LA ILUMINACIÓN ESPIRITUAL

ESPIRITUALIDAD SIN PROGRAMACIÓN

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UNA PALABRA Y SIN TILDE

BUDDHI PARA EL DISCERNIMIENTO ESPIRITUAL

I K TAIMNI

El desenvolvimiento interno asociado con la espiritualidad lo marca el desarrollo de Buddhi o intuición, para los más elevados ideales espirituales.

Imagen Buddhi para el discernimiento espiritual

EL BUDDHI EN NUESTRA VIDA

Sólo cuando ya el alma ha alcanzado bastante desarrollo y madurez, puede tomar parte activa e inteligente en su propio desarrollo, y cooperar con aquellas fuerzas que están presionándola a evolucionar. Cuan do llega a esta etapa, el alma ha desarrollado ya considerablemente sus vehículos inferiores de conciencia, y está lista a comenzar su evolución espiritual. El principio de esa fase de nuestro desenvolvimiento interno que asociamos con la espiritualidad, lo marca el desarrollo de Buddhi (Intuición). Quienes queremos acelerar nuestro progreso hacia nuestros más elevados ideales espirituales, debemos tratar de entender el papel que Buddhi desempeña en nuestra vida.

Buddhi representa las manifestaciones peculiares de conciencia que tienen lugar por medio del cuerpo Intuicional que es el vehículo que sigue inmediatamente al cuerpo Causal yendo desde la periferia hacia el centro de nuestro ser. Su campo de expresión, por tanto, queda justamente en seguida del de la mente en sus dos aspectos, concreto y abstracto. Esto explica por qué las funciones Intuicionales trascienden a las de la mente y no se las puede comprender con el simple intelecto que los hombres intelectuales corrientes consideran final y concluyente. También explica por qué el intelecto sólo es incapaz de entender aquellas percepciones más finas que se originan en la conciencia Intuicional. El único estado de conciencia que supera y abarca la conciencia Intuicional es el de la Voluntad, el cual constituye el mismísimo centro de nuestra vida, el corazón donde yacen laten todas nuestras potencialidades Divinas.

Luego de anotar el lugar de Buddhi en nuestra constitución, pasemos a ver un principio general que hemos de tener en cuenta al considerar las manifestaciones de la conciencia en los diferentes planos. Esto aclarará nuestras ideas y preparará el terreno para comprender las diversas funciones de la Intuición en nuestra vida. El punto que tenemos que entender claramente es que la manifestación de la conciencia por medio de un vehículo cuando opera en su propio plano, es diferente que cuando las vibraciones correspondientes se reducen para actuar en un plano inferior en un medio más denso. Tomemos, por ejemplo, el funcionamiento de la con ciencia en el plano mental concreto. Las vibraciones que se producen cuando la conciencia opera por medio del cuerpo mental inferior, se conocen como pensamientos; pero hay una gran diferencia entre los pensamientos como se ven en su propio plano por los órganos del cuerpo mental, y los pensamientos tal como aparecen y se expresan en el medio más denso del cerebro físico. Cuando se perciben clarividentemente los pensamientos en su propio plano, se ve que forman un mundo peculiar lleno de colores y formas de belleza fascinante, un mundo que las religiones han tratado de pintar en sus descripciones imperfectas de un cielo.

Pero estos mismos pensamientos, al expresarse por medio del cerebro físico y aparecer en nuestra conciencia física, pierden muchas de las cualidades y potencia que los distingue en su propio plano, aunque conservan algunas de sus características esenciales. En el plano mental son objetivos, mientras que en el plano físico muestran cierto carácter vago y subjetivo. Lo mismo puede decirse en cuanto al plano emocional. Las vibraciones del cuerpo emocional en su propio plano producen los fenómenos que conocemos como sentimientos y deseos con toda clase de formas y colores. En el plano emocional, estas formas y colores son objetivos y forman un mundo propio; pero cuando estas vibraciones descienden al plano físico y se expresan por medio del sistema nervioso simpático, pierden muchas de sus características y no dejan sino ese estado peculiar de conciencia que indicamos como sentimientos.

Estos ejemplos pueden ayudarnos a entender la diferencia entre la vida en el plano Intuicional, tal como se la vive conscientemente en ese plano en el vehículo Búddhico, y la misma vida tal como aparece en nuestra conciencia física después de que ha sido reducida por su paso a través de los vehículos intermedios. Cuando un Yogui se eleva en samadhi al plano Intuicional dejando atrás el plano y cuerpo mental, se vuelve consciente de un nuevo mundo lleno de tremenda felicidad y saber, en comparación con el cual la misma felicidad del mundo mental superior es insignificante. No hay palabras para describir la felicidad y el saber trascendente del plano Intuicional, y todos los místicos y videntes que han alcanzado siquiera una vislumbre de ese plano se sienten total mente incapaces de dar a otros alguna idea de la visión beatífica que han tenido. Además, cuando se hacen descender al cerebro físico las vibraciones del plano Intuicional, pierden mucha de su intensidad y llegan muy atenuadas a la conciencia física, por su paso a través de los planos intermedios. De esta manera, la percepción directa de la Unidad de la Vida en el plano Intuicional, se convierte meramente en una omniabarcante compasión y simpatía; y la penetración directa en la Verdad, se convierte en mero conocimiento intuitivo de las verdades de la vida superior. De suerte que cuando estudiamos las manifestaciones de Buddhi en la conciencia física, lo que podemos estudiar son apenas los tenues reflejos de una radiación indescriptible, los débiles ecos de una música divina que tiene su fuente en las partes internas y mucho más hondas de nuestro ser.

Con estas consideraciones preliminares, estamos en condiciones de pasar al problema principal que tenemos ante nosotros: la clara comprensión de las funciones de Buddhi en nuestra vida, hasta donde es posible estudiarlas bajo nuestras limitaciones actuales. Y el primer punto que tenemos que anotar es que la Intuición o Buddhi es una facultad multifuncional, y no una facultad simple como creen muchos que no han profundizado en los problemas de la conciencia. Por facultad multifuncional se quiere decir que capacita a la conciencia para funcionar de muchas maneras que aquí abajo, en los campos de la mente, parecen como diferentes entre sí. Puede que en el plano Intuicional estas diferentes maneras de expresión no parezcan esencialmente diferentes, como parecen cuando las vemos a través del prisma del intelecto.

Podemos entender mejor este carácter múltiple de las funciones de Buddhi, tomando como analogía a la mente. La palabra mente representa algo muy complejo. La mente tiene muchas facultades, tales como el raciocinio, la memoria, el juicio, la observación; son facultades que aparecen una tras otra en el curso natural de la evolución. Podemos llamarlas, funciones de la mente. En forma análoga, existen diferentes modos de manifestación o funciones de Buddhi, que también se desarrollan una tras otra durante la evolución del vehículo Búddhico. Si identificamos a la Intuición o Buddhi con cual quiera de sus funciones, se nos dificultará más comprenderla apropiadamente y nos enredaremos en contradicciones y con fusiones. A ello se debe que muchas personas que leen un libro como el Bhagavad-Gita quedan aturdidas; unas veces se usa allí la palabra Buddhi en un sentido, y otras en otro totalmente diferente. Si recordamos que en todos los casos se refiere a las diversas funciones de Buddhi, nos será mucho más fácil seguir el significado. Tomemos ahora algunas de esas funciones diversas, una por una, y tratemos de entenderlas. Hagamos de cuenta que sostenemos un diamante y hacemos pasar sucesivamente ante nuestros ojos sus diferentes facetas, aunque esas facetas despiden diversas luces y colores, sabemos que el diamante es uno y que no es sino una sola la luz que despide.

Empecemos por la función más simple de la Intuición, esto es, la de la comprensión. El psicólogo moderno considera a la comprensión en su sentido ordinario como una función de la mente. Pero es realmente una función de Buddhi, de la Intuición, principio superior al de la mente. La mente apenas puede combinar las impresiones que recibe de un objeto a través de los sentidos, y con ellas forma una imagen compuesta. Pero a menos que la luz de Buddhi ilumine esa imagen, no podemos comprender ese objeto. Leemos en muchos libros sobre Yoga que las impresiones que se captan del mundo externo por medio de los órganos sensorios se reflejan hacia adentro, primero en la mente, de donde se reflejan en la intuición, y luego la Intuición las presenta al morador interno, la Individualidad. Muchos no entienden lo que significa ese reflejo en la Intuición. Significa que la imagen mental se transforma en una comprensión del objeto representado por esa imagen. La mente inferior o concreta no puede por sí sola comprender ningún objeto; necesita que la luz de la Intuición resplandezca a través de su imagen mental. Según la psicología Oriental, la mente es mecánica y no posee la capacidad de comprender ninguna cosa. Esa comprensión de los objetos que la mente presenta ante la conciencia interna, es una de las funciones primarias y simples de Buddhi. Y esta función está presentes desde el mismísimo comienzo cuando el cuerpo Intuicional es todavía rudimentario.

La siguiente función de Buddhi, en orden de desarrollo y relacionada con la anterior, es la que en lenguaje corriente se llama inteligencia. No intelecto, sino inteligencia. Es fácil confundir el uno con la otra. Se trata de dos cosas diferentes, aunque es difícil definir su diferencia. Todos entendemos más o menos la diferencia entre un intelectual y un hombre inteligente. El intelectual tiene su mente bien desarrollada, cargada de hechos, y puede ejecutar fácil y eficazmente varias operaciones mentales. El hombre inteligente es el que posee la capacidad de comprender la significación o la importancia del conocimiento que posee; ha destilado su ciencia y su experiencia, y ha extraído aquella esencia sutil que llamamos sabiduría. Puede ver las cosas como son. Ver las cosas como son, es tal vez la característica más importante de la inteligencia.

Todos sabemos de personas que son muy intelectuales pero poco inteligentes; están constantemente pasando por alto la verdadera significación de cosas y situaciones. Las dos guerras mundiales son una notable lección objetiva sobre esta diferencia entre intelecto e inteligencia, y nos muestran el espectáculo horrendo de lo que el intelecto hace cuando no está iluminado por la inteligencia. Esta diferencia entre intelecto e inteligencia se debe a que el intelecto tiene su origen en la mente sola, mientras que la inteligencia tiene su fuente en el principio Búddhico que supera al mental.

Luego de tratar acerca de estas funciones elementales pero poco reconocidas de la Intuición podemos pasar a algunas otras funciones que se desarrollan en las etapas posteriores de su evolución. Una de estas funciones se llama Viveka o Discernimiento. Frecuentemente leemos en libros sobre Yoga y Teosofía, que sin el desarrollo del Discernimiento no es posible hollar el Sendero. Es, como si dijéramos, el A.B.C. de la vida espiritual. ¿En qué consiste esta facultad de Viveka? generalmente se la define como saber distinguir entre lo real y lo irreal. Pero quizá podemos formarnos una idea mejor si la consideramos como la capacidad de ver la vida y sus problemas como realmente son. Vivimos en un mundo ilusorio Sin darnos cuenta de ello. Cuando empezamos a despertar espiritualmente, vamos dándonos cuenta de esas ilusiones. Este despertar y el empezar a reconocer una por una las ilusiones, es Discernimiento. Aunque suele pensarse que el Discernimiento es diferente de la inteligencia, si examinamos la cuestión mejor veremos que es una forma de inteligencia más desarrollada, más amplia, que opera en un nivel superior. Cuando la luz de la Intuición ilumina los problemas ordinarios de la vida, es inteligencia. Cuando resplandece sobre los problemas más hondos y fundamentales de la vida y descubre sus ilusiones, es discernimiento. Es, pues, una diferencia de grado y de esfera de acción.

De esta relación entre inteligencia y Discernimiento se deriva una idea importante: que para vivir la vida espiritual necesitamos mucho más inteligencia que para vivir la vida ordinaria del mundo. Quien hace de su vida ordinaria un en redijo y muestra poca inteligencia al tratar sus problemas, no es probable que tenga mayor éxito al tratar los problemas mucho más difíciles y exigentes de la vida espiritual. Es necesario dar una voz de alerta a este respecto, porque muchos aspirantes a la vida espiritual creen que cuando se embarcan en la búsqueda de la Verdad pueden dejar en la refrigeradora su inteligencia y que la gracia de Dios les dará todo cuanto les haga falta. Esa es una idea cómoda para los que desean vivir a su gusto en un mundo imaginario; pero no la corrobora la experiencia de quienes se han embarcado en la divina aventura y se ocupan realmente en luchar por dominar su naturaleza inferior y vencer las ilusiones de la vida en los planos inferiores.

UNA FUNCIÓN IMPORTANTE DE LA INTUICIÓN

La capacidad de reconocer y entender las verdades de la vida espiritual.

Acabamos de ver que el Discernimiento nos capacita para darnos cuenta de las ilusiones de la vida. Pero ese es apenas el lado negativo de una función cuyo aspecto positivo es el reconocimiento directo de las verdades de la vida espiritual, de lo real en contraste con lo irreal. Si llevamos una luz a un cuarto obscuro, no sólo disipamos la obscuridad sino que inundamos de luz la habitación. Del mismo modo, cuando nace el verdadero Discernimiento no sólo nos damos cuenta de las ilusiones de nuestra vida cotidiana sino que también empezamos a obtener destellos de aquellas realidades y verdades ocultas tras de esas ilusiones.

El hecho de que la intuición y no la mente es el instrumento para conocer verdades espirituales, es muy importan te y explica muchos fenómenos que observamos en la vida diaria; por ejemplo, la gran diferencia de apreciación y comprensión de las verdades de la vida superior, entre distintas personas. Algunas las comprenden instintivamente, mientras otras las encuentran absurdas y carentes de convicción. Comprenderlas no es cuestión de argumentar o razonar. La Intuición le permite a uno darse cuenta de estas verdades sin pasar por el proceso engorroso de razonar. Mientras uno no desarrolle la Intuición no podrá captar ciertas verdades. Antes se su ponía que el intelecto era el juez definitivo en estas cuestiones; pero la psicología Occidental ha tenido que reconocer con desgano la existencia de otra facultad a la que llama intuición.

Además de poder reconocer las verdades sin valerse del intelecto, hay una diferencia en el carácter del conocimiento que se adquiere por la Intuición. Este último se asienta en piso firme y no trepida bajo las cambiantes experiencias y pensamientos del individuo; en cambio, el que se basa en el intelecto sólo está expuesto a ser arrasado o viciado por dudas y desconfianzas. Con frecuencia encontramos personas cuya fe en las verdades de la vida superior flaquea constantemente. Un día están con personas agradables y en un ambiente armonioso, y sienten que el hombre es divino, que todo marcha bien en el mundo y que Dios está en el cielo. Al otro día se encuentran entre aparentes injusticias, reciben trato rudo de sus asociados, y entonces se les evapora la fe y se vuelve amargados y escépticos. Solamente cuando la luz de la Intuición ilumina claramente nuestras convicciones y nuestra fe, podemos marchar por la vida avanzando hacia nuestra meta sin vacilar, sin que nos afecten vicisitudes y dificultades y persecuciones que nos vengan.

Sin embargo hemos de estar en guardia para no tomar todas nuestras ideas irracionales y a veces tontas como susurros de la Intuición. Es preferible permanecer en el terreno firme aunque árido del intelecto, hasta que nuestra Intuición se haya desarrollado suficientemente y nos ofrezca una guía clara, y no dejarnos llevar por los impulsos y supersticiones que los emotivos equivocan fácilmente con la voz de Dios.

La Intuición no sólo nos capacita para reconocer verdades de la vida superior, sino que también nos da guía confiable para la vida corriente. A todos nos toca encarar diaria mente problemas difíciles, y a veces nos parece trabajoso decidir qué camino tomar. El intelecto nos da algunos datos que podemos usar para tomar alguna decisión, pero esos da tos nunca son completos pues rara vez conocemos todos los factores de una situación dada. Además, nuestras opiniones y sentimientos previos tienden a parcializar nuestro criterio. Así, nunca nos sentimos seguros de si nuestra decisión es correcta o falsa. ¿Hay algún modo de llegar a una decisión correcta en los asuntos de nuestro vivir? ¿Hay manera de actuar sin yerro bajo toda clase de circunstancias? Sí la hay, pero esta capacidad no puede adquirirse sino desarrollando la Intuición. Siempre hay un modo correcto de hacer cualquier cosa, que significa hacer lo justo en el momento justo y del modo justo sin pasar por los procesos de razonar.

La Intuición no nos indicará los detalles; el problema de los modos y medios de actuar tiene que resolverlo la mente; pero sí nos indicará en líneas generales y correctas lo que tenemos que hacer. Cuanto más se desarrolle nuestra vida espiritual y con más constancia brille la luz de la Intuición a través de nuestra mente, más podremos vivir cada momento del día como debe vivirse: en perfecta armonía con la Voluntad Divina. Hemos dicho ya que la Intuición es el instrumento para reconocer verdades espirituales; pero vale la pena, por vía de ilustración, tomar una de estas verdades y mostrar cómo aparece en la conciencia física inferior.

Tomemos, por ejemplo, la verdad de la Unidad de la Vida. Aquí abajo, en los planos inferiores, cegados por la ilusión nos vemos separados de los demás, aparte. Nos identificamos con nuestros cuerpos; nuestros intereses chocan entre sí, y por tanto peleamos y atropellamos a nuestro prójimo para alcanzar nuestros propios fines individuales. Pero a pesar de esta aparente diversidad y conflicto de intereses, algunos individuos están desarrollando gradualmente y en diversa medida cierta conciencia de paternidad, un sentimiento de simpatía hacia todos los seres vivientes; no pueden sentirse contentos con la satisfacción de sus propios deseos; su naturaleza íntima se niega a quedar satisfecha mientras no queden atendidas también las necesidades de sus prójimos. Al ver sufrir a otros, sufren con ellos en cierta medida, y cuando ven crueldad se sienten impelidos a acudir en ayuda del que la sufre. Sienten una verdadera simpatía y profunda preocupación por el bienestar de otros, que no deben confundirse con conceptos puramente ideológicos de fraternidad basado nada más que en el intelecto. Estos conceptos los vemos expresarse en el mundo moderno en los conflictos más terribles asociados con crueldad e insensibilidad del tipo más bárbaro.

¿De dónde nace ese sentimiento de simpatía y de parentesco con todas las criaturas vivientes?

No del intelecto, el cual es la fuente misma de las tendencias separativas y egoístas. Lo que ocurre es que cuando el cuerpo Intuicional está eficientemente desarrollado y el Ego ha visto la unidad de la Vida en el plano Intuicional, este saber se infiltra gradualmente hacia la conciencia inferior donde brota como simpatía y ternura hacia todas las criaturas vivientes. Estas dos cualidades son tan características en todos los santos y sabios. En el caso de almas más jóvenes cuyo vehículo Intuicional no está suficientemente desarrollado y por tanto no han percibido esta Unidad en los planos superiores, es natural que no exista este sentido de unidad y simpatía y que el egoísmo y la cruel dad sean sus modos normales de expresarse en su vida.

El grado en que se sienta esta Unidad de la Vida en los planos inferiores, dependen de dos factores. Primero, la medida en que el Ego haya desarrollado su conciencia en los planos superiores y su vehículo Intuicional. Y, segundo, el grado en que esté abierto el pasaje entre lo inferior y lo superior para que la luz y el saber de los planos superiores puedan llegar hasta la mente. El vehículo Búddhico puede estar bien desarrollado y la visión en los planos superiores puede ser clara; pero el pasaje hacia los planos inferiores puede estar tan obstruido por nuestro egoísmo y mezquindad y mundanalidad, que la luz del mundo superior se estrelle en vano contra los muros de la mente y no pueda evocar ninguna respuesta simpática. Aunque vivimos en la conciencia omniabarcante de Dios en los planos superiores, estamos inconscientes de nuestra índole Divina en los planos inferiores.

Una vez que se ha percibido la visión de la Unidad en los planos superiores, el modo de traerla a los planos inferiores de la mente consiste en apoderarse de esa mente y trabajar en su purificación, de modo que la luz de lo superior pueda brillar sin obstrucciones a través de ella. Pues así como el cuerpo Causal es un espejo que refleja la Mente Universal, también el vehículo Búddhico es un espejo que refleja la Conciencia de la Vida Universal que está inmanente en mundo manifestado y que resplandece en grados diferentes a través de todas las criaturas vivientes. Cuando más pulido esté ese espejo, con mayor plenitud se reflejará esa Conciencia Universal en una mente pura y armonizada.

Del estudio de las funciones de la Intuición mencionadas en estos párrafos, podemos obtener cierta idea acerca de esta facultad espiritual cuyo desarrollo anuncia el desenvolvimiento de nuestra naturaleza Divina y pone en nuestras manos una especie de brújula que nos ayuda a cruzar las aguas agitadas de la vida y llegar a la lejana costa de la Iluminación. Una de estas funciones que hemos visto es la capacidad de conocer directamente las verdades espirituales sin pasar por el proceso intelectual del raciocinio. El hombre en quien ha empezado a funcionar esta facultad, se vuelve consciente de estas verdades, simplemente. Este saber no le llega desde afuera, ni siquiera desde los planos internos por un proceso de transmisión del pensamiento, sino brota espontáneamente en su corazón como nacen las aguas de un arroyo. Puede ignorar de dónde le viene; puede ser incapaz de comunicar lo a otros; pero está ahí, y hay cierta certeza en ese saber de una clase que jamás se encuentra en el conocimiento que se adquiere por medio del intelecto. La mayoría de los sabios y santos que han aparecido de vez en cuando en el mundo no fueron eruditos, no aprendieron en libros; y sin embargo demostraron una pene en los problemas fundamenta les de la vida que los colocó muy por encima de sus contemporáneos.

Hay dos puntos que anotar acerca de este saber que viene del plano Intuicional. En primer lugar, no es conocimiento sobre los asuntos ordinarios, el cual es de la incumbencia de la mente. Por muy iluminado que sea un santo, si le presentamos un problema de cálculo diferencial, o le preguntamos algo sobre el mecanismo de un automóvil no podrá contestarnos bien a menos que haya estudiado especialmente esa cuestión. Adquirir conocimiento detallado sobre estas cosas es función de la mente y no de la Intuición. Y cuando una persona iluminada quiere saber algo acerca de esas cuestiones tiene que seguir el camino ordinario. Puede tener poderes superfísicos que le faciliten adquirir esos conocimientos, pero todavía eso está dentro del campo del intelecto y por tanto la persona tiene que trabajar con los poderes y facultades de la mente.

El conocimiento que viene por medio de la Intuición, se refiere a la vida y sus problemas fundamentales, a las relaciones esenciales de las cosas; es más semejante a una luz que ilumina la vida por dentro y en torno de nosotros. La Intuición nos da un sentido infalible de lo recto y lo falso, de la verdad y la mentira; nos permite ver todas las cosas en su propia perspectiva y en su esencia. Pero no elimina la necesidad de usar la mente mientras estamos activos en los mundos inferiores. Tengamos bien claro, pues, lo que puede y lo que no puede esperarse del desarrollo de esta facultad, y no confundamos la conciencia Intuicional con la omnisciencia.

El segundo punto que debemos anotar con respecto a la conciencia Intuicional es su naturaleza dual. Por un lado está conectada con fenómenos pertenecientes al intelecto, y por el otro con fenómenos relacionados con las emociones cuan do la energía del plano Intuicional desciende a los planos inferiores, su modo de manifestarse depende del tipo de mecanismo por cuyo medio opera. Cuando opera en el campo del intelecto se refleja como conocimiento espiritual. Y cuando opera en la esfera de las emociones se refleja como amor espiritual. Es la misma fuerza en ambos casos, pero su expresión depende del mecanismo por cuyo medio opera. Este fenómeno es bien conocido en el campo de la ciencia física, donde la misma fuerza aparece en diferentes formas según el mecanismo por cuyo medio funciona. Una misma corriente eléctrica produce luz al pasar por una bombilla, y calor al pasar por un radiador.

En general, se ha visto que cuando la conciencia Búddhica empieza a desarrollarse en un hombre de temperamento emotivo, aparece como intenso amor en forma de devoción; mientras que en un hombre de tipo intelectual aparece como capacidad de ver con mucha claridad todos los problemas fundamentales de la vida. Al profundizarse ese amor o esa visión, surge gradualmente un nuevo estado de conciencia que generalmente llamamos sabiduría. Esta naturaleza dual de la In tuición es la que nos permite adoptar uno entre dos medios para desarrollarla: o por medio de la Devoción, ese intenso amor que se entrega totalmente al objeto de devoción, o por medio del Discernimiento, esa inteligencia inquiridora que puede superar todas las ilusiones de la mente y entrar en con tacto con la vida que está más allá de la mente. Esto no significa, des luego, que el amor o la inteligencia sean suficientes por sí solos, sino que uno de estos dos aspectos de la conciencia predominará en las primeras etapas hasta fusionarse finalmente en un estado de conciencia que no es ni puro amor ni pura inteligencia sino una síntesis de ambos. Buddhi es también dual, en otro sentido diferente. En los párrafos anteriores hemos estado tratando sobre una función de Buddhi que puede llamarse perceptiva, porque tiene que ver con la percepción de las cosas, con verlas en el sentido espiritual. Podría decirse que es una función pasiva que corresponde a la función de los Jnanendriyas en el campo mental.

Incluso cuando se expresa como amor espiritual, esta función es esencialmente perceptiva puesto que el amor espiritual depende de la percepción de la Unidad de la Vida, ya sea directa o indirectamente como se la perciba. Pero Buddhi tiene también una función activa que corresponde a la de los karmendriyas en el campo mental. Esta función está conectada con aquel papel de Buddhi en que sirve como instrumento del Atma y energiza la mente. Generalmente se le presta poca atención a esta función de Buddhi; pero el estudio de la filosofía Yóguica muestra que esta función activa es tan importante como la función perceptica. A Buddhi se le considera como el Vahan de Vishnú, y Vishnú no sólo es la conciencia Universal que todo lo abarca en su Visión Divina, sino también el Energizador, Preservador y Regente del Mundo que él preside. En el caso de la Mónada, ella ejerce esta función dual por medio del vehículo Intuicional que funciona en los planos Búddhico y Manásico. A esta función dual de Buddhi se debe que cuando hay verdadera Sabiduría, ver la Verdad y vivir la Vida son inseparables.


BUDDHI PARA EL DISCERNIMIENTO ESPIRITUAL


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