LA ILUMINACIÓN ESPIRITUAL
CUENTO DE HOY
Cuando el Maestro de Zen alcanzó la iluminación, escribió lo siguiente para celebrarlo: ¡Oh, prodigio maravilloso: Puedo sacar agua del pozo!
Para la mayoría de la gente no tienen nada de prodigioso actividades tan prosaicas como sacar agua de un pozo. Un vez alcanzada la iluminación, en realidad no cambia nada. Todo sigue siendo igual. Lo que ocurre es que entonces el corazón se llena de asombro. El pozo sigue siendo un pozo; la gente no es distinta de como era antes; y lo mismo sucede con uno mismo. La vida no prosigue de manera diferente. Puede uno ser tan variable o tan ecuánime, tan prudente o tan alocado como antes. Pero sí existe una diferencia importante: ahora puede uno ver todas las cosas de diferente modo. Está uno como más distanciado de todo ello. Y el corazón se llena de asombro.
Esta es la esencia de la contemplación: la capacidad de asombro. La contemplación se diferencia del éxtasis en que éste lleva a uno a «retirarse». Pero el contemplativo iluminado sigue sacando agua del pozo. La contemplación se diferencia de la percepción de la belleza en que esta representada en una puesta de sol que produce un placer estético, mientras que la contemplación produce asombro, prescindiendo de que lo que se contemple sea una puesta de sol o una simple piedra.
Ésta es prerrogativa del niño, que con tanta frecuencia se asombra. Por eso se encuentra tan a sus anchas en el Reino de los Cielos.