser; viene de arriba y os asombráis al descubrir en vosotros mismos, sin cesar, este estado de conciencia superior. Os alegráis y ni siquiera sabéis por qué. Ésta es la verdadera felicidad.
La felicidad es como una pelota tras la que se corre, pero que en el momento de atraparla se le da un puntapié... ¡para después seguir corriendo tras ella! En esta carrera, uno se siente estimulado; y es en esta búsqueda, en este impulso por alcanzar el objetivo, donde se encuentra la felicidad.
No hay duda de que cuando alcanzamos lo que deseamos somos momentáneamente felices, pero inmediatamente después sentimos un vacío, buscamos aún más y nunca se está satisfecho. Por esto, ¿qué hay que hacer? Hay que lanzarse a la búsqueda de todo aquello que está aún más allá y es más irrealizable: la perfección, la inmensidad, la eternidad. Y por este camino encontraréis todo lo demás; el conocimiento, la riqueza, el poder, el amor... Sí, los tendréis sin ni siquiera pedirlos.
Una vez viajé en un crucero, y ustedes saben cómo es: ¡lo único que les importaba era mantener entretenidos a los pasajeros! Así, hay infinitos bares y piscinas, lugares donde bailar, películas, e interminables juegos y conciertos. Dado que se ofreció la oportunidad, estaba interesado en ver cómo era la vida a bordo de un barco, ¡pero quedé sorprendido de ver todos los distintos tipos de entretención, que estaban disponibles todo el día, y toda la noche!
La vida en un crucero es una ilustración bastante acertada de la mentalidad de la mayoría de los seres humanos, que están siempre buscando nuevas maneras de entretenerse. Como nadie les ha revelado que poseen facultades y poderes internos que, si los despiertan – y está en su poder hacerlo – transformarían sus existencias y les llevarían paz, libertad y felicidad, están siempre buscando la felicidad fuera de ellos; el resultado es que a menudo se desilusionan.
En tanto descansen en el mundo exterior, siempre se desilusionarán. De vez en cuando sentirán que hay algo a lo que se pueden aferrar, y luego, muy poco tiempo después, se sentirán aferrando la nada: todo se ha desvanecido. Los seres humanos están buscando constantemente la realización, pero ignoran que deben buscarla en su propio interior.
Muchos de ustedes aún desperdician su tiempo y energía en actividades que creen necesarias para vuestra felicidad – ¡pero dudo mucho que lo sean! Probablemente me dirán que conocen personas que no tienen en absoluto necesidades intelectuales o artísticas, e incluso menos necesidades espirituales, que están muy bien con placeres puramente físicos. Sí, por supuesto, yo mismo conozco muchas personas así.
Pero lo que ustedes no ven, es que esas personas, no importa lo toscas e incompletas que puedan ser hoy, vienen de los mismos talleres que los grandes genios, los más grandes Iniciados. No es tiempo aún de que manifiesten los mismos dones y virtudes, pero el tiempo vendrá.
Un día, ellos también buscarán la inmensidad, la abundancia, la Deidad. Un día, ellos también entenderán que los objetos y actividades del plano material, solo son necesarios como un apoyo, un soporte, un envase para sostener, proteger o contener la vida divina, la vida del espíritu. Y cuando comiencen a entender que cuanto tomaron por lo real era solo el envoltorio, y que el núcleo esencial de las cosas ha estado oculto para ellos, su forma de ver las cosas cambiará.
Sí, eso es lo que importa: su manera de ver las cosas. Dejarán de mirar solo los contenedores, y empezarán a interesarse en los contenidos. O quizás, como habrán dejado que los contenidos escapen de sus contenedores, comenzarán a llenarlos de nuevo, y este será el comienzo de la verdadera vida para ellos. Nunca deben valorar más el contenedor que los contenidos; por otra parte, nunca deben descuidarlo o destruirlo, de otra forma los contenidos se derramarán y se perderán.