El dinero no compra la felicidad. Se nos vende esta premisa desde niños, es un engaño. Así es el mecanismo de una sociedad destructora de felicidad.
Creemos que nos desembarazamos de un criminal matándolo, porque una vez muerto va al plano astral y mental inferior y allá se refuerza el mal.
¿En qué se basa? No, por cierto, en el amor, aunque hablemos de ello. Si se basara en el amor habría orden, paz y felicidad, entre todos nosotros.
Al producir una revolución radical en la estructura del pensamiento y de la acción, entonces, se genera un cambio en la estructura de la sociedad.
La sociedad es el producto de sus habitantes, no que sus habitantes sean el producto de la sociedad. Cambia tú, que la sociedad no te cambie a ti.
Jóvenes que no creen que Winston Churchill haya existido, y norteamericanos que Beethoven es el nombre de un perro o Miguel Ángel el de un virus.
Si nos sinceramos entre nosotros, las gentes que compartimos el interés por la especie humana y el resto de seres vivos, fácilmente admitimos.