Fabula de la mariposa y el grajo - Cuento

Nomás al empezar su Vida, el sublime insecto moría a manos de su depredador natural… lo que, a fin de cuentas, le pareció muy natural a Ozům.

JBN LIE

Ozům el Sabio

Pegada cabeza abajo en la hoja de un caobo, pendía una crisálida de un delgado hilo de seda.

Durante quince días, Ozům el Sabio observó con atención su crecimiento.

Al principio, la crisálida había sido de un color verde azulado.

Con el transcurso de los días, aparecieron en su superficie manchas doradas y negras, cada vez más numerosas.

En las últimas cuarenta y ocho horas, la crisálida había adquirido una coloración decididamente obscura.

Entonces, pensó Ozům:

Oh, crisálida, transfigurada emergerá tu hermosa moradora… y sagrado será su vuelo.

Aquella mañana, Ozům percibió una pequeña ala que rasgaba a la crisálida desde su interior.

Media hora tardó la mariposa en abandonar la seguridad de aquel hogar… ¡que en las últimas horas se le había tornado en intolerable prisión!

Al principio, las alas del insecto estaban encogidas… ¡y eran totalmente pálidas! Sin embargo, media hora después, habían aparecido en ella delicados diseños geométricos –fascinantes maravillas azules, anaranjadas, carmesíes.

Embelesado, Ozům contemplaba la belleza de aquella diosa en miniatura.

De pronto, cuando parecía que la mariposa emprendía su primer vuelo, un grajo llegó volando del Cielo y se la comió.

Nomás al empezar su Vida, el sublime insecto moría a manos de su depredador natural… lo que, a fin de cuentas, le pareció muy natural a Ozům.

En la tarde de aquel mismo día, en ese mismo jardín, Ozům se deleitaba observando la belleza del vuelo del grajo.

En su vuelo, el ave describía audaces elipses, curvas gloriosamente complejas, gráciles trazos de una geometría aérea y existencial.

De pronto, el grajo defecó desde de las alturas: parte de su emisión manchó la túnica de Ozům; otra porción de hez impregnó la hierba del jardín.

Entonces, pensó el mago y poeta:

Oh, crisálida, transfigurada emergió tu moradora del vientre del grajo… y su sagrada impronta fertilizará a la tierra.

De pronto, Ozům sintió hambre. Arrancó una manzana de un árbol: cerró los ojos y disfrutó la fruta poco a poco, bocado a bocado.