La iluminación espiritual

El agricultor

Cuento Zen (221)

Un empresario estaba en un pueblito cuando llegó una carroza con un agricultor y en ella había varias hortalizas y frutas de buen tamaño. El empresario elogió al agricultor por la calidad de hortalizas y frutas, y le preguntó:

¿Cuánto tiempo le había tomado cultivarlos?

El agricultor respondió que:

Solo un poco de tiempo.

El empresario luego le preguntó:

¿Por qué no cultivaba más tiempo y sacaba más hortalizas y frutas?

El agricultor dijo que:

Tengo lo suficiente para satisfacer las necesidades inmediatas de mi familia, no necesito cultivar más tiempo.

El empresario luego preguntó:

¿Pero qué hace usted con el resto de su tiempo?

El agricultor dijo,

Duermo hasta tarde, pesco un poco, juego con mis hijos, hago siesta con mi señora María, caigo todas las noches al pueblo donde paseo con mi familia y toco guitarra con mis amigos. Tengo una vida placentera y ocupada.

El empresario replicó,

Soy un gran empresario y podría ayudarte. Deberías gastar más tiempo en la agricultura y con los ingresos comprar un terreno más grande, y podrías comprar más y más tierras que eventualmente sería una gran empresa de cultivos y en vez de vender los productos a un intermediario lo podrías hacer directamente y abrir tu propia distribuidora. Además, podrías controlar la producción, el procesamiento y la distribución. Podrías salir de este pequeño pueblo e irte a La Capital, donde manejarías tu empresa en expansión.

El agricultor preguntó,

¿Pero, cuánto tiempo tarda todo eso?

A lo cual respondió el empresario:

Entre 15 y 20 años.

¿Y luego qué?, dijo el agricultor.

El empresario se rio y dijo que esa era la mejor parte.

Cuando llegue la hora deberías anunciar una oferta inicial de acciones y vender las acciones de tu empresa al público. Te volverás rico, tendrás millones.

Millones, y ¿luego qué?, contesto el agricultor.

Dijo el empresario:

Luego te puedes retirar. Te mueves a un pueblito donde puedes dormir hasta tarde, jugar con tus hijos, hacer siesta con tu mujer, caer todas las noches al pueblo donde puedas pasear con tu familia y tocar guitarra con tus amigos.

El agricultor respondió:

¿Acaso eso no es lo que tengo ya?

MORALEJA

Hoy en día, las personas no saben cómo disfrutar de las cosas sencillas.

Cuántas vidas desperdiciadas buscando lograr una felicidad que ya se tiene, pero que muchas veces no vemos. La verdadera felicidad consiste en amar lo que tenemos y no sentirnos mal por aquello que no tenemos.

Si lloras por haber perdido el Sol, las lágrimas no te dejarán ver las estrellas.

La verdadera alegría no puede tener motivo alguno. La alegría existe, simplemente, sin explicación, es inexplicable. Cuando está, está; cuando no está, no está. Cuando no está, puedes encontrar los motivos por los que no está, pero cuando está no puedes encontrar los motivos por los que está, y si puedes encontrar los motivos por los que está, tu alegría es entonces cultivada, no es real, no es auténtica, no es verdadera. No está fluyendo de lo más profundo de tu ser; tú solo la estás manejando, la estás manipulando, la estás fingiendo.

Cuando la alegría es un gozo fingido, puedes encontrar el motivo. No obstante, cuando la alegría es verdadera, es tan misteriosa, tan primaria, que no puedes encontrar un motivo. Si le preguntas a un buda: ¿Por qué estás feliz?, él se encogerá de hombros. Si le preguntas a Lao Tzu: ¿Por qué estás dichoso?, te dirá: No preguntes. En vez de preguntar por qué estoy dichoso, averigua por qué tú no lo estás.

¡LA FELICIDAD ES UN TRAYECTO, NO UN DESTINO!