La iluminación espiritual

El párroco y la hermosa mujer

Cuento Zen (120)

Era frecuente ver al párroco charlando animadamente con una hermosa mujer de mala reputación, y además en público, para escándalo de sus feligreses.

De manera que le llamó el obispo para echarle un rapapolvo. Y una vez que el obispo le hubo reprendido, el sacerdote le dijo:

«Mire usted, señor obispo, yo siempre he pensado que es mejor charlar con una mujer guapa y con el pensamiento puesto en Dios que orar a Dios y con el pensamiento puesto en una mujer guapa».

MORALEJA

La lógica del obispo nunca conducirá a nadie a lo Divino, porque la lógica es humana y ha destruido todos los puentes hacia lo Divino. Es un gran misterio que no puede ser resuelto, no es un acertijo que pueda resolverse. Pero si continúas pensando en forma lógica, entonces llega un momento en el que alcanzas el límite de la lógica.

La lógica nunca puede apreciar la belleza de la mujer, puede desearla, puede etiquetarla, clasificarla, encasillarla, pero no puede apreciar su belleza real. Y aunque la lógica quiera apreciarla, no es posible. La lógica no posee corazón y solamente el corazón puede apreciar toda la pureza de cuanto le rodea. La mujer se abrirá a la mente, porque lo mental es quien la desea. Pero la belleza real de la mujer se abre únicamente por amor, no para ser violada.

Entiendan que los pensamientos son como las nubes, vienen y van, y tú eres el cielo. Cuando deja de haber mente inmediatamente te llega la percepción de que has dejado de estar inmerso en los pensamientos. Los pensamientos están ahí, pasando a través tuyo como las nubes cruzan el cielo. Los pensamientos pasan a través tuyo, y son capaces de hacerlo porque tú eres un inmenso vacío.

La mente no es nada más que la ausencia de tu presencia. Cuando te sientas en silencio, cuando observas profundamente a la mente, la mente simplemente desaparece. Quedan los pensamientos, existen, pero no puedes encontrar a la mente. Pero cuando la mente ha desaparecido, puedes ver que los pensamientos no son tuyos. Desde luego que vendrán y a veces se quedarán un rato contigo, y luego desaparecerán. Tú puedes convertirte en su lugar de descanso, pero ellos no son creados por ti. Ni un solo pensamiento surge de tu ser, siempre proceden del exterior. No te pertenecen, son sin hogar, sin raíces, pero a veces descansan en ti, eso es todo.

Los pensamientos son como una nube descansando sobre una colina. Entonces se van por sí mismos, no has de hacer nada. Si simplemente observas, sin juzgar, sin desear, sin criticar o comentar, obtienes el control.