La iluminación espiritual

El amor es el Don Supremo de la vida

POR: HENRY DRUMMOND

Imagen; El amor es el Don Supremo de la vida; Henry Drummond

EL DON DEL AMOR

El que vive en el amor, en Dios vive. Dios es amor.

Amar sin distinción, sin cálculo, sin dilación, es amor. Prodígalo sobre los pobres, donde es muy fácil; especialmente sobre los ricos, quiénes a menudo lo necesitan más; sobre todo a nuestros iguales, donde es muy difícil, y por quienes quizás hacemos menos.

¿Por qué queremos vivir para siempre?

Porque esperamos que mañana nos traiga a alguien a quien podamos amar. Porque queremos vivir otro día con la persona que amamos a nuestro lado. Porque queremos encuentra a alguien que se merezca nuestro amor y quienes, a su vez, sabrán amarnos como merecemos ser amados.

No puedes dar nada más importante que el Amor reflejado en tu propia vida. Ese es el único idioma universal verdadero, que nos permite hablar chino o los dialectos de la India. Porque si, un día, vas a esos lugares, la elocuencia silenciosa del Amor hará que todos te comprendan.

ADOPTA UNA VIDA DE AMOR

AMOR CONTRASTADO

Al hablar del amor, no está disminuyendo la importancia de las cualidades, sino que más bien está diciendo: Las cualidades de una persona son muy importantes, pero el amor es aún más importante. Necesitamos desesperadamente que las cualidades del espíritu sean ejercidas adecuadamente hoy en día. Pero, definitivamente, el amor es aún más importante, es el camino más excelente.

De hecho, si tuviéramos todos las cualidades y diéramos todo lo que tenemos a los pobres, y muriéramos como mártires, pero no tuviéramos amor, no ganaríamos nada. No se está criticando el uso de las cualidades. Simplemente, está subrayando la importancia de que todo lo que hagas, lo debes hacer con amor.

AMOR ANALIZADO

Las características del amor.

Cada vez que leo esta lista me siento profundamente desafiado. Sé lo mucho que me falta para todas ellas ¡no solo la primera!, suelo caer en otras muy a menudo.

AMOR DEFENDIDO

El amor es permanente; todo lo demás es temporal.

Todos las cualidades del espíritu como la fe, la esperanza y la caridad, se volverán innecesarias algún día, cesarán en algún punto de la historia. De hecho, las cualidades del espíritu no cesarán hasta que veamos el amor cara a cara. Entendiendo que todavía no vemos el amor como es realmente, las cualidades del espíritu aún estarán presentes; todavía las necesitamos desesperadamente.

Pero lo más grande de todo el mundo es el amor. La fe, la esperanza y la caridad son un gran trío, pero el mayor de ellos es el amor.

EL AMOR EL DON SUPREMO

HENRY DRUMMOND

Adaptación de Paulo Coelho

¿Ves a esta mujer?

Entré en tu casa, y no me diste
agua para los pies; ella, sin embargo,
regó mis pies con sus lágrimas y los
enjugó con sus cabellos.

No me besaste; ella, entretanto, desde
que entré no cesa de besarme los pies.

No me ungiste la cabeza con aceite,
pero ella con bálsamo ungió mis pies.

Por eso te digo: perdonados le son
sus muchos pecados, porque ella amó
mucho; pero aquel a quien poco
se perdona, poco ama.

Lucas, 7; 44-47

A finales del siglo pasado, en una tarde fría de primavera, un grupo de hombres y mujeres procedentes de diversos lugares de Inglaterra se reunió para escuchar al más famoso predicador de aquella época.

Estaban ansiosos por oír lo que el hombre tenía que decir. Pero después de ocho meses recorriendo varios países del mundo en un cansado trabajo de evangelización, el predicador se sentía vacío. Miró a su pequeña audiencia, ensayó algunas frases y terminó por desistir. El Espíritu de Dios no lo había tocado aquella tarde.

Triste, sin saber qué hacer, se volvió hacia un joven misionero que estaba entre los presentes. El muchacho había regresado de África poco tiempo antes y quizá tuviera algo interesante que decir.

Entonces pidió al joven que lo sustituyera.

Las personas reunidas en aquel jardín en Kent quedaron un poco desilusionadas.

Nadie sabía quién era el joven misionero. En realidad, ni siquiera era un misionero. Se había rehusado a su ordenación como ministro porque no estaba seguro de que aquella fuera su verdadera vocación.

En busca de una razón para vivir, en busca de sí mismo, el muchacho había pasado dos años en el interior de África, entusiasmado con el ejemplo de personas que iban tras un ideal.

A la audiencia del Jardín de Kent no le gustó el cambio. Había ido hasta allá a causa de un predicador experimentado, sabio y famoso, y ahora se veía obligada a escuchar a un joven que, como ellos mismos, todavía luchaba por encontrarse a sí mismo.

Pero Henry Drummond —ése era el nombre del muchacho— había aprendido algo. Henry pidió prestada una Biblia a uno de los presentes y leyó un fragmento de la carta de Pablo a los corintios:

Aunque hable las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tuviera Amor, sería como el bronce que suena, o como el címbalo que tañe.

Aunque tenga el don de la profecía y conozca todos los misterios y toda la ciencia; aunque tenga una inmensa Fe, al grado de mover montañas, si no tuviera Amor, nada seré.

Y aunque reparta todos mis bienes entre los pobres, y aunque entregue mi propio cuerpo para que sea quemado, si no tuviera Amor, nada de eso me servirá.

El Amor es paciente, es benigno; el Amor no se consume en celos, no se vanagloria, no se enorgullece, no se conduce inconvenientemente, no busca sus intereses, no se exaspera, no se resiente del mal; no se alegra con la injusticia, sino que se regocija con la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.

El Amor jamás acaba. Pero, habiendo profecías, desaparecerán; habiendo lenguas, cesarán; habiendo ciencia, pasará. Porque en parte conocemos, y en parte profetizamos.

Pero cuando viera lo que es perfecto, lo que entonces fuera en parte será aniquilado. Cuando era niño, hablaba como un niño, sentía como un niño, pensaba como un niño. Cuando llegué a ser hombre, desistí de las cosas propias del niño.

Porque ahora vemos como en un espejo, oscuramente,­ y entonces veremos cara a cara; ahora conozco en parte, y entonces conoceré como soy conocido.

Ahora, entonces, quedan la Fe, la Esperanza y el Amor. Esos tres. Pero de ellos, el mayor es el Amor.


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