La iluminación espiritual

Dinamarca una tristeza para la humanidad

POR: VEGANOS

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La matanza danesa

Cada verano las playas de las islas Feroe, pertenecientes a Dinamarca, se tiñen de rojo por la matanza de calderones y otros delfines, una orgía de sangre que choca con las leyes de la Unión Europea pero que cuenta con la protección, incluso militar, de ese país. Los veterinarios de AVATMA detallan en un informe el intolerable sufrimiento al que se somete a los delfines víctimas de la grind, 265.000 desde que existen registros.

Las Feroe son un archipiélago formado por 18 islas situadas al norte de Escocia, en el Atlántico Norte, en el que viven unas 50.000 personas con uno de los índices de desarrollo más altos del mundo. Es un territorio autónomo perteneciente a Dinamarca, perteneciente a su vez a la Unión Europea. Feroe se quedó al margen de esa integración y no solo incumple leyes comunitarias sino convenios sobre protección de fauna que atañen a todo el continente Dinamarca no solo consiente ese incumplimiento sino que lo apoya, con el Ejército si hace falta.

Las idílicas playas de Feroe se tiñen de sangre cada verano, cuando comienza la grind, la caza tradicional de calderones y otros delfines. La practican desde 1584 y participan incluso los niños. Dicen que no solo es tradición, sino que la necesitan para alimentarse, aunque los datos lo desmienten. El activismo de quienes defienden a los delfines ha sido reprimido por la Armada danesa contraviniendo las leyes europeas. Pero la masacre sigue. La Asociación de Veterinarios Abolicionistas de la Tauromaquia y del Matrato Animal (AVATMA) ha difundido un exhaustivo informe sobre el sufrimiento extremo al que se somete a esos animales.

El macabro ritual comienza cuando desde alguna de las islas avistan un grupo de cualquiera de las seis especies de cetáceos que Dinamarca les permite cazar. Si las condiciones marítimas son las adecuadas salen con sus barcas cargadas de piedras, garfios, cuchillos y cabos. Las embarcaciones forman un semicírculo y lanzan las piedras, formando paredes de burbujas que el sistema de ecolocalización de los delfines interpreta como una pared y cuya finalidad es dirigir a los cetáceos hacia la playa y embarrancarlos. Los que no llegan a varar son conducidos a la fuerza mediante la inserción en su espiráculo de un garfio que va atado a una cuerda desde la que los locales que están en la orilla tiran para acabar de embarrancar al animal.

Cuando están varados los hombres se meten en el agua para, con un arma que se compone de una vara metálica acabada en una punta de lanza, intentar seccionar la médula espinal entre las vértebras cervicales C1 y C2 para paralizar a la víctima. Después, con cuchillos, cortan los paquetes vasculares, los nervios y la musculatura de los cetáceos, provocándoles una pérdida de sangre abundante. En la práctica, los delfines sufren una agonía y un terrible dolor que puede durar desde 30 segundos hasta 4 minutos, algo que contraviene las normas europeas para los mataderos, que exigen el aturdimiento previo y prohíben la puntilla por el gran y evitable sufrimiento que provoca.

Pero la tortura de los calderones no se limita al tiempo transcurrido desde que varan en la playa hasta su muerte, sino que previamente ya han sufrido muchos minutos más (a veces incluso horas) de angustia, terror y desesperación desde que nadaban felizmente libres hasta que son conducidos a la orilla.

Desde que comenzaron los registros, se han asesinado en las Islas Feroe 265.000 pequeños cetáceos. En el año 2013 se dio muerte a 1534 delfines, 1.104 de ellos calderones. El resto fueron delfines de Risso, delfines de flancos blancos y marsopas. En el 2014, gracias a la presencia de la organización para la protección de los océanos Sea Shepherd, se mataron solo 51 cetáceos. En el 2015 (y en base a una nueva normativa que impedía cualquier acto para proteger a los calderones, e incluso amonestaba a los turistas que vieran una manada de cetáceos por las Islas y no lo reportaran) hubo 490 calderones muertos a manos de los feroeses y amparados por la Armada danesa, explica AVATMA.

Sea Shepherd lleva ya seis campañas en diferentes años desde 1985 sobre el terreno, con voluntarios turnándose para vigilar que ningún cetáceo muera en las costas feroesas, y se cree, por la experiencia de otros años y por las opiniones de los feroeses, que la presencia de esta asociación hace que los participantes de la grind no quieran salir a matar cetáceos por la mala prensa que daría a la población las imágenes emitidas por los proteccionistas, como ha ocurrido en la costa de Taiji (Japón) por las matanzas y secuestros de delfines.

De hecho, en 2010 Sea Shepherd demostró la existencia de cementerios submarinos de cetáceos, los mismos calderones asesinados hacía unos días. También en 2015 la organización obtuvo pruebas gráficas de cadáveres de calderones que no se llegaron a consumir y a los que se intentó hacer desaparecer sin éxito.

Desde 2014 Dinamarca ha mostrado su apoyo a la grind enviando a su Ejército para arrestar a cualquiera que se oponga pacíficamente a la matanza de cetáceos. Tanto en 2014 como en 2015 han sido detenidos numerosos voluntarios de Sea Shepherd, y muchos de ellos han sido deportados. También durante estos dos años la policía feroesa junto con la Armada danesa ha confiscado diversas lanchas de esta organización. Incluso el año pasado las autoridades danesas denegaron la entrada a las Islas Feroe a la tripulación internacional del Bob Barker, un barco de Sea Shepherd. Una vez más, esta matanza es ilegal según el convenio de Berna, que prohíbe matar mamíferos marinos. Los calderones son, además, una especie estrictamente protegida por la convención sobre conservación de la fauna salvaje europea.

Aunque en Feroe esgrimen la alimentación como justificación para la matanza, la realidad es que el consumo de esos animales es muy limitado. La ONU ha alertado sobre las repercusiones negativas del consumo de carne y grasa de estos cetáceos. Estudios científicos lo han relacionado con el aumento de casos de Parkinson, daños en el desarrollo neuronal fetal, hipertensión, bajada de inmunidad en niños, problemas circulatorios y posible infertilidad en adultos, debido a los altos índices de mercurio y otros tóxicos vertidos en los océanos y que absorben los delfines, como otros mamíferos marinos.

Los delfines, explica AVATMA en su informe, son mamíferos con una estructura social muy compleja. Viven en manadas compuestas por individuos muy unidos entre sí mediante fuertes lazos sociales. Su estructura cerebral les confiere un sentido de la cohesión familiar incluso más fuerte que el de los humanos. Son seres altamente inteligentes, con una capacidad muy elevada de aprendizaje; emplean sus propias técnicas de caza que van transmitiéndose de generación en generación. Además, poseen su propia cultura, pues dependiendo del lugar donde vivan se alimentan de unas u otras presas, y sus técnicas de caza difieren. También se comunican entre sí mediante caricias, gestos y sonidos que varían dependiendo del grupo social en el que vivan (presentan distintos idiomas). Por todos estos motivos y por su capacidad de autoreconocimiento, en algunos países ya se les otorga el calificativo de personas no humanas.

El método de matanza utilizado en las Islas Feroe, lejos de ser indoloro, les provoca un enorme sufrimiento. Ya desde el momento en que son asediados por los barcos, hasta muchos minutos e incluso horas después, donde son masacrados con las toscas armas que utilizan los participantes de la grind, los delfines sufren tanto física como emocionalmente de una manera muy intensa. El sufrimiento físico se produce en tres momentos concretos de la matanza. En primer lugar, cuando se les inserta un garfio en el espiráculo para arrastrar al animal hasta sacarlo del agua. Ese orificio respiratorio de los cetáceos es un órgano especialmente delicado, con muchas terminaciones sensitivas. El hecho de insertarles un garfio en la zona y tirar de ellos con una cuerda, arrastrando las dos o tres toneladas que pesan hasta la orilla, les produce un intenso dolor y enorme sufrimiento, como muestran los espeluznantes sonidos que emiten mientras son arrastrados.

En segundo lugar, al aplicarles la técnica del descabello (seccionar la médula espinal con un arma cortante entre las vértebras cervicales C1 y C2) para provocar una parálisis del animal. Esa misma técnica se utiliza en Taiji para matar a los delfines que no son considerados válidos para cautiverio y no pueden ser vendidos a delfinarios. Uno de los vídeos grabados durante una de esas matanzas en Taiji ha sido estudiado por AVATMA y la conclusión es que el padecimiento es intolerable. En un animal tan grande, moviéndose constantemente, es muy difícil que se seccione por completo la médula espinal de una vez, tanto por el tamaño del animal, como por la dificultad de realizarlo con precisión debido a los constantes intentos del delfín por escapar, y finalmente por la disposición de las vértebras cervicales en los delfines, que apenas deja espacio intervertebral. Lo que acaba pasando es que quien utiliza el arma debe entrar y salir en varias ocasiones para lograr llegar a la médula o para destrozar una de las vértebras hasta llegar a cortarla, y en ocasiones ésta no queda completamente seccionada.

Finalmente, cuando se les corta con un cuchillo los músculos, nervios y paquetes vasculares del cuello para provocarles la muerte desangrados. La técnica empleada en la matanza de estos cetáceos induce paraplejia, dolor y la pérdida progresiva de sangre, causando finalmente la muerte. Este método de sacrificio, sin aturdimiento previo y con el animal plenamente consciente, no está aceptado en ningún matadero de la UE por provocar un sufrimiento inaceptable, concluye el informe.

Además del sufrimiento físico, prosigue, estos animales padecen un considerable sufrimiento emocional. Desde que se encuentran nadando tranquila y pacíficamente en las aguas del Atlántico Norte y se les empieza a acosar con sonidos, su delicado sistema auditivo ya comienza a padecer las consecuencias, causándoles un estrés enorme. En todo momento son conscientes de su destino. No solo eso, sino que antes de morir tienen que ver y oír cómo matan al resto de su familia. Este hecho, para un animal con una cohesión social superior a la de los humanos, es algo totalmente intolerable en una sociedad del siglo XXI.

Dinamarca, al pertenecer a la Unión Europea, tiene prohibido matar delfines. Sin embargo, subraya AVATMA, este país envío a la Marina y a la Policía para defender algo que tiene prohibido hacer y para arrestar a quienes pretendían impedirlo, a quienes sí velaban por el cumplimiento de las leyes comunitarias. El Parlamento Europeo tendría que exigir a las islas Feroe que cumpla sus leyes.

¿Esta es la clase de tradición que los feroeses quieren legar a sus descendientes? ¿Qué clase de progenitores pretende educar a sus hijos en el maltrato hacia el resto de seres vivos? Niños en las playas, jugando con cadáveres de hermosos delfines, degollados, aún sangrantes. Imponentes cetáceos, vencidos por la maldad y la incomprensión de una cultura arcaica. Padres enseñando a sus hijos a descuartizar a un delfín. Mostrándoles cómo arrancarles los dientes, permitiendo que exhiban una falta de respeto grotesca ante el cuerpo de un calderón ya mutilado, subiéndose a sus pobres lomos ya inertes para saltar desde allí hasta la arena manchada de sangre, empujando con un dedo infantil los ojos que horas antes estaban llenos de vida, metiendo la mano en sus bocas sonrientes aún, aprendiendo cómo mostrarse impasibles ante el dolor de un animal sintiente. Cómo disfrutar ante la barbarie de la extinción de una especie. Y la extinción es para siempre. Cuando una tradición provoca un sufrimiento atroz y completamente innecesaria a un ser vivo, definitivamente debe abolirse, concluye el informe.


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