Sin orejas - Humor
Lamentablemente, José Antonio había nacido sin orejas y, aunque había tenido mucho éxito en los negocios, ese problema le molestaba muchísimo. Un día.
HUMOR INTELIGENTE
JOSÉ ANTONIO SIN OREJAS
Lamentablemente, José Antonio había nacido sin orejas.
José Antonio aunque había tenido mucho éxito en los negocios, ese problema le molestaba muchísimo. Un día, necesitaba contratar un nuevo monitor para uno de sus gimnasios. Tenía tres personas para entrevistar.
El primero estaba muy bien. Conocía todo lo necesario para desempeñar su trabajo y era una persona muy agradable. Al final de la entrevista, José Antonio le pregunto:
¿Ha notado usted algo especial en mi persona?. Oh si, Claro. No pude evitar fijarme en que usted no tiene orejas, fue la respuesta. A José Antonio no le gusto en absoluto esa demostración de franqueza, y echo al candidato de su gimnasio.
La segunda entrevista era con una mujer, que resulto ser mucho mejor que el primer candidato. José Antonio le hizo la misma pregunta:
¿Que ve usted de diferente en mi?. Bueno, contesto ella, tartamudeando, a usted le... faltan las orejas. José Antonio se mosqueó mucho y la sacó de su gimnasio entre gritos y empujones.
El tercero y último de los entrevistados era el mejor. Se trataba de un joven tremendamente amable y con el físico de un Mr Olimpia. además, era muy inteligente. En definitiva, tenía excelente presencia y parecía ser el idóneo para el puesto. José Antonio estaba ansioso, y decidió igualmente hacerle la misma pregunta:
¿Tengo algo de diferente respecto a los demás? Para sorpresa de José Antonio, el joven le contesto: Por supuesto que si, Usted usa lentes de contacto, ¿verdad?. José Antonio quedo asombrado y se dio cuenta que estaba frente a una persona increíblemente observadora. ¿Como pudo usted saberlo?, le preguntó.
El joven le contestó... entre carcajadas:
¡¡ Obvio !! ¿Donde carajo te vas a colgar las gafas si no tienes orejas?
DESPISTES AL AZAR
EL BUZÓN
Un señor se dirige al buzón de correo, lo abre, mira en su interior y vuelve a su casa. Unos minutos después, lo mismo: vuelve a salir, abre el buzón, lo cierra y vuelve a entrar. Y así varias veces. Toda esta situación es observada por su vecino, que está segando el césped, hasta que éste finalmente le detiene y le pregunta:
– Disculpe, señor, pero ¿por qué entra y sale tan seguido a mirar su buzón?
– ¡Es mi maldito ordenador, que sigue insistiendo con un mensaje que dice ¡Tiene correo!
LA QUEMA
– ¡Mamá, mamá! ¡Tomás encendió el ordenador!
– Bueno, Pablo, deja que él también juegue.
– Está bien, pero ¡cuando se te queme todo el dormitorio no protestes!
EL MOUSE
Un señor ofuscado acudió al negocio con el ratón de ordenador que había comprado para quejarse de lo incómodo que era su uso. Interrogado por el empleado sobre qué era lo incómodo, el señor le comentó que los botones estaban escondidos y la bola era difícil de manejar, además de que era muy inestable cuando lo apoyaba sobre el escritorio. El empleado le pidió que por favor le mostrase cómo lo usaba y…
¡Sorpresa! Lo ponía al revés.
EL POSAVASOS
Un clásico de los despistes sucedió cuando un cliente llamó al servicio técnico de una muy conocida empresa fabricante de ordenadores:
Cliente: Hola, les llamo porque mi ordenador tiene un fallo. Yo compré un PC con CD-ROM y éste no lo tiene.
Empleado: (Sorprendido) ¿Está usted seguro? Por favor, fíjese bien. El dispositivo debería estar instalado cerca de la parte superior, en la parte frontal del aparato.
Cliente: Yo en el frente solo veo la llave de encendido, unas lucecitas, un botón que dice reset y el posavasos.
Empleado: ¿El… qué? Cliente: El posavasos… ése que aparece cuando aprieto un botón…
Empleado: ¿¡…!?
EL TREN
Nuestro hombre era un superdotado aficionado a la informática y plusmarquista del despiste. Llegó a un hotel y dijo:
– Quiero una habitación con vistas al mar.
– ¡Con vistas al mar! ¿Aquí en Segovia?
– Y nuestro hombre hizo un gesto de resignación: ¡Vaya!¡Ya he vuelto otra vez a equivocarme de tren!
DESPISTES DE FAMOSOS
Alberto P. Calderón
Un gran matemático en Argentina.
Pues bien. Calderón fumaba bastante. Una vez se encontraba dando una clase con gran concentración sujetando la tiza con la mano derecha y el cigarrillo con la izquierda. Hubo un momento en que tenía que borrar la pizarra y entre el borrador, el cigarrillo y la tiza, acabó con el cigarrillo en la mano derecha y la tiza en la izquierda (cambiados de mano).
En esos momentos Calderón pensaba en el próximo paso de la demostración. Los estudiantes no tardaron en cruzar apuestas sobre si escribiría con el cigarrillo o si antes chuparía la tiza. Ganaron los que apostaron por esta última posibilidad. La solemnidad de la demostración impidió la carcajada general, pero no el espectáculo de contemplar al profesor durante el resto de la hora explicando teoremas con los labios totalmente blancos.
Norbert Wiener
Considerado fundador de la cibernética.
Se dice que en cierta ocasión se enfrascó en un debate con una de sus alumnas. Al terminar éste le preguntó:
– Por favor, dígame ¿de qué lado del pasillo venía yo cuando me encontró?
– Desde aquel lado profesor – respondió ella.
– ¡Ah! Entonces iba a cenar.
Pero la más divertida es la narrada por Steven G. Krantz
En cierta ocasión cuando los Wiener se mudaban, su esposa le avisó con varias semanas de anticipación y la víspera se lo recordó nuevamente. Al salir a trabajar, su ayudante, que conocía lo distraído que era, le puso en un papel la nueva dirección de su hogar, dado que allí tendría que dirigirse, ya que esa misma mañana la mudanza comenzaría.
Durante el día, Wiener usó el papel para contestar una respuesta a un alumno que le había hecho una consulta matemática. Al salir se dirigió, como siempre, a su antiguo hogar y, por supuesto, encontró la casa vacía. Intentando llamar y ver a alguien de dentro se percató de que no había muebles. Minutos más tarde recordó que la familia se había mudado y no desaparecido, como temía en un principio.
Así que pensó en buscar ayuda y se acercó a una niña que lo miraba desde la acera.
– Niña ¿podrías decirme dónde se ha ido la familia que vivía en esta casa?
– La niña le respondió.
– No te preocupes papá: mamá supuso que perderías la nota y me envió a buscarte.