La iluminación espiritual

El sermón del monte de Jesús

POR: PATROCINIO NAVARRO

Imagen; El sermón del monte de Jesús; Patrocinio Navarro

JESÚS HABLA EN LA MONTAÑA

Jesús de Nazaret regaló a la humanidad el Sermón de la Montaña hace dos mil años.

El que contiene la esencia de la enseñanza de Jesús, afirmaciones esenciales para una vida según las leyes de Dios, indicaciones para el trato con nuestros semejantes, con los animales, con la naturaleza. Quien lleve a la práctica estas enseñanzas en su vida diaria, sentirá muy pronto que su vida cambia, que se vuelve llena de paz y se hace positiva.

Dirigentes eclesiásticos y políticos, precisamente del denominado mundo cristiano, afirman por el contrario, que esta enseñanza es una utopía y que no puede ponerse por obra. ¿Fue Jesús de Nazaret por consiguiente un utópico o fue el realista que pudo indicarnos a nosotros los hombres el camino de salida del laberinto del yo humano?

BIENAVENTURANZAS

El sermón de la Montaña de Jesús contiene la esencia del camino al interior que Cristo enseña actualmente, a través de Su palabra profética, en todos sus peldaños y detalles. El Camino Interno, Más cerca de Ti, mi Dios, es el camino del auto reconocimiento y la superación de los errores humanos, por amor a Dios. Quien recorre con éxito este camino a lo desinteresado, a la igualdad, la libertad, la unidad, la hermandad y la justicia, recibe la fuerza para poner más y más en práctica en la vida diaria, también en la profesión y la economía, el Sermón de la Montaña y los Diez Mandamientos.

Por todos son conocidas las Bienaventuranzas de los que sufren y los ayes sobre los satisfechos egoístas. Quién no se sentiría tocado por lo siguiente si escuchara seriamente: Y alzando los ojos hacia Sus discípulos, decía:

Todo lo que en el mundo cuenta como deseable: éxito, riqueza, prestigio... es cuestionado, parece incluso contraproducente para alcanzar la bienaventuranza. Pero esto no es aún todo. Jesús pide a Sus oyentes: Pero a vosotros los que oís, os digo: amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen, bendecid a los que os maldicen, y orad por los que os calumnian. Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra, y al que te quite la capa, ni aún la túnica le niegues (LC. 6,27-29).

NNo se trata aquí únicamente de unas cuentas frases programáticas, para poder desenvolverse mejor en la existencia terrenal. No: se trata de una visión de la existencia completamente nueva. Algunas peticiones de Jesús causan la impresión de una exigencia excesiva. ¡¿Quién puede afirmar de sí mismo que está a la altura de tales exigencias?! Pero Jesús dijo también: En Dios no hay nada imposible. Esto parecen haberlo reprimido las iglesias, cuando corrigen a Jesús de Nazaret, opinando que Su Sermón de la Montaña es solamente una utopía que no puede llevarse a la práctica en la vida diaria. Jesús ya intuyó esto, cuando al final de Su Sermón de la Montaña indicó que de nada sirve llamarle Señor, Señor, si no se hace lo que El dice. Y en este punto sigue la parábola de los dos hombres, de los cuales uno construyó su casa sobre roca y el otro sobre arena. También Sus oyentes sintieron la seriedad de Sus palabras. Mateo cuenta que El pueblo se espantaba de Su enseñanza (MT.7,28).

Jesús, instructor y sanador

Sin embargo, los seguidores del Nazareno aumentaron, ante todo cuando también dio a los hombres signos externos de que El hablaba y obraba desde la omnipotencia de Dios. Ante todo con Sus sanaciones de enfermos, pero también con las multiplicaciones de alimentos, que han sido transmitida como milagros. Jesús daba ejemplo con Su vida de lo que enseñaba, enfrentando por ejemplo la violencia con no violencia. El dio consuelo a los hombres venid todos los que estáis fatigados y abrumados de cargas, Yo quiero aliviaros, hablándoles del amor del Padre celestial y, una y otra vez, ocupándose de sus enfermedades. De cuando en cuando se produjo una afluencia en toda regla de personas que buscaban sanación: paralíticos y ciegos, sordos y leprosos, que ponían en El toda su esperanza. De forma característica Jesús acompaña con frecuencia Sus sanaciones de enfermos con las palabras: Tu fe te ha ayudado, ve, y en adelante no peques más. ¿No son éstas, claras indicaciones de que la enfermad ha de tener algo que ver con una forma de pensar y comportarse negativa, pecaminosa, y de que el restablecimiento físico presupone el llegar a sanar internamente?

Cuando alguien necesitó Su ayuda, sanó también en sábado, día en que según la ley religiosa vigente toda actividad estaba prohibida. Esto se lo tomaron a mal los fariseos, y Jesús habló claro: Entonces el Señor le respondió y dijo: Hipócrita, cada uno de vosotros ¿no desata en el día de reposo su buey o su asno del pesebre y lo lleva a beber? (LC.13.15). En otra oportunidad expresó: El día de reposo fue hecho por causa del hombre, y no el hombre por causa del día de reposo (MC.2, 27). A Aquí surgió el conflicto entre los guardianes oficiales de la fe y el profeta.

Una interpretación formalista del mandamiento del sábado tuvo que presentarse para reprochar al Nazareno que sanara enfermos. ¿Se trataba para los prelados de la sinagoga y los miembros del Sanedrín realmente de una infracción de la ley, o más que nada del poder espiritual que les salía al paso y que impresionaba al pueblo? Sanar enfermos y despertar de nuevo a la vida a los que se creía muertos: eso ellos no podían hacerlo. Mateo cuenta significativamente: Y vinieron a él en el templo ciegos y cojos, y los sanó. Pero los príncipes de los sacerdotes y los escribas, viendo las maravillas que hacía, y a los muchachos aclamando en el templo y diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David! Se indignaron, y Le dijeron: ¿Oyes lo que éstos dicen? (MT 21,14-16).

Jesús contra los religiosos y los gobernantes

El conflicto escaló cuando Jesús expulsó a los mercaderes y cambistas del templo, citando a Isaías: ¿No está escrito? (Is.56, 8). Mi casa será llamada casa de oración para todas las naciones? Mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones (MC.11, 17). El evangelista añade: Y lo oyeron los escribas y los sumos sacerdotes, y buscaban como matarle; porque Le tenían miedo...

Ante todo habían de temer por su poder. En uno de Sus discursos públicos, fustiga su orgullo, su ostentación y su afán de notoriedad: Hacen todas su obras para ser vistos por los hombres. Pues ensanchan sus filacterias, y extienden los flecos de sus mantos; y aman los primeros asientos en las cenas, y las primeras sillas en las sinagogas, y las salutaciones en las plazas, y que los hombres los llamen: Rabí, Rabí. Pero vosotros no queráis que os llamen Rabí; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros sois hermanos (MT.23, 5-8).

Como Jesús no se hizo culpable de nada. Sus adversarios trataron una y otra vez de tenderle trampas, por un lado respecto a la interpretación de la ley religiosa judaica, por otro en relación a Su fidelidad a la constitución estatal. Por último. Le tentaron con la siguiente pregunta capciosa: Dinos, pues, ¿qué Te parece? ¿Es lícito pagar el tributo al César, o no? Jesús, conociendo sus intenciones, les pidió una moneda de las usadas para pagar los impuestos y les dijo: ¿De quién es esta imagen, y la inscripción? Ellos Le contestaron: Del César. El les dijo entonces: Dad, pues, al Cesar lo que es del Cesar, y a Dios lo que es de Dios. Oyendo esto se maravillaron, y dejándole, se fueron. Espiritualmente, ellos habían vuelto a perder la partida. Pero volverían.

Guardiana de la tradición religiosa es la respectiva casta sacerdotal dominante, que vive del cultivar y conservar los usos y costumbres integrados por ritos y dogmas, y las jerarquías que se han desarrollado a lo largo de mucho tiempo. Quien quiere introducir cosas nuevas, pone en peligro su estado de posesión. Ella es la administradora de la fe, mientras que los profetas y místicos son sus renovadores. Burócratas y revolucionarios se hallan siempre enemistados unos frente a otros. Esto no era en el tiempo de Jesús diferente de cómo lo fue anterior o posteriormente a El. La raíz principal del escándalo que se presenta cuando un mensaje divino resuena a través de boca humana, es por supuesto más profunda: nadie la ha puesto tan claramente al descubierto como Jesús de Nazaret con Sus palabras, de que El no ha venido a traer la paz, sino la espada; la desavenencia entre padre e hijo, entre madre e hija, es decir la división entre lo humanamente natural y el Reino de Dios. Para El no se trata de unas cuantas mejoras éticas, con ayuda de las cuales la vida pueda volverse más pacífica y más fácil. Para El se trata de una disyuntiva radical entre el mundo y Dios:

Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame. Por Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de Mí, este la salvará. Pues, ¿qué aprovecha al hombre, si gana todo el mundo...? (LC.9, 23-25).

RELACIONADOS

«El sermón del monte de Jesús»