Dios no mide

Él no mide con nuestro metro. Dios es bueno y nosotros más o menos malos y si Dios juzgara como nosotros juzgamos, entonces muy pocos se salvarían.

CARLOS LOZANO

Dios tiene compasión

¡Gracias a Dios que Él no mide con nuestro metro! Porque Dios es bueno y nosotros más o menos somos malos y si Dios juzgara como nosotros juzgamos, entonces muy pocos se salvarían, pero Dios tiene compasión de los hombres, e incluso cuando hay una verdadera culpa, si el culpable le pide humildemente perdón, Él lo perdona completamente y le manda no pecar más.

¡Qué falta nos hace asemejarnos más a Dios, especialmente en lo que toca a la misericordia! Porque recordemos que Jesús en el Evangelio ha dicho que serán bienaventurados los misericordiosos, porque obtendrán misericordia. ¿Y quién no necesita de la Misericordia de Dios? Todos la necesitamos. Entonces practiquemos la misericordia con el prójimo y también, ¿por qué no?, practiquemos la misericordia con Jesús, es decir, compadezcámonos de todos sus sufrimientos, de los de antes y de los de ahora, porque Cristo sigue sufriendo moral y espiritualmente por los pecados de los hombres.

Si somos misericordiosos anticipamos el Juicio de Dios sobre nosotros, porque cumplimos aquello del Evangelio de: No juzguéis y no seréis juzgados.

El hombre se hace misericordioso cuando ha sufrido en carne propia algún dolor, porque el sufrimiento es escuela de misericordia. Es dulce decir: Te comprendo hermano porque yo pasé por algo similar y sé lo que es sufrir así. Pero aunque no hayamos pasado por algo parecido, tratemos de colocarnos en el lugar del hermano y tengamos un corazón misericordioso, que es mejor pasarse de bueno, antes que ser duros de corazón o malvados.

Dios no mide con nuestro metro, pero nos medirá a nosotros con nuestro metro, así que ¡atención!, porque el juicio que usemos para los demás se usará para nosotros.

Solo en el Cielo veremos claro por qué cada uno actuó de la forma que actuó, ya que en la tierra no podemos saber lo que hay en lo profundo de los corazones de los hombres, ni siquiera en el nuestro. Por eso hagamos como el Señor y cuando recibamos una ofensa o mal de algún hermano, digamos: Padre, perdónalo, porque no sabe lo que hace ni lo que dice, y así seremos agradables al Padre, porque nos pareceremos un poco a Jesús, su Hijo muy amado.