Los ecos de la dulce voz de Dios conmueven al alma hasta el éxtasis espiritual.
Si retiramos los sentidos a un punto dentro de nosotros, conocido como el asiento del alma o conciencia, situado entre y detrás de las dos cejas, nuestra atención se enfocará allí. Ahí podremos ver la luz y escuchar el sonido interior.
En la meditación demostramos que en nuestro interior hay luz y sonido, mayor conciencia y sabiduría. No convencemos a otros de esta realidad; la verdadera prueba está en experimentar y probar por nosotros mismos.
En vez de compartir con los demás un pedazo de tu mente, compárteles la paz de tu alma.
No podemos iluminar a los demás con palabras, pero podemos inspirarlos con nuestro brillo.
RAJINDER SINGH