La sintonía de tu cuerpo habla y la melodía de las palabras y la preparación juegan un papel importante a la hora de comunicarnos con los demás personas.
El japonés Masaru Emoto explica como la vibración de las palabras en el agua te sana. Su frecuencia cambia positivamente la información de sus cristales.
El Musulmán Rumi enseña que la sabiduría y las palabras que nos unen son mil señales que tú reconocerás, pero cállatelas, porque para otros no serán señal.
Aprended y escuchad las palabras y la ley eterna de Jesús de Nazaret con el oído de la verdad y no con el intelecto, pues éste nubla la esencia de las palabras.
El gran místico Kabir nos enseña que el todo es la verdad y que lo demás son sólo palabras, palabras que crean una barrera y no te dejan ver la vida misma.
El espacio de silencio que hay entre palabras es uno de los mejores recursos para experimentar la quietud de la mente, un destello de la meditación.
Debes cuidar aquello que dices y la forma de decirlo. Comunicarse bien es de sabios. Si tus palabras no son un regalo, es mejor que no las pronuncies.
Dios, amor, libertad, o democracia son palabras maltratadas. Encierran en sí tal poder, que habrían transformado el mundo en su estado puro de verdad.
Las palabras son poderosas, es la magia. Pero son como una espada de doble filo: pueden crear el sueño más bello o destruir todo lo que te rodea.
La palabra sánscrita KARMA significa «acción» o, más específicamente, cualquier acción material que trae una reacción que nos ata al mundo material.