La iluminación espiritual

A planeta malherido violentos habitantes

Tierra maltratada

Sin dejar a un lado la belleza maravillosa de la Tierra, lo que nos muestra con toda su crudeza en estos tiempos es cómo la estamos maltratando y de qué modo nos dividimos y maltratamos entre nosotros. Ante este tremendo espectáculo uno se ve obligado a hacerse serias preguntas, y sea cual sea su respuesta, hay algo seguro es esto: nadie puede estar ya al margen, ni ser neutral por mucho que se lo proponga.

¿Qué impide que este mundo sea de otro modo? ¿Qué oscuras fuerzas hay tras este fracaso convivencial mayúsculo que vivimos a escala personal y planetaria? Si vemos lo que en común tenían cuantos hemos citado, el amor altruista, la compasión por sus semejantes y el amor a la verdad aparecen como cualidades fundamentales en todos ellos. Luego las oscuras fuerzas solo pueden ser las contrarias a esas, una por una.

¿Puede alguien imaginarse que un planeta habitado por seres como Jesús de Nazaret, Sócrates, Gandhi, Luther King y muchos otros místicos, profetas y gentes de buena voluntad podría ser este que hemos hecho de la Tierra? No solo sin ellos, sino justamente a pesar de ellos, y mucho más: contra ellos. Porque ya habrán caído en la cuenta de que todos fueron asesinados.

Muchos han habido luego y siguen habiendo, que han querido cambiar el mundo sin cambiarse a sí mismos; muchas religiones del mucho predicar y poco dar trigo, pues que lo prefieren en sus graneros; muchos revolucionarios del "quítate tú que me pongo yo" regando su poder con sangre hermana. Ninguno de ellos ha dado nada al mundo, excepto dolor, sufrimiento, desengaños, falsas esperanzas y toneladas de mentiras. Y no digamos lo que esto ha supuesto para nuestra madre Tierra, de millones de formas maltratada por los poderes políticos y económicos del mundo y por quienes ciegamente les siguen, obedecen e imitan. ¿Se halla este mundo, esta civilización absurda al final irremediable de un callejón que desemboca en el abismo?

Millones de años de evolución y miren cómo estamos. Es verdad que hemos desarrollado habilidades técnicas, conocimientos, pero ¿de qué nos sirve todo eso en el callejón con vistas al desastre? ¿Cómo afrontar los obstáculos que nos separan a los unos de los otros y nos empujan a destruir las casa nuestra casa planetaria de un modo que hace dudar seriamente de nuestra inteligencia y salud mental?

¿Cómo poner punto final a este desamor que nos empuja a matarnos a través de miles y miles de años y hasta hoy mismo como alimañas de la peor especie? Ni ciencia, ni filosofía, ni religión ni educación alguna nos han servido para evitar este fracaso global de la humanidad vista en su conjunto. La codicia nos mata. Donde hay una riqueza natural su precio es la explotación humana, la esclavitud, la guerra, ya sea petróleo, diamantes, oro, coltán o cualquier otro recurso que ambicionen los poderosos y quienes les imitan y siguen. Y hemos llegado a un punto en que parecemos hallarnos en un serio punto de inflexión: o nos iniciamos en un camino espiritual que considere la paz y el amor desinteresado a la Tierra y a todos nuestros semejantes como el recurso que nos lleve hacia las mismas metas que perseguían Jesús y todos los grandes seres humanos, o este barco se hunde sin remedio. No hace falta ser profeta para adivinarlo: basta que vea la película que al principio recomiendo o que sigan los datos que van dando los medios a cuentagotas para no asustar, cosa, que, por cierto, tampoco yo pretendo, lector amigo.