La iluminación espiritual

El conflicto de la opción y la reencarnación

POR: JIDDU KRISHNAMURTI

Imagen; El conflicto de la opción y la reencarnación; Jiddu Krishnamurti

KRISHNAMURTI Y LA REENCARNACIÓN

A causa del conflicto de la opción está el miedo. Quiero saber si viviré después de mi muerte, si reencarnaré, si hay continuidad en alguna forma.

Pregunta: Usted no nos ha dado nunca un concepto claro del misterio de la muerte y de la vida después de la muerte; no obstante, habla constantemente de la inmortalidad. Seguramente usted cree en la vida después de la muerte, ¿verdad?

Jiddu Krishnamurti: Usted quiere saber categóricamente si hay o no hay aniquilación después de la muerte; ése es el enfoque erróneo del problema. Espero que entienda lo que digo, porque de lo contrario mi respuesta no será clara para usted y pensará que no he contestado su pregunta. Por favor, si no comprende, interrúmpame.

¿Qué quiere usted decir cuando habla de la muerte? Es su dolor por la muerte de otro y el miedo a su propia muerte. El dolor se despierta por la muerte de otro. Cuando su amigo muere, se torna usted consciente de la soledad porque ha contado con él, porque usted y él se han complementado el uno al otro, se han comprendido, apoyado y alentado el uno al otro. Así, cuando su amigo se ha ido, usted es consciente de la vacuidad; quiere que esa persona regrese para que llene la parte de su vida que llenaba antes.

Usted quiere a su amigo nuevamente, pero dado que no puede tenerlo se vuelve hacia diversas ideas intelectuales, hacia diversos conceptos emocionales que, según piensa, le darán satisfacción. Acude a tales ideas en busca de alivio, de consuelo, en lugar de descubrir la causa de su sufrimiento y liberarse eternamente de la idea de la muerte. Se vuelve hacia una serie de alivios y satisfacciones que gradualmente disminuyen la intensidad de su sufrimiento; no obstante, cuando la muerte regresa, experimenta el mismo sufrimiento otra vez.

Llega la muerte y le causa un intenso dolor. Alguien a quien usted amaba intensamente ha desaparecido y la ausencia de esa persona acentúa su soledad. Pero en vez de buscar la causa de esa sensación de soledad, trata de escapar de ella mediante satisfacciones mentales y emocionales. ¿Cuál es la causa de esa soledad? La seguridad puesta en otro, la insuficiencia de su propia vida, el continuo intento de eludir la vida. Usted no quiere descubrir el verdadero valor de los hechos; en cambio, atribuye un valor a lo que no es sino un concepto intelectual. Por eso, la pérdida de un amigo le ocasiona sufrimiento, porque esa pérdida lo torna plenamente consciente de su soledad.

Luego está el miedo a nuestra propia muerte. Quiero saber si viviré después de mi muerte, si reencarnaré, si hay para mí una continuidad en alguna forma. Estoy interesado en estas esperanzas y en estos temores porque no he conocido un momento de plenitud y riqueza durante mi vida; no he conocido un solo día sin conflicto, un solo día en que me haya sentido completo en mí mismo, como una flor. Por lo tanto, tengo este intenso deseo de realización personal, un deseo que contiene la idea del tiempo.

¿Qué entendemos cuando hablamos acerca del yo? Uno es consciente del yo solo cuando está atrapado en el conflicto de la opción, de la dualidad. En este conflicto nos volvemos conscientes de nosotros mismos y nos identificamos con una cosa u otra, y de esta continua identificación resulta la idea del yo. Por favor, considere esto con la mente y el corazón, porque no es una idea filosófica que pueda ser simplemente aceptada o rechazada.

Yo digo que, a causa del conflicto de la opción, la mente ha establecido la memoria, muchas capas de memoria; ha llegado a identificarse con estas capas y se llama a sí misma el yo, el ego. Y de aquí surge la pregunta: ¿Qué me sucederá cuando muera? ¿Tendré una oportunidad de vivir nuevamente? Para mí, estas preguntas nacen del anhelo y de la confusión. Lo importante es liberar a la mente de este conflicto de la opción, porque solo cuando uno se ha liberado de este modo, puede haber inmortalidad.

Para la mayoría de la gente, la idea de inmortalidad es la de una continuación infinita del yo a través del tiempo. Pero yo sostengo que un concepto semejante es falso. Entonces, responde usted, tiene que haber aniquilación total. Yo digo que tampoco eso es verdadero. Su creencia de que la aniquilación total debe seguir a la cesación de la limitada conciencia que llamamos el yo, es falsa. Usted no puede comprender la inmortalidad de ese modo, porque su mente se halla presa en los opuestos. La inmortalidad está libre de todos los opuestos, es acción armoniosa en la cual la mente está por completo libre del conflicto del yo.

Yo digo que la inmortalidad existe, inmortalidad que trasciende todas nuestras concepciones, teorías y creencias. Solo cuando usted tenga la plena comprensión individual de los opuestos, estará libre de los opuestos. En tanto la mente siga creando conflicto a causa de la opción, tiene que haber conciencia como memoria; esta memoria es el yo, y el yo es el que teme a la muerte y anhela su propia continuación. En consecuencia, no existe la capacidad de comprender la plenitud de la acción en el presente, la cual es inmortalidad.

Según cuenta una antigua leyenda india, cierto brahmín decidió regalar algunas de sus posesiones, en cumplimiento de un sacrificio religioso. Este brahmín tenía un hijo pequeño, quien observaba a su padre y lo acosaba con muchas preguntas, hasta que el padre se sintió molesto. Finalmente, el hijo preguntó: ¿A quién vas a regalarme? Y el padre replicó furioso: Te entregaré a la Muerte. Ahora bien, en los tiempos antiguos se sostenía que cualquier cosa que se dijera tenía que llevarse a cabo; por lo tanto, el brahmín tuvo que enviar a su hijo a la Muerte, de acuerdo con sus palabras irreflexivamente pronunciadas. Mientras el niño se dirigía a la casa de la Muerte, prestó atención a lo que muchos maestros tenían que decir acerca de la muerte y la vida después de la muerte. Cuando llegó a la casa de la Muerte, encontró que la Muerte se hallaba ausente; de modo que esperó tres días sin probar alimento alguno, conforme a la antigua costumbre que prohibía comer en ausencia del anfitrión. Cuando finalmente llegó, la Muerte se disculpó humildemente por haber mantenido a un brahmín esperando, y como señal de arrepentimiento concedió al niño la posibilidad de que pidiera tres deseos.

Para el primer deseo, el niño pidió ser devuelto a la casa de su padre; para su segundo deseo pidió ser instruido en ciertos ritos ceremoniales. Pero el tercer deseo no fue una petición sino una pregunta: Dime, Muerte, preguntó, la verdad acerca de la aniquilación. Según algunos de los maestros a quienes he escuchado en mi camino hacia aquí, hay aniquilación; otros dicen que hay continuidad. Dime, oh Muerte, ¿qué es lo verdadero? No me formules esa pregunta, replicó la Muerte. Pero el niño insistió. De modo que, en respuesta a la pregunta, la Muerte enseñó al niño el significado de la inmortalidad. La Muerte no le dijo si hay continuidad, si hay vida después de la muerte, o si lo que hay es aniquilación. La Muerte le enseñó más bien el significado de la inmortalidad. Usted quiere saber si hay continuidad. Actualmente algunos científicos están probando que existe. Las religiones la afirman, mucha gente cree en ella, y usted puede creer si lo prefiere. Para mí eso tiene poca importancia. Siempre habrá conflicto entre la vida y la muerte. Sólo cuando uno conoce la inmortalidad, no hay comienzo ni final, solo entonces la acción implica realmente realización plena y solo entonces es infinita. Digo, pues, de igual modo, que la idea de la reencarnación tiene poca importancia. En el yo no hay nada perdurable; el yo está compuesto por una serie de recuerdos que implican conflicto. Usted no puede hacer que ese yo sea inmortal. Toda la base de su pensamiento es una serie de logros y, por lo tanto, es un esfuerzo continuo, una continua limitación de la conciencia. Sin embargo, usted espera realizar de ese modo la inmortalidad, sentir el éxtasis de lo infinito.

Yo digo que la inmortalidad es algo real. Usted no puede discutirla; puede conocerla en su propia acción, acción nacida de la plenitud, de la riqueza, de la sabiduría; pero esa plenitud, esa riqueza, no puede obtenerlas escuchando a un guía espiritual o leyendo un libro de enseñanzas. La sabiduría adviene solo cuando hay plenitud de acción, cuando hay completa percepción sensible de todo su ser en la acción; entonces verá que todos los libros y maestros que pretenden guiarlo hacia la sabiduría, nada pueden enseñarle. Usted puede conocer aquello que es inmortal, eterno, solo cuando su mente está libre de todo sentido de individualidad que es creado por la conciencia limitada es decir, por el yo.


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