La iluminación espiritual

Amar y amor

POR: PATROCINIO NAVARRO

Imagen; Amar y amor; Patrocinio Navarro

NECESITAMOS QUE NOS AMEN

El amor es la ley del Universo

Dios es el amor y la misericordia infinitos.

El amor es como un sonido: tiene una cierta vibración. Se percibe sutilmente en las personas que aman, lo mismo que se percibe el desamor en las personas que no aman. En este punto, todos sabemos que el Cosmos es una vibración continua, y nosotros vibramos en él con la frecuencia personal que resulta de la armonía o desarmonía internas...

La armonía propia sintoniza fácilmente con la armonía universal y con la de cada uno de nuestros semejantes en particular. De este modo, es posible acceder a través del amor como suprema manifestación de armonía, y fruto y fuente de la misma (simultáneamente) a la comunicación profunda con la Conciencia Universal desde los planos superiores de la propia conciencia liberada. A través de la práctica meditativa y de la oración, realizadas ambas correctas, altruistamente y sin fanatismo ni sujeción a la letra ni a las formas, se llega a una comunicación profunda con los planos superiores de la conciencia, donde existe el conocer más allá del saber. En caso contrario, privados de la energía necesaria capaz de establecer armonía entre nuestros diversos componentes, ¿qué sucede? Tan solo el conflicto entre mente, cuerpo, espíritu; el forcejeo entre aquello que somos y aquello con lo que nos identificamos, o entre lo que somos y nos gustaría ser, etc. y que se traduce finalmente en desazón interna, en falta de paz, en enfermedad de cualquier tipo en cualquiera de los planos con las inmediatas repercusiones en los planos inferiores. Si enfermamos físicamente es a causa de que nuestros pensamientos primero y nuestras actuaciones después han sido contrarios a las leyes del Cosmos, que son las leyes del amor universal, en algún momento, incluso en otra existencia. El cuerpo humano es un cuerpo de pensamientos. La enfermedad es siempre hija del conflicto y a la vez un movimiento del alma hacia la salud. Nuestras enfermedades nos definen. En ellas podemos encontrarnos con rostros de nosotros mismos que ignorábamos, y aprender a evitar en lo sucesivo lo que nos condujo a ese estado... Verdaderamente, solo un ser realizado puede amar sin conflicto y sin enfermedad, plenamente.

Solo aquel que permanece en la total quietud interior, centrada, sin dejarse arrastrar por las pasiones del ego, puede amar tan naturalmente como respira. No es algo intelectual; no se trata de una filosofía especial. Aquel que permanece despierto en su interior no necesita plantearse cuestión alguna acerca del amor: vivir y amar es la misma y única realidad. La relación cotidiana con el mundo del que lo vive desde una óptica superior y desinteresada, es una relación amorosa; y sus actos lo definen como a un árbol lo define su fruto.

¿Enseñamos el arte de amar en las familias y en los centros de enseñanza?
¿Preparamos a los niños para liberarse de su egocentrismo inicial?...

¿Superamos nuestro propio egocentrismo como educadores?

A través de las manifestaciones personales del amor; a través de sentimientos como respeto, amistad, compasión, belleza, pacifismo,( y semejantes) y profundizando en ellos, podemos ir vivenciando que el agua que procede del mismo manantial puede llegar a beberse en distintas fuentes. Confundidos tantas veces por nuestro ego humano, nos olvidamos con mucha frecuencia de la fuente primera de los más altos sentimientos que experimentamos, y tales olvidos acaban por convertirse en nosotros en una especie de laberinto de enredos y dependencias humanas, en conflicto. Sin embargo un sentimiento todopoderoso de amar nos reclama en lo más íntimo; queremos amar, deseamos amar, necesitamos amar. Necesitamos que nos amen. Nuestro Yo real necesita todo eso, porque ES TODO ESO, y tiende a manifestarse a través de todos sus vehículos. Nuestro trabajo consiste en poner en orden todos esos vehículos, todas esas energías. A partir de ese orden, el amor brotará naturalmente, sin esfuerzo, sin divisiones: más allá de lo social, más allá de la moral que se predica en los templos. Más allá de lo personal, hacia lo impersonal; hacia ese salto más allá del ego y sus necesidades de satisfacerse.


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