La iluminación espiritual

La conquista de la espiritualidad

POR: PATROCINIO NAVARRO

Imagen; La conquista de la espiritualidad; Patrocinio Navarro

LIBERTAD ESPIRITUAL

La libertad espiritual es la primera de todas las libertades.

Esta no puede concederla nadie: Es una conquista personal en la guerra contra el ego o yo inferior. Se ha hablado mucho en todas las épocas de la espiritualidad como opción liberadora. Pero ¿De qué hablamos?

Hasta el momento presente la mayoría de seres humanos inscritos en una religión posee una cultura religiosa más o menos practicada y generalmente superficial, intelectual y exterior más que vivida en profundidad, llena de dogmas y rituales, jerarquizada y exigente de sumisión a sus jefes. Esto es algo común a las religiones clásicas, ya sean la católica, y las llamadas cristianas u otras como la hindú, la islámica, o la judaica. También el budismo puede entrar en esta categoría como filosofía religiosa. Hay, pues diversidad, pero es imposible hablar de unidad doctrinal en ninguna de ellas ni siquiera en el caso del catolicismo en el que es posible encontrar desde teólogos de la liberación a fanáticos de la secta del opus. Que no haya unidad doctrinal supone que existen variadas interpretaciones de textos antiguos tenidos como sagrados y verdaderos, lo que da lugar a diversas corrientes con sus respectivos maestros, rituales específicos, etc. ¿Y qué hay debajo de todo eso? Como no podía ser menos, el ego humano. El deseo de controlar a otros, el fanatismo, los prejuicios, el deseo de vivir del trabajo y la energía espiritual de otros, la necesidad de ser reconocido como importante o al menos como mejor, y tantas otras cosas relacionadas con el ego están presentes en las religiones, las determinan y dan su aspecto diferencial, muy lejos de la idea de unidad, y desde luego, de las verdades espirituales que afirman defender.

Piénsese sin más en lo que respecta al cristianismo: si eres católico y cura no puedes casarte ni tener hijos; pero si eres protestante, eso no es problema. Si eres mujer católica puedes despedirte de ser sacerdote, pero si perteneces a alguna de las otras muchas ramas derivadas del catolicismo, puedes ser hasta obispo. Papa, no; porque Papa solo hay en el catolicismo, la más arrogante de todas ellas. Y lo mismo puede decirse en cuanto a las diversas interpretaciones que de la Biblia se han hecho por unos y otros. Por ejemplo, el núcleo central del culto católico es la misa, la celebración de la eucaristía. Para los católicos, en la ostia y el vino se encuentra realmente Cristo, y en la comunión comen su carne y beben su sangre, lo cual es una forma de canibalismo para quien crea y comulgue. En cambio los protestantes, más juiciosos en eso, consideran ese ritual como un recordatorio de la última cena. Muchas otras diferencias se hallan presentes en otras de las religiones señaladas anteriormente con sus maestros, sus gurús y sus lamas que introducen sus propios modos de ver las escrituras en las que se basan. Todas ellas se supone deberían estar unidas, y si no lo están es porque, como se apuntó anteriormente, son religiones externas, formas filosóficas de dominación espiritual jerarquizada, donde los ritos, las vestimentas y las ceremonias actúan como sustitutos de la espiritualidad.

Otra cosa es la religión interna, la búsqueda del sentido de la vida más allá de todo dogma y creencia como las anteriormente citadas, porque se trata de encontrar la relación personal de cada uno con Dios. Pero no con un dios externo, con un dios que siempre tiene intermediarios, sino con la chispa interna de la vida en uno mismo, que es el verdadero Dios que nos nutre y vivifica. Se trata de buscar en uno mismo al Dios que es vida, que es el corazón de nuestra alma, y que como Padre espera el regreso del hijo pródigo que somos cada uno de nosotros, y del que nos sentimos más cerca cuanto mayor es nuestro nivel de amor a todos nuestros semejantes. Y esto exige un método, una disciplina, una renuncia a muchas de las baratijas que este mundo nos ofrece como si fuesen joyas.

Poder sobre otros, ambición, envidia, celos, deseos de sobresalir sobre el resto, tan característicos de las religiones, quedan fuera de esta visión espiritual de la vida, porque aquí se trata de ser un guerrero, no un feligrés, ni un devoto, ni un aprendiz de mago. Se trata de ser un guerrero en el sentido de luchar contra todo lo que impide esa relación amorosa con la vida y con nuestros semejantes, que son nuestros caballos de Troya interiores: las diversas máscaras de nuestro ego, de lo demasiado humano, de nuestras tendencias inferiores. Y esta es otra diferencia importante con las religiones, donde se trata de cumplir con los mandamientos y rituales que dice el papa, el gurú, o quien sea.

El camino de la espiritualidad visto de este modo exige estar despierto, vivir en el ahora, ser conscientes del alcance de las propias sensaciones, palabras, sentimientos, saber qué hay detrás de todo eso, y de no ser lo adecuado, encontrar el modo de cambiar esos programas que vienen de atrás, pero que están impresos en nuestro subconsciente, que es una verdadera caja de sorpresas. Abrir esa caja es una tarea del guerrero espiritual, y ahí la mayoría siente miedo de sí mismo.

Todos queremos estar cómodos con la imagen de nosotros mismos y no estamos fácilmente dispuestos a aceptar que tras nuestras máscaras sociales se escondan inconfesables ideas y propósitos, feos defectos que al verlos nos incomodan, por lo que cerramos la tapa del baúl y reprimimos el indicador de lo que precisamente habríamos de vencer. Por eso tantos millones prefieren la religión a la espiritualidad: exige menos compromiso con uno mismo, y de paso, con el resto y con Dios.

Algunos dicen: basta la fe para salvar el alma. Otros: hay que apartarse del mundo, recluirse en ermita o convento. Otros: hay que obedecer a este o aquel supuesto representante de Dios, o a este o aquel maestro. Y los hay que se imponen penosos ayunos y duros castigos corporales creyendo que el cuerpo es el culpable de sus males Todo eso no es espiritualidad; todo eso es superstición y desatino transmitido por las iglesias. LA FE o es activa o no es nada. La sumisión a la autoridad niega el libre albedrío. Apartarse del mundo es lo mismo que esconderse de los problemas que puede traernos la relación con los demás, fuente de aprendizaje.

Es más fácil dejarse llevar por el barquero que conducir la propia nave, pero quien no aprende a llevar su nave desconoce los secretos de la navegación y nunca será capaz de actuar correctamente ante un posible naufragio. Quien no coge el timón de su vida, otros lo cogen en su lugar y en su propio nombre y le atan a sus destinos. Y esto es válido para la vida social lo mismo que para la vida espiritual.

Vivir es una batalla que hemos de ganar con la ayuda de la conciencia, que, de estar despiertos, nos advierte si los caminos elegidos son correctos o no. Es preciso destapar la caja de Pandora que guardamos en el ropero interior, porque solo quien la destapa y limpia su contenido de fantasmas se ganará el derecho a pertenecer a una humanidad regenerada y podrá ver un día el rostro de Dios.

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